«De Róterdam a Rotherham» rezaba una de las pancartas exhibidas por los aficionados del Aston Villa en Old Trafford, donde el equipo cayó 1-0 y selló su ascenso a segunda división. Esas dos ciudades marcan el inicio y el final de un viaje que ha llevado al club de la gloria europea de la Copa de Europa al pozo del Championship. Un trayecto que comenzó con Doug Ellis y ha culminado Randy Lerner.
Doug Ellis fue siempre una figura controvertida entre los aficionados del Aston Villa. Tras una primera etapa como presidente y propietario entre 1968 y 1975, este emprendedor inglés que hizo fortuna vendiendo paquetes de vacaciones en España entre sus compatriotas en los años 60, regresó en 1982. Ese mismo año, el Villa se había proclamado campeón de la Copa de Europa tras conquistar la liga el año anterior.
Sin embargo, bajo el reino de Ellis, apodado “Deadly Doug” por su afición a despedir entrenadores, el equipo descendió a segunda división solo cinco años después de coronarse rey del continente. Su segunda etapa estuvo regida por la prudencia financiera, que los aficionados interpretaron como falta de ambición. Así que cuando Ellis vendió el club al estadounidense Randy Lerner en 2006, muchos aficionados creyeron que se abría una nueva era de bonanza deportiva para el club.
La última decisión de Ellis fue despedir a David O’Leary tras tres años en el banquillo y nombrar a Martin O’Neill como su sustituto. Así que cuando Lerner aterrizó en Villa Park, ya tenía un entrenador recién llegado en el banquillo. Ninguno de los cinco técnicos nombrados por Lerner desde entonces ha logrado ensombrecer la labor de O’Neill.
Cuando Lerner llegó a Birmingham para comprar el Villa, ya acumulaba una larga experiencia en la gestión de clubes deportivos y hacía años que cavilaba sobre la idea de comprar un club de la Premier League. Durante sus estudios de derecho en Columbia, Lerner pasó un año estudiando en Cambridge. Allí se aficionó al fútbol y comenzó a seguir al Villa, además de Arsenal y Fulham. En 1998, su padre, Al, compró los Cleveland Browns de la NFL, cuya propiedad heredó Randy cuatro años más tarde tras su muerte. Cuando el Villa se puso a tiro en 2006, Randy no lo dudó ni un instante.
En su primera temporada en el club, Lerner aprobó los fichajes de Ashley Young y Stiliyan Petrov por un total de 15 millones de libras, además del intercambio de Milan Baros por John Carew. El club finalizó en undécima posición, una mejora respecto al decimosexto lugar de O’Leary en su última temporada pero, sobre todo, O’Neill puso las bases del equipo que iba a consolidarse en la zona alta en los siguientes cursos, a los que se sumó la irrupción de un joven formado en la cantera que sumó 9 goles en 2006-07, Gabby Agbonlahor.
En su segunda temporada, O’Neill llevó al club a la sexta posición, aupado por los 13 goles de Carew. Al año siguiente, los Villanos repitieron posición, a solo un punto del quinto clasificado, el Everton. Carew aportó once goles en liga a pesar de sus continuas lesiones y Agbonlahor sumó otros trece.
En 2009-10, el Villa finalizó por tercer año consecutivo en sexto lugar. Al igual que el año anterior, Agbonlahor y Carew fueron los líderes del equipo, al que O’Neill había sumado a un prometedor joven inglés por el que el club desembolsó doce millones de libras, James Milner.

Lerner acabó pagando caro su error. En enero, y con el club en dificultades bajo la batuta de un renqueante Gérard Houllier, tuvo que gastar 18 millones de libras en Darren Bent, casi lo mismo que había cobrado por Milner. En aquella ocasión, el club se salvó pero entró en una dinámica que acabaría desembocando en tragedia.
Houllier no pudo acabar la temporada a causa de sus problemas de salud y en verano fue sustituido por el candidato más improbable: Alex McLeish. El escocés acababa de descender a segunda división con el eterno rival, el Birmingham, y casi logra repetir la proeza al frente de los Villanos. Finalmente, el equipo finalizó en decimosexto lugar, la misma posición en la que se encontraban antes de la llegada de O’Neill.
Tras solo una temporada, Lerner cambio de nuevo de técnico. En esta ocasión apostó por Paul Lambert, que había conducido al Norwich desde League One hasta Premier League y había asegurado la permanencia con cierta holgura. Lambert incorporó a Ron Vlaar y, sobre todo, Christian Benteke, que resultaría clave para lograr la salvación con sus 19 goles en liga.
La temporada siguiente, el equipo repitió el mismo patrón. Con una plantilla cada vez más joven basada en jugadores de la casa y los goles de Benteke, Lambert llevó al club a la permanencia un año más. Pero lejos de progresar, el equipo cada vez parecía más endeble.
Lambert no logró completar la temporada 2014-15 y fue sustituido por Tim Sherwood en febrero. El exentrenador del Tottenham recuperó a Benteke y los 13 goles en liga del belga permitieron al equipo conquistar una vez más la permanencia.
La venta del ariete el verano pasado fue la gota que colmó el vaso. Tras años de descapitalizar la plantilla, desde Gareth Barry a Christian Benteke pasando por James Milner o Ashley Young, Sherwood y luego Rémy Garde se encontraron con un equipo corto, desequilibrado, desmotivado e ingenuo.
El gasto neto del Villa desde la llegada de Lerner hace diez años ha sido de 103,94 millones de libras, es decir, algo más de diez millones de libras por curso. En los últimos cinco años, el gasto neto de Stoke, Leicester o Norwich ronda los 80 millones de libras. De hecho, en ese periodo de tiempo, el Swansea es el único equipo de la Premier League que ha invertido menos dinero en fichajes: los galeses tienen un gasto neto de 9,88 millones por 26,58 de los Villanos.
A la falta de inversión conviene sumar la caótica y errónea política de selección de entrenadores. Tras O’Neill, han pasado por el club: Houllier, que no pudo acabar la temporada por sus problemas de corazón, McLeish, cuyo principal mérito era haber descendido dos veces en tres años al máximo rival, Lambert, que jamás fue capaz de construir un equipo en casi tres años, Sherwood, con una única experiencia (fallida) como entrenador, y Garde, un novato en el fútbol inglés.
Los aficionados del Villa acusaban a Doug Ellis de falta de ambición. Randy Lerner les ha recordado que, como dice el refrán, más vale malo conocido que malo por conocer. Y más cuando el malo conocido no es tan malo y el malo por conocer es mucho peor.