Toño Suárez

Alta fidelidad (2-2)

Liverpool y Arsenal empatan un partido en el que los reds pusieron la intensidad y el juego y el Arsenal el oportunismo. Flojo partido de los de Wenger diero llevarse el encuentro ante un Liverpool solo corazón. El empate aleja aún más a ambos equipos de sus objetivos.

 

Premier League

Liverpool 2
Arsenal 2
Ficha técnica
2 – Liverpool: Jones, Touré (Lambert, 81), Skrtel, Sakho, Henderson, Lucas, Gerrard, Markovic (Borini, 74), Coutinho, Sterling, Lallana.
2 – Arsenal: Szczesny, Chambers, Debuchy, Mertesacker, Gibbs, Oxlade-Chamberlain (Campbell, 90), Flamini, Cazorla, Sánchez (Monreal, 94), Giroud (Coquelin, 82), Welbeck.
Goles: 1-0, m.45: Coutinho. 1-1, m.46: Debuchy. 1-2, m.64: Giroud. 2-2, m.90+5: Skrtel.
 
Hay titulares de prensa que valen tanto para un roto como para un descosido: son como ese traje que sirve igual para una boda que para una bautizo (obviemos los entierros) siempre listos en el armario. Alta fidelidad es uno de ellos: sirve tanto para una sonora victoria magistralmente ecualizada, un empate acústicamente inigualable o una derrota épica con orquesta de fondo tocando mientras se hunde el barco, irremisiblemente.
 
El de hoy era uno de esos espectáculos que se preveía de fuste, cuerda tensa, ese regalo envuelto con la prestancia que solo Ernest Lubitsch conseguiría en “Matuschek y Compañía”, su tienda de Budapest. Un regalo adquirido en The Shop around the Corner (el Bazar de las Sorpresas made in Spain) que se convirtió, al abrirlo, en otro pijama de felpa, en otra corbata imposible.
 
Brendan Rodgers repitió el esquema con el que se presentó en la debacle de Old Traford de la misma manera que se empeñó en intentar convencernos que la idea de fichar a Mario Balotelli había sido brillante, conservándola hasta que el propio italiano no tuvo defensa posible. Por su parte, Arsène Wenger logró confeccionar un once medianamente competitivo, vistas las sempiternas bajas de los londinenses, presentándose en Anfield en una cómoda plaza en la clasificación aunque insuficiente para un equipo de su categoría.
 
El partido comenzó intenso, con una eléctrica penetración de Philippe Coutinho cortada en falta por la zaga del Arsenal y enviada a las nubes por Steven Gerrard. El balón era de los locales, con Adam Lallana y el propio Coutinho muy activos, como era de esperar, por otra parte, jugando los reds en casa y teniendo en cuenta sus más que discretas últimas actuaciones, su más que discreta temporada y un Arsenal aplicándose en defensa y esperando que el temporal amainara para desplegar todas sus intenciones.
 
El primer toque de atención lo dio Lallana tras un disparo que se fue por arriba del arco de Szczesny después de combinar con Lazar Markovic, que había recibido el balón a su vez de Gerrard tras bajar a desatascar una salida de balón imposible que intentaban pilotar Mamadou Sakho, Kolo Toure y Martin Skrtel: Franz Anton Beckenbauer se revolvería en su tumba. Afortunadamente, aún lo hace en el salón de su casa.
 
Los minutos se iban consumiendo con el mismo guión del principio: un Liverpool todo corazón estrellado una y otra vez contra un Arsenal sobrio y tranquilo en centro del campo y defensa, sin demasiados agobios, resolviendo con facilidad las inocentes acometidas de los locales e intentando poner en juego a Alexis, Welbeck y Giroud a la mínima oportunidad que tuvieran: pim, pam, pum. Las excesivas y continuas individualidades de Lallana, Markovic y Coutinho servían para animar a un público siempre amable con su equipo pero para poco más. Mientras tanto, el Golden Boy, desaparecido: salvar al soldado Sterling.
 
El Liverpool lo intentaba con sus armas y el Arsenal ni estaba ni se le esperaba, al menos, en ataque: treinta y cuatro minutos después y tras el primer error en defensa de los gunners, Markovic se plantaba solo, mano a mano, contra Szczesny, que logró repeler el balón tras una formidable parada mostrando una fabulosa estampa para los fotógrafos, brazos abiertos y cuerpo abajo. Poco después, recuperado Sterling para la causa durante unos segundos, Markovic dispuso de otra oportunidad que lanzó por encima de la puerta de Szczesny de nuevo. No estaba siendo muy efectiva la aportación del serbio pero lo estaba intentando sin descanso.
 
