No conocía el Liverpool la derrota en la Premier desde que el 16 de marzo el Southampton venciera 3-1 en el encuentro que enfrentó a ambos conjuntos. Un total de 12 partidos. Ayer volvió a ser el equipo de Pochettino el que rompiera el cuento de hadas que los ‘reds’ habían construido en este principio de temporada, y deja el liderato en bandeja a Arsenal y Tottenham.

 

Se presentaba como un partido clave para los locales: por ser el último sin Suárez y el primero sin el lesionado Coutinho, quien finalmente fue echado de menos más de lo deseado. Porque al Liverpool le faltó la creación en tres cuartos de campo que sólo el brasileño parece ofrecerle, y todas las demás opciones se quedaron cortas. Daniel Sturridge estuvo anormalmente ansioso pese a los 4 goles anotados esta temporada, y pecó de egoísmo cuando tuvo el balón en los pies. No le salieron las cosas, así que su equipo se quedó sin un plan viable en ataque.

 

Sólo Gerrard, haciendo de Gerrard a balón parado, pudo haber roto la igualada en la primera mitad, pero el empate a cero con el que se marcharon los jugadores a vestuarios fue el resultado más justo: el Southampton había presionado bien arriba y creado problemas a Mignolet, con una defensa de muy alto nivel que permitió mantener a los de Brendan Rodgers a raya.

 

Les había faltado movilidad a los líderes, jugando con dos centrales en las bandas. Touré estuvo más móvil en ataque, pero Sakho pecó de rigidez por la izquierda. José Enrique fue el recambio de Agger tras el descanso, pero tampoco fue esa la tecla adecuada para revolucionar al equipo. Ni Sterling. Tampoco Luis Alberto, más adelante.

 

Fue el Southampton el que rompió las tablas en el 53’ con un gol que valdría tres puntos. Lovren remataba de cabeza un córner y Gerrard no acertaba a atajar en la línea de gol. En la siguiente jugada pudo llegar el segundo para los visitantes, pero Osvaldo desperdició la ocasión. Está lento, el italoargentino, pero en cuanto coja la forma, ocasiones como las que dispuso ayer deberían ir para adentro.

 

Al final, el mejor del Liverpool fue Mignolet, que repelió una triple ocasión de Shaw y Davies, porque en ataque no hubo mucho más. Algún otro disparo de Sturridge que no cogió puerta, otra de Luis Alberto que no definió, y un último arreón de Sterling casi en el tiempo añadido: poca pólvora.

 

El Liverpool pierde el liderato en un lance en casa que no debería haber supuesto mayor desafío para quien aspira a navegar en aguas de Champions. Mérito, eso sí, para el Southampton, que a poco que afine sus cuerdas no debería sufrir por la permanencia.