En 1981, cuando ya vivía los últimos estertores de una larga y fructífera carrera como jugador, Howard Kendall regresó a Goodison Park en calidad de entrenador-jugador, esa figura que desapareció del fútbol inglés hace ya muchos años. Como jugador, Kendall había sido una leyenda del Everton. Junto con Colin Harvey y Alan Ball había formado el centro del campo del equipo que conquistó el título de liga en 1970. Después, permanecería tres años más como capitán del club antes de probar fortuna en Birmingham, Stoke y Blackburn.
Los inicios de Kendall en el banquillo de los Toffees no fueron sencillos. En la temporada 1982-83, los cánticos de «¡Kendall Out!» procedentes de una minoría de aficionados se convirtieron en una costumbre en los partidos como local. Uno de esos aficionados era Sid Fishes.
Este acérrimo seguidor del club tenía once años cuando Kendall conquistó el título en 1970. Pero la memoria es corta en el fútbol y ni siquiera el estatus de leyenda del club preservó a Kendall de la ira de Fishes. Tras un partido en casa especialmente decepcionante, Fishes escribió una carta incendiaria dirigida a Kendall en la que le hacía partícipe de que no estaba satisfecho con su dirección, le acusaba de no ser capaz de motivar a los jugadores y fue especialmente crítico con un lateral izquierdo galés al que calificó como «el defensa más inepto que he tenido la desgracia de ver». Fishes remató la carta afirmando que, si tuviera la oportunidad de representar al Everton, tendrían que retirarle en camilla del campo porque habría consumido hasta la última gota de energía en el partido.
Fishes solo deseaba desahogarse ante la ira que sentía por la mediocridad del equipo. No esperaba recibir respuesta alguna de parte de Kendall. Pero eso fue exactamente lo que sucedió. El técnico respondió a su misiva ofreciéndole una prueba en el equipo.
Fishes, que no pasaba de ser un jugador amateur, se presentó a la prueba y, como era previsible, descubrió en sus propios huesos la diferencia entre el fútbol profesional y amateur. Tras la prueba, Kendall le invitó a comer, le mostró las instalaciones y le presentó a los jugadores. Además, le invitó al próximo partido del equipo en Goodison. Como socio del club, Fishes rechazó las entradas, ante lo cual Kendall le invitó al siguiente partido como visitante, en Highbury ante el Arsenal. Kendall no mencionó la carta hasta el momento de despedirse: «Como puedes ver, Sid, lo estamos haciendo lo mejor que podemos».
Kendall conduciría al Everton a conquistar las ligas de 1984-85 y 1986-87, además de una Recopa de Europa. Una de las piezas clave sería aquel lateral galés que tanto había criticado Fishes. Kevin Ratcliffe regresó a su posición natural de central y se convertiría en el capitán más exitoso de la historia del Everton.
En una era en que los jugadores pasean con sus maletas Louis Vuitton, los entrenadores duran menos que una canción en el número uno de las listas y los aficionados exigen resultados inmediatos a través de las redes sociales, Howard Kendall nos recuerda el valor de la humildad, que hace décadas huyó por la puerta de los centros de entrenamiento para no volver.