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El Chelsea hinca la rodilla ante el PSG (2-2)

Homenaje al fútbol en Stamford Bridge. Gary Cahill y Eden Hazard, de penalti, marcaron para los Blues. David Luiz y Thiago Silva lo hicieron para el conjunto francés. Jose Mourinho nunca pudo imponer su planteamiento al de Laurent Blanc. Bjorn Kuipers expulsó injustamente a Ibrahimovic antes del descanso.

 

Champions League

Chelsea 2
PSG 2
Ficha técnica
2 – Chelsea: Courtois, Ivanovic, Cahill, Terry, Azpilicueta, Matic (Zouma, 84), Fàbregas, Ramires (Drogba, 0), Oscar (Willian, 45), Hazard, Diego Costa.
2 – Paris Saint-Germain: Sirigu, Marquinhos, Thiago Silva, David Luiz, Maxwell, Verratti (Rabiot, 82), Motta, Matuidi (Lavezzi, 81), Pastore (Van der Wiel, 118), Ibrahimovic, Cavani.
Goles: 1-0, m.81: Cahill. 1-1, m.86: David Luiz. 2-1, m.96: Hazard. 2-2, m.114: Silva.
El partido fue metafóricamente algo parecido a una manifestación. Por un lado, la policía. El Chelsea. Uno de los habituales grandes en la Champions. De la aristocracia europea. Y a su mando, el jefe del estado, José Mourinho. El que más experiencia tiene en estos contextos, el que mejor sabe moverse. El que más hipótesis maneja y, por tanto, sabe más.
 
En el otro, los manifestantes. Los replicantes. Los que buscan el cambio. El derrocamiento de los mandatarios habituales. El PSG. Con la esperanza y la ilusión del cambio. De una nueva realidad. De una oportunidad para sí mismo. Para mejorar. Para ser uno de los grandes.
 
Todo concurría por los cauces esperados. Las quejas y argumentos de los manifestantes. Pero dentro de los cauces y el orden policial. Es decir, el PSG proporcionaba motivos para mostrar su candidatura a tener la razón. De que era mejor que el Chelsea. Que lo demostró en París. Y lo iba a demostrar en Londres. El Chelsea se agarraba al factor ambiental. Al jefe del estado, que lo tenía controlado y a la inercia positiva siempre como locales en Champions. Exceso de confianza. E ineficacia.
 
Pero siempre hay algo que rema en favor de los que tienen el poder. Un factor con el que se cuenta que decanta la balanza en favor de los que mandan. Y que no estaba previsto. Bjorn Kuipers expulsaba a Zlatan Ibrahimovic por una entrada rigurosa a Oscar. Falta segura, amarilla posible. Expulsión, jamás.
 
Al líder del PSG le pegaron una pedrada y lo sacaron de combate. Sin opción a la justicia o a la réplica. El líder sindical de Laurent Blanc se iba al vestuario a la media hora. Y en este caso iba a ser mucho más influyente que en el Parque de los Príncipes. Zlatan estaba con su modo jugador descomunal. Participando. Bajando al mediocampo. Jugando de 10, de 5 y de 9. A su antojo. Y haciendo estragos.
 
Comenzaba un nuevo partido. Al PSG (los manifestantes), les habían quitado las pancartas y los megáfonos. Les habían quitado a Ibrahimovic. Quedaba la fe, el esfuerzo. Y la esperanza. Siempre la esperanza. Al menos al descanso llegaban con un resultado con el que podían especular. Y tener opciones. Un resultado adverso al final de los primeros 45 minutos habría sido devastador.
 
Realmente meritorio el planteamiento de Laurent Blanc. Mourinho jamás encontró respuesta. No pudo penetrar en sus defensas. No hubo opción a la superioridad. El PSG siempre tuvo el control de la eliminatoria. No creó excesivo peligro pero jamás sufrió demasiado. Jamás perdió la concentración. Nunca se descolocó. Tuvo sacrificio y profesionalidad. Honor por el deporte y sus aficionados. Y por la competición. No había opción a la rendición.
 
En el segundo tiempo, el PSG acentuó su exhibición. También Thiago Motta. El emperador del mediocampo. El mediocampista italo-brasileño aúna conceptos físicos, técnicos y sobre todo tácticos. Forma un medio del campo fabuloso junto a Marco Verratti y Blaise Matuidi. Tiene un sentido de la colocación descomunal y una inteligencia posicional al alcance de muy pocos.
 
El Chelsea en el segundo tiempo tampoco tuvo opciones claras de perforar la portería de Salvatore Sirigu. Y sí el Paris Saint Germain. En una salida iniciada por Motta, Verratti asistía al espacio a Edinson Cavani tras una conducción fulgurante desde su campo. El matador uruguayo driblaba a Thibaut Courtois pero estrellaba el balón en el interior del poste sin que llegara a entrar. Era demasiado pronto para hacer justicia. Pàra desenmascarar la verdad. La proeza debía ser titánica.
 
Los Blues se adelantaron más allá del 80. En un rebote de un balón parado. Detalles del fútbol que suelen caer a favor de los equipos de José Mourinho. Esta vez, Gary Cahill fue el ejecutor. Muchos creímos que era el Demba Ba de esta edición. Que la policía volvería a ganar a través de la fuerza y la racionalidad. Pero esta vez no.
 
David Luiz obró el primer milagro en favor del pueblo. En un córner sacado por Ezequiel Lavezzi entró como un tren al primer palo para rematar. Se desató la fuerza del pueblo. Empezaron los truenos, los disturbios. El PSG empataba y el partido se abocaba a la prórroga.
 
A Mourinho no se le veía muy disconforme con la situación. Media hora más de partido con un hombre más. Viento a favor. Pero hubo un aspecto que The Special One no tuvo en cuenta. Esta eliminatoria no iba por los cauces que el quería. Nunca lo fue. Quizá sea el bajo nivel de su plantilla o el meritorio esfuerzo del PSG, pero algo faltó en el planteamiento del Chelsea. Faltaron argumentos futbolísticos en ambos partidos. Y más aún en la hora y media de partido que pasó su equipo en superioridad. Él y su equipo esta vez fueron el Barcelona. Y Blanc y los suyos el Inter de Milán.
 
De cualquier modo, el viento volvía a correr a favor. Un absurdo penalti por mano de Thiago Silva posibilitó a Eden Hazard transformar el penalti y poner por delante a los londinenses por tercera vez en la eliminatoria. Sería la última.
 
Pero el fútbol esta vez no iba a ser tan injusto. Esta vez no podía recompensar a Mourinho. Al estado. No había sido mejor. No tenía razón. Y sí el pueblo. Que merecía su recompensa. Su oportunidad de ser oídos. De opinar. De seguir luchando. Y Thiago Silva empataba el partido y remontaba la eliminatoria con un colosal cabezazo que superaba a Courtois. El PSG, a cuartos de final.
 
El partido fue una oda al fútbol. A la Liga de Campeones y al Paris Saint Germain. Retrató a Mourinho, a Kuipers y a los jugadores Blues. Un episodio que pasó a la historia. Donde venció el pueblo. Donde ganaron los que merecieron. Los que lucharon. Y por ello, siguen en la Liga de Campeones. Se quedará el PSG.
 

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