La camiseta de Diego Costa luce el dorsal 19, tanto en la selección española como en el Chelsea. Sin embargo, el delantero juega en la posición de nueve. Esa posición que tanta belleza y placer ha generado en forma de goles a lo largo de la historia del fútbol. Ser un nueve es ser heredero de jugadores como Ronaldo, van Basten, Batistuta, Del Piero, Di Stefano, Gary Lineker, Raúl González o Pelé. El nueve es el jugador en el que se fijan todas las miradas, aquel al que todos los defensas vigilan con vehemencia, aquel al que todos los niños quieren imitar y aquel cuya camiseta portan, orgullosos, cada domingo de fútbol. Ser un nueve es ser esa punta que materializa el trabajo de todo el equipo en forma de gol, ese artesano del balón que nos ofrece la esencia del fútbol. No es fácil ser un nueve. Si se baja un poco el listón, no abres ese hueco en la defensa; si se baja un poco el ritmo, te han birlado la pelota justo cuando ibas a disparar. No es fácil. Y Diego Costa lo sabe.
Ser nueve no es sencillo. Sobre él recae la presión de los goles, la esencia
Más allá de diferencias tácticas, la ansiedad le atenaza en la Roja
El jugador brasileño fichó por el club Blue tras dos espectaculares temporadas a orillas del Manzanares. Era cuestión de tiempo que la selección llamara a su puerta. El jugador, sin ninguna duda según él, decidió comprometerse con los colores de la Roja. Ahora bien, esa magia que Diego Costa es capaz de producir en placenteras cantidades con la camiseta del conjunto londinense se le resiste cuando se enfrenta a esa misma situación con la selección española. ¿Qué le ocurre? Los números no mienten. Nueve partidos, 659 minutos, un gol. El jugador daba algunas claves en su rueda de prensa previa al enfrentamiento contra Eslovaquia la semana pasada. Reconocía que necesitaba marcar y sentirse bien, que necesitaba confianza, que llegó a pensar en que no le volverían a llamar a la selección y que quizás fuera la ansiedad. Podría ser.
Es obvio que Costa es un delantero físico, que se aprovecha de su zancada y de la verticalidad que reina en el fútbol inglés; y que la Roja es una selección de un juego más combinativo que vertical, una selección contra la que los rivales se cierran y donde el nueve debe aprovechar los reducidos espacios que le dejan los férreos marcajes del equipo contrario. Es obvio que Costa aún no se ha adaptado al juego de la Roja, más allá de su aportación fijando a la defensa rival, que tiene mil ojos sobre él. Pero… ¿y la ansiedad?
La ansiedad es un estado psicológico que se expresa en tres niveles:
- el cognitivo, es decir, el pensamiento de tener miedo a algo (consciente o no), esos pensamientos catastróficos “¿y si…?”,
- el emocional, es decir, un estado de ánimo caracterizado por el miedo y la irritabilidad,
- y el fisiológico, que guarda relación con motor-activación y tensión muscular.
¿Cuál es el papel que la ansiedad podría estar jugando en el bajo rendimiento de Costa con la Roja? ¿Podría afectarle en el Chelsea? Partamos de la base que Costa está empeñado en brillar con la Roja. No sólo eso, parece que se exige hacerlo bien (algo que podemos inferir de la fuerte autocrítica del delantero tras sus últimas actuaciones). Por el mero hecho de ser un profesional, debería exigirse hacerlo bien. Pero parte de esta exigencia también procede de la duda y del miedo. “¿Y si no me convocan más? ¿Y si pierdo la titularidad? ¿Y si…?”. No está siendo un inicio de temporada fácil para el jugador, con un bajo rendimiento con la selección y con un penoso arranque del Chelsea en la Premier. Ahora bien, la exigencia, normalmente, acaba llevando a la ansiedad. Y la ansiedad se traduce (entre otras consecuencias) en menor precisión en los gestos técnicos (pases, disparos a puerta…), menor uso de la creatividad (el miedo es un gran inhibidor de los estados de flujo, tal y como los definía el famoso psicólogo Csíkszentmihályi) y propensión a estados de ánimo desagradables (como la frustración o la ira).
