Premier League
Manchester City | 2 |
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West Ham | 0 |
Ficha técnica |
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2 – Manchester City: Hart; Kolarov, Kompany, Demichelis, Zabaleta; Javi García, Yayá Touré (Negredo, 85), Nasri, Silva (Milner, 75); Agüero, Dzeko (Fernandinho, 68). |
0 – West Ham: Adrián; McCartney, Reid, Tomkins, O´Brien; Taylor, Noble, Nolan (Jarvis, 63), Diamé (Joe Cole, 80), Downing; Carroll (Carlton Cole, 74). |
Goles: 1-0, m.38: Nasri. 2-0, m.48: Kompany. |
El primer tiempo estaba pronto a morir cuando Steven Gerrard, último hombre, recibió un pase de Mahamadou Sakho. Una acción en apariencia inocua pero que acabó por ser la jugada de la temporada. El capitán de la nave red, después de años porfiando para recuperar el trono inglés, fallaba un control sencillo para posteriormente resbalar. Atento o por casualidad, el tercer delantero del Chelsea recibió el esférico como si le hubiera tocado en una tómbola para enfilar y ajusticiar a Mignolet. Después de tanta travesía, el capitán se dejó abierta una escotilla y el agua se abrió camino, naufragando definitivamente en Selhurst Park.
Abierta la puerta y con un Chelsea fuerte ante los fuertes y débil ante los débiles, el Manchester City estuvo presto para tomar la plaza. La jornada de ayer no sirvió sino para confirmar que el cielo vuelve a ser azul. De nuevo en la última jornada, aunque sin el dramatismo de aquel partido ante el Queen´s Park Rangers de celebrado recuerdo en el Etihad.
Fiel a sus esquemas, el West Ham priorizó preservar sus redes sin perforar, defendiendo una línea de hasta seis jugadores en la frontal del área, con sus exteriores incrustados en los laterales. Frente a la disposición defensiva Hammer en un 6-3-1 y conocedor de que el empate era suficiente, el Manchester City abusó de la posesión y el pase corto. La premisa era clara: estaba totalmente prohibido perder la pelota por detrás de tres cuartos de cancha. Desde los extremos de los de Pellegrini partían dos cartesianos como Silva y Nasri, enfatizándose el juego de asociación.
El resultado de las precauciones no podía ser otro que el de un partido lento y espeso. El City se acercaba al balcón del área, pero salvo una volea de Silva a centro de Zabaleta, el encefalograma continuaba con planicies. La clarividencia del canario y la zancada de Touré abatían líneas visitantes, pero las tentativas locales se estrellaban en el muro de Allardyce. A la ausencia de riesgos se sumó pasado el cuarto de hora el gol del Newcastle en Anfield, desbravando aún más la contienda.
Incapaz de llegar en combinaciones, los Citizens optaron por la vía rápida del disparo lejano, por medio de Agüero, Touré y Dzeko, pero no había manera. Si Zabaleta y Kolarov no ocupaban los carriles, los de Pellegrini se atascaban en un enorme embudo. Cerca del descanso y empantanado de trincheras el frente, Samir Nasri se despegó de su par y soltó un latigazo al ángulo inferior izquierdo de Adrián, imposible de atajar, para certificar el cuarto entorchado liguero de los mancunianos. Poco antes del final del primer tiempo, David Silva disparó dentro del área al palo.
Nada más comenzar el segundo acto, cualquier tipo de duda (de existir) se disipó cuando Vincent Kompany se aprovechó de un rechazo en un córner y materializó el 2-0. Los tres cuartos de hora restantes parecían destinados para el festejo de un Etihad a rebosar, más aún con el West Ham, desprovisto de cualquier tipo de objetivo y tensión competitiva. Como muestra de su insustancionalidad, los londinenses no llegaron a chutar entre palos en todo el partido.
Entre pase y pase en corto del City, el choque ya dio poco de sí, salvo para la rueda de cambios y las consiguientes ovaciones, un puñado de subidas de Zabaleta que Agüero no supo materializar y un roce entre el propio delantero argentino y Mark Noble. Señaló el final Martin Atkinson y el cielo volvió a ser azul.
Gloria al campeón, ya que en la regularidad no se vence sin ser el mejor. Un gigante en ocasiones con los pies de barro y del que siempre se sospecha que puede dar más de sí, pero que sigue teniendo la mejor plantilla de Inglaterra. Dos títulos en una temporada para la memoria en el Manchester celeste y algarabía en el Etihad, que acabó siendo invadido por sus seguidores. Sin embargo, habrá un hombre a la ribera del Mersey que le seguirá dando vueltas a aquella maldita jugada y a esos cinco segundos que le taladrarán por siempre la cabeza.