Toño Suárez

El Liverpool convierte Anfield en una balsa de aceite (3-0)

Magnífico partido de los de Rodgers, con un Luis Suarez estelar, que dominaron el encuentro de principio a fin. El Sunderland no entró nunca en el partido más por mérito del Liverpool que por demérito de los de O’Neill. Con ésta victoria el Liverpool se queda a las puertas de Europa.

 

Premier League

Liverpool 3
Sunderland 0
Ficha técnica
3 – Liverpool: José Reina, Daniel Agger, Andre Wisdom, Glen Johnson, Martin Skrtel (Jamie Carragher, 74), Jordan Henderson (Suso, 67), Steven Gerrard, Raheem Sterling (Joe Allen, 57), Lucas Leiva, Stewart Downing, Luis Suárez.
0 – Sunderland: Simon Mignolet, Danny Rose (David Vaughan, 73), Carlos Cuéllar, Craig Gardner, Matthew Kilgallon, Jack Colback, James McClean, Sebastian Larsson (James McFadden, 62), Adam Johnson, Stéphane Sessegnon (Fraizer Campbell, 45), Steven Fletcher.
Goles: 1-0, m.19: Sterling. 2-0, m.26: Suárez. 3-0, m.52: Suárez.
Alguien dijo una vez, seguramente en un momento de clarividencia caduca o quizá al final de una ofuscación perenne, que detrás de un gran presidente siempre había una gran mujer…o algo parecido. Probablemente el lúcido librepensador jamás pensó que su celebrada frase aparecería plasmada algún día en algo que no fueran los libros de historia, sesudas crónicas políticas o en reuniones de intelectuales que eran, o que lo quisieran ser, en cualquier rancio cafetucho, otrora café de alto copete. Pero es lo que tiene las frases, que sobreviven al tiempo y a la polilla. Cualquier gacetillero de medio pelo las puede utilizar a conveniencia si la situación lo requiere. Y hoy lo requiere.
 
Si bien vamos a quedarnos con la semántica más que con la frase per se. Disfracemos al presidente de club de fútbol. No de cualquiera, sino de uno grande, muy grande. Por ejemplo, el Liverpool (club patrimonio del fútbol aunque hoy por hoy equipo pequeño) y travistamos a la mujer de afición fiel, indemne al desánimo, a las tardes de mal futbol, de desaliento, de decepción. Travistámosla de aficionado de a pie del Liverpool y veremos que, detrás de un gran club siempre hay una gran afición.
 
Y esa afición se merecía un partido como el que hoy ha jugado el Liverpool. Un gran partido, quizá el mejor de la temporada. Esa afición se merecía disfrutar del juego de su equipo, del ambiente, se merecía la sonrisa, ese ratito para saludar espasmódicamente a la cámara que le enfocaba, a sacar fotos del campo, del ambiente. Se merecía, al fin, gozar del espectáculo.
 
Y eso que, viendo la alineación, la cosa no pintaba bien ya que el dueño de la pelota, el que la trae de casa y si no se juega como dice él se la lleva y no hay partido, se quedaba en el banquillo. El lugar de Allen lo cubrió Leiva, flanqueado por Gerrard y Henderson. Y la cosa funcionó, vaya si funcionó. Desde el minuto uno, el Liverpool le dijo al Sunderland que estaba en Anfield y que el balón era suyo. Y los de O’Neill se resignaron y se dejaron arrollar. O quizá no pudieron hacer nada para contener a un Liverpool rápido en la circulación y agresivo en la recuperación. Wisdom vivió en campo contrario, Downing fue el amo de la banda, Henderson movió el esférico con una lucidez que se le suponía pero que era reticente a mostrar, Leiva se mostró sobrio y Gerrard pareció quitarse cinco años. Aquello solo podía acabar de una manera.
 
Corría el minuto 18 cuando Mignolet efectuó un saque de puerta, muy centrado, que repelió Gerrard. El balón le cayó a Suárez, que asistió a Sterling para que batiera con una suave vaselina al francés en el mano a mano.
 
El Liverpool fue un rodillo: toque rápido, preciso, constantes llegadas al área rival y rápida recuperación del balón en cualquier parte del campo. Toque de chef, trabajo de zapador: gran combinación.
 
