Pocos jugadores han tenido tantas oportunidades como Carlos Tévez en el Manchester City. Pero él y sus asesores se han empeñado una y otra vez en malbaratarlas todas. Hasta llegar a la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de un club y un técnico que han hecho lo indecible por que el jugador se adaptara y estuviera a gusto en Manchester. Una ciudad que, por cierto, este verano desde Argentina, dijo que «no volvería a pisar nunca más, ni de vacaciones».
Tévez es el jugador que más cobra en el City y en el fútbol inglés. El club le convirtió en el epicentro de todo su proyecto multimillonario. La idea era crear el mejor equipo del mundo con Tévez como vedette del show. Incluso le dieron el brazaleta de capitán. Pero el argentino ha respondido con faltas de respeto y salidas de tono constantes.
El pasado diciembre solicitó formalmente su traspaso. El club no le vendió y acabó convirtiéndose en el máximo goleador del equipo y de la Premier League. El City ganó la FA Cup, su primer título en 35 años y organizó una gran fiesta en Manchester para celebrar este éxito histórico. Pero el argentino consideró que su trabajo ya estaba hecho e intentó largarse a Argentina antes de la celebración. El club, por supuesto, se negó y le obligó a quedarse.
Este verano, intentó por todos los medios abandonar el club con la excusa de que quería estar cerca de sus hijas, como si vivir en Madrid o Milán le acercaran mucho a Argentina. El City y Mancini, cada vez más cansados de la volatilidad del «apache», le abrieron las puertas. El problema fue que ningún club del mundo quiso o pudo pagar su precio y su ficha. Así que no le quedó más remedio que quedarse en una ciudad donde abiertamente dijo que no quería vivir.
Mancini optó por otros jugadores y Agüero ha ocupado el lugar que anteriormente pertenecía a Tévez sobre el campo y en el corazón de los aficionados. Era cuestión de tiempo que Tévez, descontento en la ciudad, relegado al banquillo y despreciado por sus compañeros, que han dejado entrever que no le quieren como capitán, volviera a las andadas. Fue el martes como podría haber sucedido cualquier otro día o por cualquier otro motivo. Tévez es un jugador conflictivo que jamás estará satisfecho allí donde esté y que ha quemado ya todas sus naves. Si cree que los grandes clubes europeos apostarán por un jugador con su historial, está muy equivocado. Bueno, siempre está el Inter, plagado de sudamericanos y que con tal de huir de la sombra del Milán estaría dispuesto a cualquier cosa.
Sin embargo, lo peor de Tévez no son sus salidas de tono, sino su cinismo. Después de cada polémica, sus asesores (¡cuánto trabajo deben tener esos muchachos!) emiten un comunicado pidiendo disculpas, inventando excusas y se quedan tan anchos. Achacar lo del martes a un «malentendido» es una falta de respeto más hacia club y aficionados. Aunque una cosa sí es cierta: tras cinco temporadas en Inglaterra, Tévez solo es capaz de balbucear inglés. Algo que tampoco habla muy bien de él. Good bye, Carlos.