En la segunda semana de marzo de 2009, el Liverpool vivió una especie de annus mirabilis. En apenas cinco días, cuatro goles al Real Madrid en Anfield y otros cuatro en Old Trafford para noquear al United. Aquel sábado de marzo en Manchester marcó un punto de inflexión. El camino de regreso a la cima de Inglaterra estaba escrito. Con el tiempo, vimos que no conducía sino a un lento desguace: Xabi Alonso, Mascherano, Benítez, Fernando Torres. Como el Mar de Aral, un Liverpool que tan solo necesitaba un par de retoques, se fue desangrando hasta quedar en lo que es ahora.
La segunda semana de marzo de 2009 fue como un annus mirabilis
Dessde entonces, el equipo se fue desangrando
¿Y qué es ahora? Siendo realistas y duros para los lectores reds, sencillamente un proyecto de futuro, una transición, con pasado y futuro pero sin presente. El pobre balance hasta ahora puede que desespere al hincha del Liverpool, pero no parece existir otro camino. A Rodgers, constantemente cuestionado, no le hizo falta repasar el balance de las últimas temporadas para percatarse de ello. La distancia abierta desde aquella semana de marzo con el Manchester United es sideral y dentro de esa brecha se insertan el Chelsea e incluso Arsenal y Tottenham. Y hasta se ha sumado un nuevo rico, que no es otro que el Manchester City. Futbolísticamente lejos, pero aún más lejos en relación a los medios disponibles, salvo en el caso gunner. No, hay que virar 180º y tomar otro camino. El más difícil, por cierto. Los caminos de regreso a Ítaca nunca estuvieron exentos de dificultades y cantos de sirena. Que pregunten en Dortmund.
Rodgers podría seguir apostando por la vía fácil post 2009 e intentar seguir remando río arriba como el salmón, contratando jugadores de primeras y muchas veces sin sentido, a modo de parches circunstanciales, como los casos de Maxi Rodríguez, Christian Poulsen o Sotirios Kyrgiakos. Continuar por esa travesía del desierto, rellenando el equipo de jugadores que salvo excepciones, como Glen Johnson o muy especialmente Luis Suárez, no tienen nivel suficiente. Los resultados del cortoplacismo de estos últimos años, salvando una Copa de la Liga, saltan a la vista.
El cortoplacismo no devolverá al club a la aristocracia de la Premier
La Revolución siempre acaba por devorar a sus hijos
Por ahí está claro que el Liverpool no retornará jamás a la aristocracia de la Premier. Momento de pararse en mitad del camino y pensar. Renovarse o morir. Reiniciar el sistema y reinventarse parece haber sido la opción escogida. Desde un primer momento, Brendan no pareció dudar sobre la hoja de ruta a seguir, con decisiones como mandar bien lejos a Carroll. Pese a que probablemente el gran perjudicado de esta nueva vía sea él, ya ha empezado a apostar por benjamines como Suso o Sterling, el futuro encarnado del Liverpool. Tras un par de temporadas en las que los reds no sabían ni a qué jugaban, parece que empiezan a construirse una nueva identidad, de la mano de jugadores como Joe Allen. Los inicios son difíciles, como no podía ser de otro modo. Las penalidades, evidentes, como en este inicio de temporada se está viendo al no disponer de más referencias arriba que el estandarte del equipo, Luis Suárez. Durante la marcha al oeste americana, muchos fueron los que se quedaron por el camino. Bien pudiera ser que Rodgers no llegue a timonear al futuro Liverpool, porque ya se sabe, la Revolución siempre acaba por devorar a sus hijos como hacía Saturno.
No existe argumento ninguno que pueda garantizar el éxito y menos aún esta vía, pero los senderos recorridos estos últimos años sí que aseguran más añadas de escasa cosecha y alguna victoria eventual. El único lugar donde el éxito antecede al trabajo es en el diccionario, sea en castellano o en inglés. No obstante, si algún día en Anfield Road las copas se vuelven a alzar, la ingrata, paciente y tan a menudo olvidada labor de derruir el edificio antiguo y colocar los cimientos del nuevo será mérito de Brendan Rodgers y de todos aquellos que le confiaron el rumbo de la nave. Hasta que lleguen esos días, al Liverpool no le queda más que seguir remando y perseverar.