Ilie Oleart

El día que George Best fue el mejor del mundo

1976. Los mejores días de George Best eran ya un recuerdo cada vez más vago a pesar de cargar solo 30 años a sus espaldas. El destino quiso que los Países Bajos se cruzaran en el camino de Irlanda del Norte hacia el Mundial de Argentina 78. Y Best no dejó pasar la oportunidad de demostrar quién era el mejor. 

 
Durante décadas, «Ciudadano Kane» ha sido considerada como la mejor película de la historia. El manejo de los claroscuros, los innovadores encuadres de Orson Welles o las magistrales interpretaciones de Joseph Cotten o el propio Welles convierten a esta ópera prima en una indudable obra maestra del séptimo arte. Pero ¿cómo compararla con obras de otras décadas posteriores como la trilogía de «El padrino» de Coppola o anteriores como «La gran ilusión» de Renoir? Las herramientas tecnológicas, el conocimiento de los recursos narrativos o las corrientes cinematográficas han evolucionado con el tiempo, lo que impide una comparación rigurosa.
 
Lo mismo sucede con el fútbol. ¿Cómo es posible comparar a Pelé con Maradona, Cruyff o Messi? El fútbol de los 50 no es igual al de los 70 o el de la actualidad. En ocasiones resulta difícil hacer justicia a los jugadores pasados. Las imágenes de vídeo raramente les hacen justicia. Cuando uno observa hoy grabaciones de partidos de los años 60 o 70, es imposible no darse cuenta de la diferencia de intensidad y velocidad en el juego, en parte debido a factores externos como el estado del césped o el peso del balón pero también la preparación física de los futbolistas.
 
George Best es quizás el jugador más talentoso nacido en las islas. Sin duda, el más determinante de su generación, que cubre de mediados de los años 60 hasta mediados de la década siguiente. Sir Tom Finney dijo una vez que Best era el jugador más completo que había visto nunca. Bill Shankly coincidía con él e incluso Sir Matt Busby que le gozó y acabó sufriéndole, respalda esa opinión. Solo un jugador de su época podía plantarse frente a Best y salir airoso en términos de imaginación, equilibrio, brillantez, autoconfianza: Johan Cruyff.
 
El azar quiso que Irlanda del Norte y Países Bajos quedaran encuadrados en el mismo grupo de clasificación para el Mundial de Argentina 1978. El primer partido entre ambos se disputó en octubre de 1976 en De Kuip, el estadio del Feyenoord, en Róterdam. Más de 50.000 personas se congregaron para presenciar el duelo entre dos de los mejores jugadores del mundo que se encontraban en dos momentos opuestos de su carrera. Johan Cruyff se hallaba entonces en el momento álgido de su carrera. El holandés era la estrella indiscutible del Barcelona, donde había llegado tras coronarse campeón de Europa con el Ajax en tres ocasiones y haber conducido a los neerlandeses al subcampeonato del mundo en 1974. George Best, en cambio, ya había dejado atrás los mejores años de su carrera y había comenzado su largo periplo por clubes de segundo nivel tras abandonar el Manchester United un par de años antes.
 
En aquellos tiempos, los reporteros todavía se hospedaban en el mismo hotel que los equipos a los que cubrían y viajaban con ellos. Bill Elliott era el corresponsal del Daily Express en Manchester y se encargaba de seguir a los dos equipos de la ciudad, además de la selección norirlandesa. En el desplazamiento entre el hotel de concentración y el estadio, Elliott se sentó junto a Best. «¿Qué te parece Cruyff», le preguntó. Best le respondió que era un jugador magnífico. «¿Mejor que tú?», le retó el periodista. Best le miró y esbozó esa sonrisa que utilizó tan eficazmente para encandilar a tantas personas a l largo de su vida: «¿Estás de broma, no? Te diré lo que haré esta noche.. A la que tenga una oportunidad, le haré un caño a Cruyff». Y ambos se echaron a reír.
 
Un par de horas después, la megafonía anunció los jugadores norirlandeses, comenzando por el guardameta Pat Jennings hasta llegar al número 11, George Best. Mientras salía al campo por el túnel, una hermosa rubia le tendió una rosa desde la grada. Best, que no andaba corto de visión periférica o de gusto por las mujeres hermosas, se detuvo y retrocedió para coger la rosa, no sin antes besar la mano de su admiradora. El público holandés le ovacionó con entusiasmo mientras Best saludaba rosa en mano.
 
El árbitro señaló el inicio del encuentro y Best no esperó ni cinco minutos para cumplir su promesa. Recibió el balón abierto en banda izquierda y, en lugar de tratar de ganar la línea de fondo, recortó hacia dentro y se deshizo de todos los holandeses que le fueron saliendo a su paso hasta llegar a Cruyff, que se encontraba en la banda contraria. Best se dirigió recto hacia él, realizó un par de fintas con los hombros y pasó el balón entre las piernas del astro holandés. Mientras le rodeaba para reencontrarse con el balón al otro lado, Best levantó su puño al aire en señal de victoria.
 
El partido finalizó 2-2 e Irlanda del Norte no logró clasificarse para el Mundial. Pero pocos dudaron aquella noche de quién era el mejor del mundo.
 

 

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