Una vez conocida la noticia del fallecimiento de Gary Speed, decenas de hombres de fútbol han expresado su sorpresa y tristeza por la desaparición de uno de los suyos. Y no uno cualquiera.
Decir Gary Speed es decir fútbol. Su carrera profesional se prolongó durante 22 años, en cinco de los clubes ingleses más históricos. Jugó casi 700 partidos (535 en la Premier League) con Leeds, Everton, Newcastle United, Bolton Wanderers, y luego con el Sheffield United en el Championship. En todos ellos se ganó el respeto y la admiración de sus compañeros y técnicos. Fue internacional 85 veces con Gales. Fue campeón de liga con el Leeds en la última edición previa a la creación de la Premier League, en la temporada 1991-92. Jugó dos finales de la FA Cup. El año pasado, con 40 años, decidió retirarse. Fue distinguido con el título de miembro de la orden del imperio británico por sus servicios al fútbol, dirigió al Sheffield United y luego fue nombrado seleccionador galés.
Speed será recordado por formar parte de aquel centro del campo del Leeds que ganó la liga en la temporada 1991‑92, compuesto exclusivamente por jugadores británicos: los escoceses Gordon Strachan y Brian McAllister, el inglés David Batty y un joven Speed, que tenía 22 años cuando ganó el único título de liga de su carrera. Los cuatro se reunieron la semana pasada en una cena para celebrar los 20 años de aquel logro.
Especular sobre las causas del suicidio de Speed no resultaría oportuno en este momento. Tenía una mujer, Louise, y dos hijos pequeños. Esta es una prueba más de que la faceta pública de una persona, sea famosa o no, no es más que la punta del iceberg. El resto permanece oculto al resto del mundo.
Pero en todo caso, no puede haber sido por el fútbol. Toda su carrera es una demostración de talento natural y profesionalismo. Llegó a ser el único jugador en haber marcado en todas las ediciones desde la creación de la Premier League, y ostentó el récord de número de partidos jugados en esta competición (ambas marcas serían superadas más tarde, ambas por Ryan Giggs y la segunda por David James). Su carrera como técnico es otra prueba más de su dedicación.
Cuando aceptó el cargo de seleccionador galés el año pasado, animado por sus compatriotas Mark Hughes y Robbie Savage, el equipo estaba en pésimo estado. En sus diez meses al frente, lo llevó desde su peor ránking FIFA de la historia (117º) hasta el top 50, ganando cuatro de sus últimos cinco encuentros.
Además, Speed era un tipo de esos que ya no existen en el mundo del fútbol: un hombre con principios. Abandonó uno de sus clubes después de que le pidieran que diera la charla al descanso en calidad de capitán en lugar del técnico, que no podía hablar a causa de la bebida. Los aficionados del club en cuestión se quedaron de piedra por su partida, pero él había firmado un acuerdo de confidencialidad y nunca habló de aquel incidente.
De pequeño, Speed era aficionado al Everton, club para el que jugaría luego. El domingo, muy cerca del lugar donde había sido aplaudido tantas tardes, Anfield se unió al recuerdo. Fue precisamente allí donde marcó uno de sus goles más recordados, un empate en los últimos minutos. Pero cuando un grande del fútbol se marcha, solo se puede inclinar la cabeza en señal de tristeza y respeto.