Gracias a The Guardian y a Tim Lewis, un periodista especializado en entrevistas, hemos conocido la fascinante historia de Samuel Rhodes. Su cuenta de Twitter llegó a contar con más de 20.000 seguidores en enero de este mismo año. Según su biografía, era un periodista freelance que escribía para el Daily Telegraph y el Financial Times.
Sin embargo, Samuel Rhodes no existe. O, más bien, existe pero con otra identidad: Sam Gardiner, un chaval de 17 años que todavía no ha llegado a la universidad. Creció en High Barnet, al norte de Londres, y estudia en la escuela judía más grande de Europa. Pretende estudiar ciencias políticas y económicas en la universidad y, según él, «podría ser un miembro del parlamento». Insisto, según él.
Afirmó que trabajaba en el Telegraph y alcanzó los 20.000 seguidores
En realidad, era un adolescente que ni siquiera ha entrado en la universidad
La cuenta de Samuel Rhodes fue borrada en enero, después de que Kate Day, la directora de contenido digital del Telegraph, denunciara que Samuel Rhodes no escribía para ellos. Lo curioso del caso es que en aquel momento… ¡Rhodes tenía más seguidores que la propia Kate Day! Lo cierto es que no era la primera vez que Sam Gardiner hacía una travesura del estilo. Anteriormente había creado a Dominic Jones, un periodista que escribía para Goal.com, y que llevaba años trabajando como ojeador y disfrutando de partidos de fútbol en directo prácticamente todas las noches. A Jones lo denunció un escritor real de Goal.com, lo cual llevó a Gardiner a un momento de pánico. ¿Había cometido un delito al crear una persona ficticia? Afortunadamente para él, el delito es suplantar a una persona, no inventarla. Así pues, ni corto ni perezoso, Gardiner creó a Samuel Rhodes.
¿Por qué un chaval de 17 años creó dos cuentas en Twitter de personas ficticias? Según el propio Gardiner, «quise demostrar algo. Cuando tenía 15 años, creé mi propia cuenta. Era Sam Gardiner, un aficionado del Arsenal que apenas contaba con 300 seguidores. Los adultos no escuchan a niños de 15 años. No les culpo, pero me frustraba. Yo amo el fútbol, amo hablar sobre fútbol y simplemente quería que el mayor número posible de personas leyera mis opiniones». Efectivamente, Gardiner demostró la hipocresía en la que vivimos sumergidos. Si el contenido era exactamente el mismo, ¿por qué a Sam Gardiner lo seguían 300 seguidores y a Sam Rhodes 20.000?
El objetivo de Gardiner era llegar a los 50.000 seguidores. Para ello, utilizó tácticas que dejan la inteligencia de los tuiteros por los suelos: rumores de traspasos. Muchos aficionados consideran que los periodistas disponen de información privilegiada sobre fichajes. Gardiner dice que «conquisté el mercado de fichajes. Entendí las tendencias y por eso algunos de los rumores que anuncié se convirtieron en realidad. Sabía qué jugadores iban a qué equipos gracias a la cantidad de fútbol que veía».
Gardiner predijo el despido de Di Matteo y eso le dio credibilidad
El número de seguidores determina la importancia de una persona
El mayor acierto de Gardiner fue el del despido de Roberto di Matteo en noviembre de 2012. Gardiner lo anunció el día antes de que sucediera, aunque según él fue «pura suerte, pero me dio mucha credibilidad». Poco después, comenzó a alardear de tener relaciones personales con jugadores de la Premier League. De hecho, la cosa iba tan bien para Gardiner que hasta jugadores profesionales picaron el anzuelo. James McArthur y Grant Holt (jugadores del Wigan, el segundo cedido en el Aston Villa) llegaron a enviarse mensajes privados con Sam Rhodes (aunque afortunadamente para ellos no dieron ninguna información exclusiva). Pero el asunto se le fue de las manos, sobre todo cuando afirmó haber entrevistado a Yohan Cabaye: «Dice que ama Newcastle, el club y que el estilo del club le va bien». Poco después, el francés se marchó al PSG.
Una vez conocida la verdad, Gardiner ha sido contratado por Yakatak, una empresa que se dedica a desarrollar aplicaciones deportivas, para que gestione su Twitter. «La mayor parte de mis amigos trabajan como camareros, y a mí me pagan para ver fútbol y hablar sobre él».
Más allá de la anécdota del adolescente que sueña con ser periodista deportivo, la espeluznante historia de Sam Gardiner revela muchas cosas sobre la naturaleza del ser humano, y el rol que juega el fútbol y Twitter en nuestra vida. De entrada, la importancia que han asumido las redes sociales en nuestra vida en los últimos años es espectacular. Y peligrosa. El mundo se mueve más rápidamente. Para llegar a 1.000 millones de tuits se tardó tres años y dos meses. Ahora mismo, esa cantidad se genera en menos de 48 horas. Contrariamente a lo que pueda parecer, la creciente importancia de las redes sociales incrementa el aislamiento social. No hay más que observar los silenciosos vagones de metro y autobuses, donde gran parte de los viajeros están metidos en el irreal mundo de las redes sociales.
La cantidad de seguidores en Twitter es una indicación fiable de cómo funciona la mente humana y de cómo funciona nuestra sociedad. El ejemplo de Sam Gardiner es revelador. Una persona inventada que habla sobre rumores inventados tiene una credibilidad basada únicamente en que tiene una gran cantidad de seguidores, logrados simplemente en base a mentiras. Así somos los humanos: si «todo el mundo» escucha a alguien (es decir, le sigue en Twitter, como los 20.000 que seguían a Sam Rhodes), ¿por qué no le voy a seguir yo? Por la misma regla de tres, si nadie escucha las opiniones de alguien (como los tristes 300 seguidores de Sam Gardiner antes de crear cuentas ficticias), ¿por qué las voy a escuchar yo? La pereza de los 20.000 seguidores de Sam Rhodes es también curiosa; no debía ser muy complicado darse cuenta de que éste no escribía en The Telegraph…
La conclusión es terrorífica. Como demuestra el caso de Gardiner, juzgamos en base a prejuicios y a los juicios de los demás. Las víctimas de esta situación son personas como Sam Gardiner, un chico que ha llegado a sentirse importante únicamente porque llegó a los 20.000 seguidores. Imaginemos cómo debe sentirse de importante Justin Bieber, con más de 50 millones de seguidores. Si el nuevo barómetro para medir la importancia de una persona es Twitter (algo bastante realista), la imagen del mundo en 2014 es deprimente. Katy Perry, Justin Bieber, Barack Obama, Lady Gaga, Taylor Swift, Britney Spears, Rihanna y Justin Timberlake son las personas más importantes del mundo. Dicho esto, el poco interés por la cultura y la literatura de la sociedad en que vivimos no es ninguna sorpresa. Lo triste es precisamente que no sea una sorpresa. Gerard Piqué tiene casi diez veces más seguidores que Arturo Pérez-Reverte. Todo queda dicho.