Mario Balotelli cumplirá este mes de agosto 21 años. A pesar de su edad, acumula ya una larga serie de escándalos que amenazan que destruir su carrera antes de tiempo. El último, un ridículo intento de tacón cuando estaba solo ante el portero en el amistoso que su equipo disputó ante los LA Galaxy. Mancini le cambió cuatro minutos más tarde, lo cual provocó la reacción furibundo de Balotelli, que le respondió verbalmente y acabó lanzando una botella de agua al campo desde el banquillo.
Ya en el Inter se situó en el ojo del huracán cuando fue cazado poniéndose el uniforme del rival ciudadano, el AC Milán, de quién confesó ser seguidor. Como es lógico, José Mourinho tardó el mismo tiempo en venderlo del que necesita Lucas Leiva para ser expulsado en un partido: poco.
En el Manchester City, las cosas no le han ido del todo bien a Mario, que mantiene una difícil relación con el técnico, Roberto Mancini, y sufre una dura competencia por ocupar los puestos atacantes. Pero el problema más grave de Balotelli está en su cabeza.
Un ejemplo servirá para ilustrar este punto. Este mismo verano, el italiano decidió comprarse una Harley-Davidson. Problema: no tiene derecho a conducir motos porque la normativa del club lo prohibe. Así que, una de dos: o es una persona que se compra motos que nunca podrá conducir o, mucho más probable, le importen un comino las normas del club y piense conducir su flamante nueva Harley cuando le dé la gana.
Balotelli será el Anelka de esta década
Su problema no es su actitud, sino su mediocridad
Los grandes jugadores de fútbol siempre han sido problemáticos (excepto Messi). Ya he hablado en otras ocasiones de George Best, el genio del Manchester United, que disfrutaba al máximo del alcohol y las mujeres. No creo que sea necesario recordar los excesos de todo tipo de Maradona. Y luego están los brasileños, que le tienen más cariño a una barra que Tévez a sus hijas. El otro día me contaba un amigo una anécdota que sucedió cuando Romario estaba en el Valencia. En el túnel de vestuarios se le acercó Valdano para preguntarle cómo se encontraba. Romario se limitó a levantar la mano con dos dedos hacia arriba. «Hoy dos, míster». Efectivamente, marcó dos. Otros días, ante la misma pregunta, el brasileño respondía: «Romario no está bien». Eso significaba que vagaría por el campo como alma en pena porque se había excedido la noche anterior. Así son los grandes jugadores.
Volviendo a nuestro amigo Mario, ese es precisamente el problema. Sus tonterías, chiquilladas y pataletas nos traerían sin cuidado o incluso las podríamos aplaudir si no fuera un mediocre jugador. En su primera temporada en el Inter, marcó 3 goles en 11 partidos de liga. Bueno, era joven. Al año siguiente, 2008-2009, marcó 8 en 22. Es una ligera mejoría. En la tercera y última temporada en San Siro logró 9 goles en 26 partidos. Un leve retroceso, nada grave. En su primera temporada en el City, seis goles en 17 partidos. O sea, más de lo mismo.
Balotelli será el Anelka de esta década: un jugador prometedor cuyas pocas luces provocarán que se acabe perdiendo para el mundo del fútbol. En el mejor de los casos, seguirá los pasos del francés, vagará por países lejanos y acabará gozando de un retiro dorado en un club de la élite. En el peor, deambulará por ligas del extrarradio como la griega, la rusa y la turca antes de desaparecer definitivamente del mapa.