Un minuto en la Premier League es una vida entera en cualquier otro espacio. Con la tablilla del tiempo de descuento en la mano del cuarto árbitro, Henderson recogió un balón en la izquierda que sirvió a Coutinho en el corazón del área que, tras reventarle la cintura al francés Mathieu Debuchy y de tiro seco apoyado en el palo, inauguraba el marcador en Anfield haciendo justicia vistos los méritos de unos y de otros y dando por sentado que en este juego debe primar la misma.
 
Anfield rugía, los reds se abrazaban extasiados y Debuchy recogía maltrecho los restos de su cintura esparcidos por el terreno de juego, recomponiendose lentamente. Tras ser muy superior 44 minutos el Liverpool atravesó la puerta del Arsenal; escasos 30 segundos, justo lo que tardó Debuchy en acabar de situar el último trozo de cadera en su sitio,tardaron en acallar de nuevo Anfield los gunners con el empate, tras cabezazo del francés rehabilitado después del saque de una falta lateral. La batalla de centrocampistas había finalizado en tablas. Pausa para el té.
 
Tras el refrigerio el guión se mantuvo intacto. El Liverpool,dominador a su manera,y el Arsenal intentando sobrevivir con lo puesto. Giroud no acertaba con la puerta pero sí con la cabeza de Skertl cuando, involuntariamente,le clavó los tacos en todo lo alto. El eslovaco acabó con una hemorragia importante y la realización inglesa, siempre tan incisiva, buscando el primer plano de las botas infractoras del francés. Unos minutos de parón para colocarle un aparatoso vendaje al defensa, indultar a las botas del delantero y refrescar ideas: los que lo necesitaran.
 
Sin hacer un partido espectacular, el Liverpool era el único que tenía intención de ganar el partido, al menos, por méritos propios: una y otra vez Markovic, Lucas, Gerrard y Sterling picaban a la puerta de un Szczesny que decidió pegarse un paseo fuera de su area que pudo en acabar en algo más que un paseo por Anfield a deshora.
 
Y el fútbol fue cruel con el Liverpool, una vez más. En un arreón, con Cazorla de asistente y Giroud aún con las botas calientes de ejecutor, en el segundo tiro a puerta de los gunners en todo el partido, batía a Jones por debajo de las piernas: el que habló de la justicia en el fútbol tiene que revisar sus preceptos. Dos latigazos aislados de un Arsenal dormido eran mas que suficientes para dejar atrás en el marcador a un Liverpool que siguió intentándolo sin descanso tras el mazazo: en garra e ilusión los de Rodgers abrumaban pero, hasta la fecha, eso no da puntos.
 
Borini fue la alternativa de Rodgers al desastre mientras Lambert, Moreno, Can y Manquillo (alguno de los fichajes con los que el irlandés pretendía apuntalar las buenas sensaciones de la pasada temporada) eran mudos ejemplos de la mala mano de su entrenador para los fichajes. Alta fidelidad: el barco se hunde mientras toca la orquesta.
 
A pesar de las vías de agua el Liverpool le echó casta. A diez minutos del final, Rodgers pensó que igual era buena idea quitar a uno de sus centrales y sacar a Lambert a pastar por el césped de Anfield; la innovadora idea del irlandes inspiró al Wenger que sacó a Giroud del campo para dar entrada a Coquelin y apuntalar el centro del campo: fina estrategia. Y la vida siguió igual. El Liverpool atacando con el corazón y el Arsenal intentando sacar partido a las jugadas a balón parado como único activo. Y a pelearla en el centro del campo tocan.
 
Que Sterling brilla más en una banda que en el centro del ataque es de primero de táctica. A pocos minutos del final, un centro del jamaicano y rematado de cabeza por Borini estuvo a punto de hacer buenos el cambio de Rodgers pero hoy no era el día. Un disparo del italiano en jugada posterior tampoco fue efectivo. Esa fue la aportación del delantero poco antes de ser expulsado por doble amarilla:viviendo al límite y muriendo joven El Mersey estaba preparado para acoger al trasatlántico red.
 
Y el balón parado, el arma gunner, salvo el navío: a tres minutos del final, Martin Skrtl, tras un corner saltó con la garra que le faltó en el gol de Debuchy e igualó un encuentro que nunca debería perder el Liverpool: el fútbol volvía a ser medianamente justo con el que más lo buscó. La parroquia red está predestinada a sufrir y un tramo loco de final de partido estuvo a punto de costar un disgusto.
 
Al final, la victoria, vestida con traje crema largo, entallado y tocado con sombrero de ala ancha y colocado de medio lado, fue esquiva con ambos y acabó tomando el avión que había prometido no coger. En la pista, Arsène Wenger y Brendan Rodgers observan, con el gesto torcido, como el aeroplano sobrevuela sus cabezas en busca de esas sensaciones cálidas que proporcionan los títulos. «Brendan, presiento que este es el comienzo de una gran amistad”. Fundido a negro.
 

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Toño Suárez