La llegada de 1981 descubrió a los aficionados del Leicester sumidos en el pesimismo. Tras proclamarse campeones de segunda división en 1979-80, los Foxes estaban fracasando en su regreso a la élite. Tras sumar su tercera derrota consecutiva, el equipo de Jock Wallace se despidió de 1980 en 21ª posición, con solo seis victorias en 25 partidos, a seis puntos de la salvación, en una época en que las victorias se premiaban todavía con dos.
El cambio de año no transformó la suerte del equipo, que inauguró 1981 con una nueva derrota que le envió al último lugar de la tabla. Una semana más tarde sumó el quinto revés consecutivo. Wallace, un tipo duro que se había labrado un nombre en su escocia natal con el Glasgow Rangers (con quien conquistó dos tripletes domésticos-liga, Copa, Copa de la Liga-), era consciente de que su equipo necesitaba algo.

Wallace decidió entonces que el problema radicaba en la bisoñez de su plantilla, que tenía una media de edad de 23 años. Aunque tenía en su nómina a jugadores de innegable talento, era consciente de la necesidad de un líder sobre el terreno de juego, alguien que actuara como su extensión sobre el césped y guiara a ese grupo de jóvenes. Y sabía quién era ese tótem.
En aquel entonces, Cruyff tenía 33 años y acababa de rescindir su contrato con los Washington Diplomats de la North American Soccer League (NASL) tras solo cinco partidos de la temporada de 1981. El holandés había llegado a Estados Unidos en 1978 de la mano de Los Angeles Aztecs, persuadido por el auge del fútbol en el país y la llegada de otras estrellas mundiales antes que él, como Pelé o Franz Beckenbauer. Cruyff anotó 14 goles en 27 encuentros y fue elegido mejor jugador del año. La temporada siguiente, se trasladó a la costa este de la mano de los Diplomats, donde disputó una temporada completa. Sin embargo, el supuesto boom del fútbol en Estados Unidos no se materializó y el club acabó en bancarrota tras anunciar unas pérdidas de seis millones de libras. Apenas comenzada la segunda temporada, el club anunció a Cruyff que ya no podía pagar su sueldo millonario.
Sin embargo, el holandés seguía en buena forma. La Copa del Mundo de España estaba a algo más de un año y Cruyff albergaba esperanzas de participar. Pero para eso debía encontrar un club europeo a su altura. Varios clubes se interesaron en el holandés. Entre ellos, el Arsenal, pero el interés no pasó de eso. A pesar de su innegable talento, Cruyff tenía fama de conflictivo y su caché le convertía en una apuesta arriesgada y, sobre todo, cara. Pero Wallace no estaba preocupado por eso.

Sin embargo, el Leicester no era el único interesado en Cruyff. El Levante, que estaba luchando entonces por el ascenso en la segunda división española, fue el primero en mover ficha. El club esperaba aumentar la asistencia de espectadores gracias a la presencia del exjugador del Barça y se decidió a apostar por el jugador. Un club alemán, posiblemente el Hamburgo, también se interesó por Cruyff pero este no tenía intención alguna de mudarse a un país que tan ingratos recuerdos le traía tras la derrota en la final de la Copa del Mundo de 1974.
Mientras las negociaciones se desarrollaban, el Leicester enderezó el rumbo contra todo pronóstico y en el escenario más improbable. El Liverpool, vigente campeón, no había perdido un partido en Anfield desde hacía tres años. Sin embargo, el colista Leicester derrotó a los Reds por 1-2 y emprendió una escalada que se prolongaría varias semanas. La siguiente víctima sería otro clásico inglés, el Manchester United, que cayó en Filbert Street por 1-0. Una derrota en Sunderland dio paso a una tercera victoria en cuatro partidos, en esta ocasión en White Hart Lane ante el Tottenham.
En los despachos, la junta del club había hecho números. Los directivos consideraron que la llegada de Cruyff permitiría llenar el campo de Filbert Street y un cuarto de la taquilla sería suficiente para cubrir los emolumentos de Cruyff, 4.000 libras por partido, una fortuna para la época. El 25 de febrero, The Sun anunció el fichaje del holandés por el Leicester y estimó que podría debutar tres días después ante el impresionante Nottingham Forest de Brian Clough, doble campeón de Europa en 1979 y 1980. El propio Wallace afirmaba en el tabloide inglés que “Johan y yo hemos llegado a un acuerdo, espero que pueda estar con nosotros el jueves”.

Sin Cruyff en el equipo, el Leicester empató ante el Forest y culminó su recuperación derrotando en casa al Arsenal por 1-0. Con esos resultados, los Foxes se colocaron a solo dos puntos de la salvación.
Sin embargo, las cosas no tardaron en torcerse para el Leicester y para Cruyff. Los Foxes solo ganaron cuatro de sus últimos doce partidos y acabaron descendiendo a segunda división. Cruyff, por su parte, solo disputó 45 minutos ante el Baracaldo tras recibir un golpe y no fue capaz de alcanzar su mejor forma en el resto de temporada. El Levante solo ganó dos de sus últimos nueve encuentros y no logró el ansiado ascenso. El holandés vio el último encuentro desde el palco a causa de la lesión sufrida en el partido ante el Baracaldo y fue abucheado por los aficionados de ambos equipos. Cruyff se despidió de Levante tras marcar dos goles en diez partidos. Jamás jugó ni entrenó en Inglaterra. Aunque estuvo cerca de hacerlo en Leicester.