Poco podía ofrecer el Sunderland. En el 21, una fácil y rápida combinación de sus jugadores de vanguardia les permitió colarse entre la defensa del Liverpool, aunque McClean fue incapaz de atinar con el marco de Reina. Poco tiempo duró en el corazón de la afición red el sofocón, que se convirtió en jolgorio cuatro minutos más tarde, cuando vieron a Suárez, tras pase de Gerrard, llevarse puesto a Cuéllar, en un alarde de garra y tenacidad, y batir de tiro raso al meta francés. Era el 2-0 y tarde de fiesta en Anfield.
 
Una noche plácida da para mucho, incluso hasta para reivindicaciones personales. El primero que se apuntó fue Pepe Reina, foco de innumerables críticas sobre su bajo momento de forma. Y no, Pepe Reina no mató a Manolete. Demostró su innegable categoría en el 35 ante un disparo a bocajarro de Fletcher, un mensaje para los que lo quieren jubilar antes de tiempo. Gerrard quiso reivindicarse también con un auténtico partidazo de lucha y brega, y de absoluta precisión tanto en el juego largo como en el de toque. Noche de reivindicación para Henderson e incluso para Downing. Y, cómo no, también hubo tiempo para las reafirmaciones. Y es que Suárez es el sostén del Liverpool y no tanto por el partido de hoy, que también, sino por el temporadón que se está marcando, con quince goles, que han permitido a los de Rodgers no morir en el intento ya en el arranque de la temporada. Igual hay que ir encargando ya estatua de bronce. O de oro.
 
Y acabó la primera parte y, al fín, el aficionado red se pudo comer con gusto, con placer semejante a si fuera langosta, el bocadillo del descanso. O lo que sea que los aficionados se coman al descanso…o se beban.
 
La segunda fue un calco a la primera pero con el Sunderland ya completamente entregado, si suponemos que en la primera no lo estuvo en algún momento. El Liverpool siguió con su juego de toque endiablado, con Henderson en plan figura, con el Downing que vimos en el Villa (o casi) y con un Gerrard con el punto de mira perfectamente calibrado que le permitió dar un pase de 30 metros a Suárez al corazón del área, control orientado con el pecho magistral del uruguayo y doblete para cerrar la fiesta. La mujer del presidente seguía siendo grande y, al fin, feliz.
 
De ahí al final, un constante goteo de ocasiones y hasta dos goles anulados, bien anulados, al Liverpool. Jonhson tras remate de Gerrard, Suárez, Allen (que salió en la segunda por un ovacionado Henderson) daba la sensación de que cualquiera, en cualquier momento, podía sumar más goles al electrónico de Anfield. Eso es lo que pasa cuando se juega bien al fútbol: casi todo sale y casi todo es posible.
 
Partido plácido, partido de reivindicaciones, de reafirmaciones e incluso de pequeños homenajes: dio tiempo a todo. Hasta para que el público pudiera ovacionar a un clásico como Carragher que, posiblemente, viva su última temporada en Anfield. Y todo ello bajo la atenta mirada del nuevo y flamante fichaje de Rodgers. “Qué bien he hecho en dejar The Bridge y venirme a disfrutar a Anfield” parecía pensar Sturridge desde la grada. Aunque, pensándolo bien, igual su mirada no quería reflejar ese pensamiento y solo escudriñaba las opciones que tenía de quitarle el puesto a un semiestelar Downing. Tranquilo, Daniel, el bueno de Stewart no siempre es así.
 
Festival en Anfield con un Sunderland como artista invitado que igual no quiso aguar la fiesta, o no le dejaron. No hace demasiado, un equipo como el Sunderland iría a jugar a Anfield con la sensación de que, en ese feudo y contra ese equipo, poco hay que perder y mucho que ganar. Hoy por hoy, Anfield es coto predilecto para sacar puntos pero O’Neill se dejó la caña en casa. O quizá se la quitó Rodgers en el minuto uno. Eso se queda para la intrahistoria del partido. Pero eso, a mí, ya no me corresponde.
 

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Toño Suárez