Arsène Wenger está en el centro del huracán. Criticado por la prensa, vilipendiado por los aficionados, menospreciado por algunos compañeros de profesión e incluso por algunos jugadores, el técnico francés está en una encrucijada. Su futuro dependerá de sus movimientos en los días que quedan hasta el 31 de agosto.
La lista de los errores cometidos por Wenger este verano es interminable, pero dos han sido los que podrían acabar con su reputación y, según como vayan las cosas, incluso con su legado en el Emirates.
En primer lugar, sus declaraciones. Wenge dijo semanas atrás que «el Arsenal no sería un club grande si vendiera a sus mejores jugadores». Fàbregas ya está en Barcelona, y Nasri tiene pie y medio en el City.
En segundo, está el factor tiempo. Wenger podría haber vendido a ambos jugadores hace un mes casi por la misma cantidad que acabará sacando por ambos. La diferencia, es que habría tenido más tiempo para fichar, lo podría haber hecho más barato, los recién llegados habrían tenido tiempo para aclimatarse y podrían haber participado en las dos primeras jornadas de liga y en la previa de la Champions.
Estos son los errores de Wenger. El resto, siendo magnánimos, se lo podríamos achacar a la mala suerte y a la presión. Es discutible que podamos atribuirle a Wenger toda la responsabilidad por las expulsiones de Gervinho y Frimpong, o por las lesiones de Djorou o Wilshere.
Hasta aquí, el pasado. Pero todavía no es tarde. Wenger tiene más de 70 millones de libras para fichar, casi diez días por delante y el Arsenal sigue siendo un grande de Europa (de momento). Suficiente para atraer a jugadores contrastados. El problema es que éstos últimos no abundan.
Descartando fichajes folcóricos como Neymar o jugares en franco declive como Kaká, las opciones son muy limitadas. Eden Hazard, Bastian Schweinsteiger o Mikel Arteta serían buenas opciones para la medular. Jagielka o Cahill, excelentes refuerzos para la zaga. Pero seguirá faltando un lateral izquierdo y un delantero centro digno de ese nombre.
Wenger ha hecho una excelente labor en el Arsenal en la última década, ha inculcado su filosofía de juego en el club, que ha crecido social y financieramente con la construcción de un magnífico estadio. Pero todo ese legado podría transformarse en agua de borrajas si Wenger no acierta en la contrarreloj que deberá correr hasta el 31 de agosto. El reloj ya ha echado a andar. Tic, tac, tic, tac.