Poco o nada se parece el conjunto afincado en Ashburton Grove al que vimos durante los primeros compases de la temporada. Y es que parece que el destino del Arsenal y concretamente el de Arsène Wenger llevan ya escritos muchos años. Una historia que, a priori, siempre confluye al mismo final. El dicho popular entre la hinchada Gunner, que reza “Arsène Knows Best”, comienza a diluirse tras más de una década sin alzarse con ningún título de Premier League. No obstante, el apoyo que continua recibiendo el técnico galo es incuestionable. Su modelo a largo plazo se ha arraigado hasta límites insospechables en la multicultural zona de Holloway.
Un modelo que siempre ha tenido sus virtudes y sus carencias, tal vez más carencias que virtudes. Esto parece lógico ya que su última conquista de un título de liga data de la temporada 2003/2004, cuando el club todavía tenía en Highbury su hogar.
Existe, por tanto, una variable que «Le Professeur» parece obviar. Tal vez carezca de los ingredientes adecuados para que la fórmula dé resultado. Nos referimos a los jugadores. Ya es prácticamente una tradición en la Premier League vaticinar al inicio de temporada que “este es el año, el año en que se volverá a conquistar la Premiership”. Esta teoría no ha hecho más que desintegrarse a medida que avanza cada temporada.
Hace algún tiempo, tuve la idea de comparar al Arsenal de Wenger con una película de Martin Scorsese. Creo que el ejemplo nos dejará claro cuál es esa historia y con qué guión parece escrita desde mucho tiempo atrás. A ver qué les parece. En los largometrajes del celebérrimo director italoestadounidense, sus personajes cogen una inmensa fuerza durante los primeros compases de la película. Parecen intratables. ¿No les suena de algo? Seguimos. El punto álgido de esta grandeza se mantiene durante algunas escenas, en las que el protagonista goza de todos los adjetivos calificativos positivos posibles. Pero como dicta la ciencia, todo lo que sube, tarde o temprano, baja. Y es aquí donde nos encontramos con el punto de inflexión. Los protagonistas comienzan a experimentar el cansancio de la opulencia antes vivida y su final no es siempre agradable. Esta es la historia de la última década Gunner, que siempre concibe un bonito sueño, pero que siempre termina despertándose antes de tiempo.
Es hora de ponerse al día. El Arsenal no atraviesa un buen momento, es un hecho. Conseguir seis de los últimos quince puntos posibles ha supuesto que sus rivales se le hayan adelantado en la puja por el título. Además, ha permitido que nuevos actores entren el juego, véase el Tottenham Hotspur, que ha ido ascendiendo posiciones progresivamente y es segundo en la clasificación con el menor número de goles encajados de toda la competición. Y es que para ser campeones, se deben dar las circunstancias adecuadas en los momentos adecuados. Nada o muy poco puede fallar.
Arsène cuenta con una plantilla de categoría. El problema es que sus jugadores clave no son todo lo regulares que debieran. Ahí reside una de las principales diferencias con el Arsenal que consiguió alzarse con el título de la Premier League hace más de una década. Por aquel entonces, los jugadores no fallaban, eran una auténtica máquina de aniquilar. Bien es cierto que el conjunto era sustancialmente de mucha más calidad. No se nos ocurriría comparar este Arsenal con el de Thierry Henry, Dennis Bergkamp, Cesc Fábregas, Robert Pirès, Patrick Vieira o Sol Campbell entre otros. Ni mucho menos.
Mesut Özil y Olivier Giroud han sido durante el comienzo de la temporada el motor que ha movido al equipo. Su sala de máquinas. El alemán está siendo el faro, sus 16 asistencias en liga dejan boquiabierto a cualquiera que intente dudar de su rendimiento. El internacional galo ha contribuido a la causa con una docena de goles pero, a pesar de todo, su rendimiento ha ido decreciendo desde el inicio del nuevo año. Progresivamente, ha ido alejándose de la punta de lanza de los mayores goleadores de la competición.
La ausencia goleadora de Giroud se ha hecho notar en el equipo, que también encaja menos goles. A pesar de todo, no se ha logrado establecer un equilibro constante y eficaz entre los jugadores de la línea defensiva y la línea atacante.
Las lesiones son el otro quebradero de cabeza que ha azotado a los equipos de Wenger desde tiempos inmemoriales. Cuando aún no existían las lesiones, sus equipos ya las padecían en masa. Se contabiliza que desde hace 12 años han sufrido al rededor de 900. Un dato cuanto menos impactante. Sin ir más lejos, durante el año natural 2015, tan solo Joel Campbell se libró de pasar por la enfermería. Los axiomas son indiscutibles, pero ¿dónde reside el problema?¿Suerte? ¿Mala gestión? Es complicado agarrarse al factor de la fortuna ante una sucesión de resultados similares en una racha de tiempo tan prolongada.
Este fin de semana, se enfrentan al rival más duro de la Premier League, el Leicester City. Una derrota en el Emirates Stadium, supondría colocarse a ocho puntos de la cabeza. Una distancia que comienza a ser peligrosa a estas alturas. Esa será su primera prueba de fuego.
La siguiente jornada, les toca viajar a Old Trafford, de nuevo un partido muy duro. De no conseguir la victoria en el feudo mancuniano, podrían alejarse demasiado del título. Con una semana de pausa en la que se enfrentarán al Swansea, les tocará enfrentarse a sus vecinos del norte, el Tottenham que, como antes comentábamos, está metido de lleno en la pelea por el título. Casi nada.
Esta es la situación actual del Arsenal y su programa a un mes vista. Arsène Wenger debe descifrar la variable que no le permite dar un paso más y alzarse con ese título que tanto llevan esperando sus aficionados. Como buen profesor que es, esperamos que la descifre tarde o temprano.