Ilie Oleart

El puesto menos trascendente de Inglaterra

Villas-Boas debía ser el encargado de renovar el Chelsea. Pero Abramovich no tuvo paciencia. Di Matteo regresó a los orígenes y obtuvo una Champions que le valió una renovación de contrato. Pero tropezó con la misma piedra que su predecesor. En realidad, no importa quién venga: el proceso ya comenzó y es imparable.

 
El fútbol, como tantos otros sectores, ha sufrido una profunda transformación durante las últimas dos décadas. Los sistemas de juego y entrenamiento se han aproximado a la ciencia y se han alejado de la intuición, el dinero se ha multiplicado y la presión sobre los trabajadores ha crecido exponencialmente. El fútbol es un sector que vive en el vértigo, donde todo es susceptible de cambiar en días, incluso en horas. Los medios de comunicación transmiten la actualidad en tiempo real y los aficionados están permanentemente conectados. Eso impide analizar los hechos con la suficiente distancia y abstracción como para extraer conclusiones.
 

El equipo que ganó la Champions todavía era el de Mourinho

Villas-Boas fue contratado para renovar el equipo

Pero vamos al caso del Chelsea, que es el que nos ocupa. Mourinho fue el primer técnico nombrado por Roman Abramovich en verano de 2004. El portugués edificó el equipo más exitoso de la historia del club. Mourinho compró a Carvalho y Drogba su primer verano. Al siguiente, se unieron Obi Mikel, Kalou o Essien, a los que se sumaría luego Ashley Cole. El equipo de Mourinho se proclamó campeón de liga en 2004-05 y 2005-06 (y subcampeón las dos temporadas siguientes). Curiosamente, esta generación alcanzó su mayor éxito en el ocaso de sus carreras. El grupo que se proclamó campeón de Europa en Múnich era un grupo exhausto, extenuado por años de competición al máximo nivel.
 
Consciente de que los Terry, Lampard, Cech, Cole, Drogba o Essien se acercaban el final de su recorrido, Abramovich contrató el verano de 2011 a un técnico joven, André Villas-Boas, que debía encargarse de la transición del equipo. Su responsabilidad era desembarazarse progresivamente de todos esos jugadores y construir un nuevo Chelsea campeón, como había hecho Mourinho siete años atrás. Villas-Boas llegó dispuesto a transformar el club, seguro de sí mismo y de sus capacidades. Se topó con un grupo de jugadores que no estaban dispuestos a aceptar su prejubilación tan fácilmente y su falta de experiencia hizo el resto. El final de la historia es de todos conocido.
 
Y Di Matteo asumió las riendas provisionalmente. El italiano prescindió de la prioridad de verano, renovar el equipo, y volvió a recurrir a la vieja guardia. Y logró el triunfo más inesperado. Fue esa victoria la que obligó a Abramovich, a regañadientes, a mantenerle en el cargo. Bueno, eso y la negativa de Guardiola y Mourinho.
 

Di Matteo fue siempre un técnico provisional

No importa quién venga: el Chelsea no está preparado. Todavía

El pasado verano, renovación parte dos. Esta vez, con el impulso financiero generado por el triunfo en la Champions, Abramovich tiró la casa por la ventana y contrató a Hazard, Oscar, Marin, Azpilicueta y Moses. En total, 80 millones de libras. El Chelsea (o Abramovich, que es lo mismo) ha construido los dos últimos veranos un equipo que competirá por el cetro doméstico y europeo durante los próximos años: Victor Moses, Romeu, Oscar, Hazard, Ryan Bertrand, Daniel Sturridge, Marko Marin, César Azpilicueta, Juan Mata, Ramires, David Luiz y John Obi Mikel tienen 25 años o menos. Es un grupo de jugadores que, con un medio centro y un delantero, estará en situación de competir de tú a tú a Manchester City y Manchester United en una o dos temporadas.
 
Pero la paciencia nunca fue el fuerte de Abramovich. La realidad es que su equipo acabará floreciendo, con independencia del técnico que venga. Como demuestró estadísticamente en su día Soccernomics, los que ganan partidos y títulos son los jugadores, no los entrenadores. Así que no importa quién fiche ahora Abramovich: el Chelsea no está preparado. Todavía. Pero su hora llegará.
 

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Ilie Oleart