Sólo así podemos comprender unas prestaciones muy por debajo de lo esperado en un jugador que lleva el gol en la sangre. Sólo así podemos comprender que, aunque Costa no sea un jugador especialmente destacado por su creatividad, sí es un jugador que podría sacar más partido del escaso espacio que tiene entre la defensa rival. Y no está siendo capaz de hacerlo. Sólo así podemos comprender que, en un estado de rabia, ira y frustración, el delantero empujara con cierta violencia -debido a un mal control de impulsos- a un jugador macedonio de tal forma que el árbitro le mostró la tarjeta amarilla. Esa tarjeta amarilla que le hará perderse el próximo partido oficial contra Luxemburgo.
No es difícil observar que la ansiedad ha llevado a Costa a rendir peor. Si siguiera afrontando los próximos partidos con la selección desde la exigencia de rendir bien, sería previsible que la ansiedad aumentara y su rendimiento, por tanto, se deteriorara aún más, para hartazgo de la grada española.
Así pues… ¿Qué hacer? ¿Cómo podríamos, desde la psicología del deporte, devolver a Costa a un estado óptimo con la selección?
Del Bosque hace bien en insistir con él y centrarse en los aciertos
Cuanto mayor es la ansiedad, mayor será la dificultad para marcar
Habría que hacer una intervención a varios niveles. El trabajo con el técnico es muy importante, y se podrían acordar unas pautas de trabajo, para que Vicente del Bosque pudiera trabajar psicológicamente el problema de forma constante. Algo que ya está realizando el seleccionador, al poner de titular a Costa mostrándole una confianza incondicional, lo cual es una buena estrategia ya que contribuye a restar presión al jugador. Además, Del Bosque podría reforzar y focalizar la atención en todo aquello que Costa hace bien (el esfuerzo que realiza para buscar balones con tan poco espacio, los disparos que falla, etc.) así como podría restar importancia a los errores, cruciales en todo proceso de aprendizaje (y la adaptación de Costa a la Roja es un proceso de este tipo, como no podía ser de otra manera).
Con el jugador, si éste fuera accesible al psicólogo del deporte y mostrara su disposición para trabajar los aspectos psicológicos (algo que no siempre ocurre), se podrían utilizar un amplio abanico de técnicas. Así, mediante técnicas cognitivas (simplificando mucho, éstas persiguen que la persona tenga creencias que sean beneficiosas y no perjudiciales para ella), podríamos trabajar la elevada exigencia del delantero, modificándola por un deseo beneficioso psicológicamente para el delantero de jugar lo mejor posible (“el esfuerzo no se negocia”, dice Simeone), pero aceptando el error, la posibilidad de no ser convocado, y, en definitiva, la incertidumbre que rodea a toda acción que una persona realiza en la vida.
Otro tipo de técnicas a utilizar podrían ser técnicas de tipo fisiológico (por ejemplo, técnicas de relajación) que básicamente persiguen que el jugador pueda controlar en parte su ansiedad.
Esta intervención conseguiría un descenso de la ansiedad del jugador, así como una mejora del rendimiento del delantero con la selección y el club; siendo una muestra de cómo los psicólogos del deporte podemos contribuir al éxito deportivo y personal de los jugadores. Es llamativo que, sin embargo, debido probablemente al desconocimiento acerca de lo que puede ofrecer la psicología del deporte, la Roja no dispone de ningún psicólogo deportivo integrado en su staff técnico. Una pena porque en la élite, con jugadores de calidad tan elevada, la diferencia la acaban marcando aspectos psicológicos, esos aspectos que probablemente están influyendo para que Diego Costa no esté siendo el que era cada vez que se pone la camiseta de la Roja.
Sergio Gordillo es psicólogo general sanitario y está actualmente cursando el Máster de Psicología de la Actividad Física y del Deporte por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)