David Acebal

Ducha o baño

David Moyes intentó acometer una limpieza general en Old Trafford pero sus muchachos acabaron más sucios de lo que estaban. Louis van Gaal tomó el relevo pero las cañerías del teatro de los sueños seguían sin absober el agua… hasta que llegó un tapón a medida.

 
Cuando David Moyes llegó a los vestuarios de Old Trafford quiso instaurar como norma el aseo personal a través de una siempre efectiva, rápida y relajante ducha.
 
Lo que el escocés no se esperaba era que en estancias contiguas, concretamente en la lavandería, Ed Woodward se dedicara a conectar sus inmensas lavadoras industriales en el mismo momento en el que se encontraba enjabonado, con sus cabellos revueltos, los ojos ciegos por el champú y en la más absoluta desnudez.
 
Quizás para los pobres la combinación ducha-lavadora sea lo más parecido a una tarde en un balneario-spa. Pero, cuando eres el flamante entrenador de uno de los equipos más poderosos del circo del balón y entre tus obligaciones se encuentra hacer pasar un rato agradable y relajado a cientos de miles de espectadores repartidos por el globo, el juego directo y sin concierto tal vez no sea la mejor de las opciones.
 

A Moyes, alguno le tiraba la pastilla de jabón a ver si se agachaba a por ella

Y todo siguió igual hasta que Woodward compró un tapón a medida

No sólo la falta de potencia en el caudal de agua impedía al bueno de Moyes mantener pulcro y atildado el juego de los Red Devils, sino que además algunos de los chicos del vestuario (que en el pasado se habían lavado con jabón de sosa y agua caliente procedente de calderas de carbón) no creían en las habilidades milagrosas de la ducha y se dedicaban a esconderle la toalla al míster cuando este se disponía a abandonar el fino chorro de agua con el que pensaba mantenerse limpio. Incluso se comenta que alguno le tiraba la pastilla de jabón para ver si se agachaba a por ella, aunque esta afirmación sea poco noble.

Ya sabemos cómo terminó esta historia, los resbalones en la ducha son causantes de un importante número de accidentes fatales en todo el mundo y este caso no fue una excepción.

 
Con la llegada de Louis Van Gaal se tomaron medidas drásticas en lo referente a la higiene en las entrañas del vestuario.
 
Se calculan en varios cientos de litros de desinfectantes y productos abrasivos los encargados por el holandés, consciente de la limpieza a fondo que debía de acometer. Cuentan que durante días no se podía ingresar en la zona sin ir debidamente equipado, por eso el equipo se fue a Estados Unidos de gira. A su vuelta, habían desaparecido los gérmenes y bacterias que más tiempo había vivido en ese ambiente.
 
En lo referente al aseo personal, los años de experiencia de Louis le hacían pensar que un buen baño podía ser la solución. Y se puso manos a la obra: a Woodward se le encargó la misión de contratar un buen servicio de lavandería externo al club que permitiera no tener que compartir la acometida de agua con las máquinas.
 
Los productos de limpieza que había que adquirir estaban marcados baja pautas claras: biodegradables, sin cloro ni fosfatos (Shaw), testados dermatológicamente para que no dañaran ni irritaran la piel ni causaran alergias (Di María) y concentrados: eliminando los rellenos y el agua potenciando los ingredientes activos que aumentan su poder (Herrera, Rojo). Al final, un toque de abrillantador (Falcao) daría un resultado reluciente al equipo.
 
Sin embargo, una vez comenzado el juego, aún los chicos terminaban los encuentros sucios, mugrientos, tiznados por la derrota. Algo no funcionaba.
 
El caudal de juego, el flujo de goles, se escapaba entre las piernas de los jugadores, la bañera no era capaz de soportar el agua bendecida por el tulipán.
El tapón! Faltaba el tapón, sin un buen tapón no hay quien se bañe!
 
Y en estas llegó Daley Blind, el chico enjabonado, enjuagado y aclarado, el chico reluciente. El tapón que llevaban años esperando en la bañera de Old Trafford.
 
Ahora, al finalizar los partidos los chicos de Louis saldrán limpios y aseados. Y los rivales volverán a recibir un buen baño.
 

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David Acebal