Juan Antonio Parejo

Cuando no evolucionar es retroceder

Aspectos como la preparación física o los entramados tácticos en el fútbol se desarrollan cada vez con más celeridad. Lo que hoy puede ser idóneo en un año queda desfasado, como nos recuerdan para bien o para mal los casos del Stoke o el Everton.

 
Cuando a finales de mayo se anunció el cese de Tony Pulis como entrenador del Stoke, una avalancha de críticas se cernieron sobre tal decisión, interpretada como inexplicable. Y sin embargo, desde nuestra atalaya sí que la encontramos fundamento. Quede por delante que el trabajo de Pulis en Stoke ha sido inmaculado y que simplemente por haber insuflado vida esta temporada al Crystal Palace ya merece de nuevo nuestros elogios. Pero vayamos por partes.
 
Cuando en 1999 Maurice Greene rebajó el récord de los 100 metros lisos a los 9,79 segundos parecía imposible que otro atleta, por marciano que fuese, lo pudiera superar. La barrera de los 9,70 segundos además se antojaba como el límite del ser humano. Diez años después un excéntrico jamaicano dejaba el récord en 9,59. Conclusión: en el mundo del deporte, como en la ciencia, todo es susceptible de ser mejorado, por intocables que se crean sus límites.
 

En el deporte, como en la ciencia, todo es susceptible de mejora

El mérito de Pulis es innegable pero acabaron por aparecer carencias

Y el fútbol no es ajeno a esta dinámica. Un año antes del verano en que Usain Bolt rivalizó con el viento, un equipo mágico llegó para asombro del mundo entero, que no fue otro que el Barcelona de Guardiola, que vino a marcar pautas para el resto y exhibiciones para guardar en hemerotecas. Un equipo no solo esplendoroso por lo vistoso de su juego, sino también por su eficacia a la hora de defender, siempre bien dispuesto para el robo y la presión, moviéndose de manera coordinada, como en cordada. Tres años y medio después de su nacimiento, ese Barça histórico dejó de caminar sobre las aguas y sin dejar de ser un conjunto temible, de repente hubo de bajar al fango con el resto de rivales para pelear por ganar. De ser celestiales a terrestres. Muy buenos, pero terrestres, alcanzados ya por sus enemigos. Los tiempos pasan cada vez más rápidos en el mundo del fútbol.
 
Volviendo al Stoke, el mérito de Tony Pulis es innegable. Tomó un grupo de jugadores con talento, digamos escaso, y actuó en consecuencia. Si el repertorio de los potters era pobre, intentó que al menos conocieran cinco o seis argumentos (balones largos, centros laterales, repliegues en bloque bajo, etc.), los conocieran a la perfección y los llevasen a la práctica sin equivocaciones. Podrá decirse que su fútbol no gustaba a nadie y que en palabras de Arsène Wenger, pareciera rugby. Pero nada se podrá objetar a sus logros, como un subcampeonato de FA Cup y una presencia en competiciones europeas. Y por encima de todo, hacerse un hueco en la Premier League, la liga más dura y competitiva del mundo.
 
Ocurrió que la evolución de este deporte no para, sino que se acelera y el año pasado se vieron las primeras limitaciones fatales al cuadro de la cerámica. Partidos en realidad sencillos como la visita del Reading en el Britannia se convertían en un suplicio, resueltos con un simple y afortunado pelotazo. Siendo simplistas, los cinco o seis argumentos del trabajado pero limitado Stoke parecían realmente destinados a agotarse. La necesidad de renovarse para seguir en la élite era más que evidente. Los métodos de Pulis en el Stoke City, mal que nos pese, estaban prácticamente agotados y no existían posibilidades de seguir avanzando por esas vías.
 

Otro asunto muy diferente es que Hughes sea el sustituto idóne

En el lado contrario está el revitalizado Everton de Martínez

Un asunto muy distinto es que Mark Hughes sea la persona idónea para llevar a cabo las reformas necesarias en los potters (aunque hasta día de hoy, el Stoke no anda mal situado), pero la necesidad de evolucionar es palpable, más aún si echamos un vistazo a otros ejemplos. El West Ham es el más evidente, siendo un equipo que transita exactamente los mismos senderos que trazó Sam Allardyce el año pasado con alguna salvedad, como la inclusión de Ravel Morrison y la pérdida por lesión de Andy Carroll, lo que a todas luces constituye una mejora para los hammers. Pero los de East End no han sabido o no han querido dar una vuelta de tuerca a unos esquemas, por otra parte rudimentarios y sobre ellos la amenaza del descenso a Championship sobrevuela de manera acuciante.
 
En la acera contraria podemos ver al Everton, quien tras la marcha de David Moyes apostó por Roberto Martínez, cuya filosofía poco o nada tiene que ver con la del ahora entrenador del Manchester United. Los resultados de los tofees hasta ahora, parecen alabar el proyecto del de Balaguer. Si ampliamos un poco más nuestra radio de observación, no hay más que ver lo ocurrido en el Bayern de Múnich. No contentos con haber ganado todo y arrasado a todo aquel que se pusiese delante, los bávaros optaron por ir modernizando sus axiomas con el fichaje de Pep Guardiola. Lejos de acomodarse en la autocomplacencia o de tener una fe ortodoxa en un sistema determinado, buscan nuevas vías por las que seguir avanzando. Los resultados también parecen avalar al gigante alemán. Un entrenador que ya en el mismo Barça avistó los peligros de quedarse quieto y fue introduciendo novedades para evitar ser alcanzado, como la introducción de Lionel Messi como ariete falso, quizá la más evidente.
 
El corolario parece pues, muy simple. Aspectos como la preparación física o los entramados tácticos en el fútbol se desarrollan cada vez con más celeridad. Lo que hoy puede ser idóneo en un año queda desfasado. Es aquí cuando debemos concluir con la conocida máxima de renovarse o morir.
 

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Juan Antonio Parejo