Toño Suárez

El bosque animado (0-2)

Derrota del Liverpool en Anfield ante un Chelsea impecable en defensa y letal a la contra que desquició a los jugadores locales. Los de José Mourinho entran de nuevo en la pelea por la Premier League aunque el favorito ahora es el Manchester City.

 

Premier League

Liverpool 0
Chelsea 2
Ficha técnica
0 – Liverpool: Mignolet, Johnson, Flanagan (Iago Aspas, 81), Gerrard, Skrtel, Sakho, Lucas (Sturridge, 58), Allen, Suárez, Sterling, Coutinho.
2 – Chelsea: Schwarzer, Azpilicueta, Cole, Mikel, Ivanovic, Kalas, Matic, Lampard, Ba (Torres, 84), Salah (Willian, 60), Schürrle (Cahill, 77).
Goles: 0-1, m.45+1: Ba. 0-2, m.90: Willian.
El invitado incómodo y grosero que le tiró por encima hoy a los aficionados del Liverpool todo el caudal del Mersey por encima de sus cabezas. A modo de titular bien vale para resumir noventa y tantos minutos de juego en los que reconocimos a ciencia cierta al Chelsea de José Mourinho y en el que echamos de menos a ese Liverpool de Brendan Rodgers, que eligió el peor momento del año para perder su primer partido en 2014. O lo que significa jugar solo con corazón, por muy grande que se tenga, cuando al fútbol solo se juega con un balón.
 
El Chelsea que, entre col y col tenía una lechuga, se presentó en Anfield con un equipo plagado de suplentes millonarios. La col del Calderón no se le había indigestado en demasía por lo que la lechuga de Anfield podía ser más llevadera. Cuando los aficionados de The Bridge no le saltaron al cuello a su entrenador cuando, hace semanas, se borraba de la Premier en sala de prensa sabían que su técnico se maneja como nadie en situaciones de máxima tensión. Y si hay que poner un autobús de dos pisos ante la portería se pone. La historia no recuerda el cómo, recuerda el qué. Y ya se sabe que en el amor y en la guerra todo vale.
 
Por tanto, nada que reprochar a un Chelsea que volvió a dejar la estación de autobuses de Victoria vacía de vehículos. Al fútbol se juega de muchas maneras, todas lícitas y esas cosas, así que nada de adoctrinar: Roman Abramovich no repescó al portugués para hacer amigos, ni para dejar boquiabiertos a su parroquia con largas posesiones, juego de toque, rondos estratosféricos y fuegos de artificio en el horizonte. Le trajo para ganar partidos como el de hoy y la col que le queda el miércoles. Y a ellos, los aficionados, les importa muy poco que al resto del mundo les sangren los ojos viendo jugar a su equipo. En la rula no preguntan, apuntan.
 
Fue un partido que ya hemos visto muchas veces. Y es cierto. Después de las quejas del mundo del fútbol sobre el planteamiento rácano y cicatero del portugués en el Calderón, alguien reflexionaba en voz alta preguntándose dónde habían estado los de las vestiduras rasgadas los últimos cinco años. Mourinho no mostró nada nuevo: dos líneas delante de su portería, férreas, disciplinadas y marciales con un Azpilicueta pidiendo a voces su Mundial, Ivanovic estratosférico, Kalas que se acabó comiendo a un Luis Suárez que se las prometía felices y un Cole que parece estar recortando distancias con Luke Shaw en la batalla por ser el suplente de Leighton Baines en Brasil.
 
Y los demás, a trabajar, agobiar, recuperar y lanzar la bola a una isla llamada Ba que se bastó y sobró para traer en jaque a la defensa del Liverpool cada vez que bajaba y protegía el balón con su corpachón. El destino hizo que un mal control y un resbalón inoportuno de Steven Gerrard acabara en los pies del senegalés que no tuvo mucha dificultar en batir por bajo al belga Mignolet ya cuando la grada pedía el descanso. El Mersey empezaba a desbordarse.
 
Y, mientras tanto, el Liverpool con todo el campo para él, más de un 70 % de posesión de balón (o cuando tener el balón no significa nada) con Suárez enredado en la tela de araña, Gerrard disparando a puerta como un obseso compulsivo intentando expiar penas por el error cometido, Sterling neutralizado, Allen y Lucas superados, desquiciados en conjunto, ni estaban ni se les esperaba. Sturridge, tocado en el banquillo, fue la primera apuesta de Rodgers para solucionar el desaguisado pero todo estaba gripado. Hasta Aspas, que salió para intentar tener ese minuto de gloria por el que Anfield suspiraba y se convirtió, a su pesar, en un infiltrado de los de Mou, vestido de rojo.
 
Con un Liverpool volcado, todo corazón, escasa cabeza y nulo juego, limitado a lanzarle balones al área a los centrales londinenses que estaban en su salsa, una pérdida de balón de Sturridge propició una contra entre Torres y William contra Mignolet que el ex del Donetsk acabó alojando en las mallas. El Chelsea aburrirá a las ovejas pero es efectivo, letal y gana los partidos grandes. Quizá no sea un problema de juego decimonónico: a lo mejor es que las ovejas son demasiado exigentes.
 
El Liverpool se ha pasado toda la temporada esquivando árboles mientras veía como sus rivales se estrallaban una y otra vez contra ellos. Curiosamente, cuando todo parecía más despejado, el bosque animado le plantó toda una hilera frente a sus narices, no supo qué hacer y se estrelló. No podía ser de otra manera. Hubiera sido casi un sacrilegio que una Premier tan disputada como la de éste año se hubiera acabado una tarde de domingo en Anfield con dos jornadas aún por disputar. El que la quiera, que la sufra hasta la última jornada.
 
Nadie dijo que ganar la mejor liga de fútbol del mundo fuera fácil.
 

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Toño Suárez