Cuando pienso en el invierno, invariablemente me viene a la cabeza una imagen: mi madre tratando desesperadamente de arrancarme de debajo de las sábanas para llevarme al colegio, mientras el sol ni siquiera se había dignado a asomarse por la ventana de mi habitación. Recuerdo con pavor salir de casa con una mochila cargada de libros a la espalda que parecía pesar toneladas, con una bufanda anudada al cuello y la nariz como un témpano para dirigirme entre las sombras de la oscuridad invernal hacia la escuela. «A quién madruga, Dios le ayuda», me decía mi madre. «Pues qué señor más cruel», pensaba yo.
Si ese dicho es cierto (y tengo mis dudas, sobra decirlo), Alex McLeish se debe levantar cada día de su vida antes de que cante el gallo, antes de que la luna se esfume del horizonte, tal vez ni siquiera duerma. El nuevo técnico del Aston Villa es probablemente la persona más afortunada de las Islas Británicas y parte de la Europa occidental (recordemos que en Italia está Berlusconi, un tipo que compagina su trabajo como primer ministro con fiestas repletas de jóvenes modelos en lujosas mansiones).
Como jugador, McLeish tiene un palmarés brillante. Jugó toda su carrera en el Aberdeen, donde estuvo 16 años, a lo largo de los cuales disputó 493 partidos. Con el equipo escocés ganó una Copa de Europa, una Supercopa de Europa, tres ligas escocesas y cinco copas.

En su primera temporada, la 2007-2008, logró descender a los «blues». Es cierto que existen algunos atenuantes, entre ellos uno no menor: tomó las riendas del club a finales de noviembre, ya con el equipo en una posición complicada y la plantilla hecha.
Enmendó su fracaso de inmediato. La temporada 2008-2009, ascendió al Birmingham, que en el año de su regreso acumuló algunos datos asombrosos. A mediados de enero de 2010, guió a su equipo a una racha de 12 partidos imbatido, récord del club en primera división. Además, estableció un nuevo récord en la Premier League: repitió el mismo once inicial nueve partidos consecutivos. Incluso fue nombrado entrenador del mes de diciembre de 2009, convirtiéndose en el primer técnico del Birmingham en recibir este galardón. El club acabó noveno la temporada, su mejor resultado en más de 50 años.
La temporada pasada, a pesar de una titubeante participación en la Premier League, el club alcanzó la final de la Carling Cup ante el Arsenal. Los «blues» se adelantaron con gol de Zigic y aguantaron el acoso constante de los «gunners», que sin embargo lograron empatar por mediación de van Persie. Cuando el partido se encaminaba inexorablemente hacia la prórroga, apareció la flor de McLeish. Balonazo largo del Birmingham (una de sus estrategias ofensivas favoritas), choque ridículo entre Koscielny y Szczesny, y Martins empujó el balón para el 2-1. Título para los «blues».
El bueno de McLeish debió pensar que con ese título la temporada estaba más que justificada. Lástima que estábamos en febrero. Los «blues» ganaron su último partido en la Premier el 16 de abril y acabaron descendiendo en la última jornada. Era el segundo descenso de McLeish con el club.
A pesar de eso, los dirigentes del club le confirmaron en el cargo. Por correo electrónico desde su lugar de vacaciones les informó de que no tenía interés alguno en seguir. Al cabo de unos días llamó a su puerta el Aston Villa para que sustituyera a Gérard Houllier (otro caso de estudio) en el banquillo de Villa Park.
El hecho de convertirse en la persona más odiada de la ciudad de Birmingham no pareció suponer un problema para McLeish. Los aficionados del Birmingham le odian por haber descendido a su equipo no una, sino dos veces. Y encima, dejarles colgados para largarse al acérrimo rival ciudadano a la primera de cambio. Los aficionados del Villa consideran (con algo de razón) que no es el técnico idóneo para el club y además viene de cuatro años y medio al frente de sus máximos rivales.
Pero si creían que ahí acababa la flor de McLeish, todavía hay más. ¿Qué puede desear por encima de todo un técnico que comienza la temporada con una enorme presión? Un calendario benigno. Dicho y hecho. En sus primeros 11 partidos, solo jugará contra uno de los seis grandes (contra el Manchester City…¡a mediados de octubre!).
En resumen: dos descensos en tres temporadas en la Premier League, una Carling Cup a base de pelotazos y jugadas ridículas, renuncias por correo electrónico…¿y el resultado? Una hermosa oportunidad en el banquillo de uno de los históricos de la Premier con aumento de sueldo incluido.
No sé si levantarse temprano ayudará o no. Pero ser escocés, llamarse Alex y acumular descensos parece que sí.