El Stoke es el club de moda de la Premier. O sea, como el Everton, pero al revés. Un equipo en auge, en pleno crecimiento, y ahora incluso con fichajes de prestigio, como el de Peter Crouch, que debutó esta tarde para los “potters”, que llegaba imbatidos tras siete partidos esta temporada entre Premier y Europa League.

 

Dalglish, por su parte, optó por Luis Suárez en detrimento de Andy Carroll, que parece sumido en pleno síndrome Torres, es decir, una patente incapacidad para marcar goles y una preocupante baja forma.

 

Los primeros 20 minutos fueron de dominio “red”. Sin embargo, en una jugada aislada, Carragher, que acababa de ser atendido por un golpe en la cabeza, derribó a Walters dentro del área. Un penalti algo riguroso pero que el propio Walters no falló para poner el 1-0 con el que se llegó al descanso.

 

En la segunda parte, el Liverpool se lanzó en avalancha sobre la portería de Asmir Begovic, que estuvo inconmensurable para detener dos disparos de Jordan Henderson y otro de Charlie Adam.

 

Esos intentos fueron los enésimos del Liverpool en el partido y resumen su dominio general. Sin embargo, como Dalglish reconoció tras el partido, sus pases fueron erráticos (especialmente los que salieron de las botas de Henderson) y todos sus intentos fueron bloqueados por la defensa, a excepción de un último esfuerzo de Luis Suárez que se escapó fuera. Los visitantes no crearon mucho peligro, ni siquiera cuando Andy Carroll y Craig Bellamy salieron del banquillo a los 67 minutos.

 

Este fue el tercer partido consecutivo que Carroll comienza desde el banquillo, y a pesar de que Dalglish sigue defendiendo al delantero (que costó 35 millones de libras el pasado enero) y negó las afirmaciones de Fabio Capello durante la pausa internacional sobre que Carroll necesita «beber menos», sigue mostrándose reticente a confiar en el jugador de 22 años. Tras esta derrota, sin embargo, Carroll posiblemente sentirá que debería regresar al once titular para la visita al Tottenham del próximo domingo.