Premier League
Ficha técnica |
1 – Chelsea: Petr Cech, John Terry (Gary Cahill, 40), César Azpilicueta, Branislav Ivanovic, Ryan Bertrand, John Obi Mikel, Oscar (Victor Moses, 77), Ramires, Eden Hazard, Juan Mata, Fernando Torres (Daniel Sturridge, 82). |
1 – Liverpool: Bradley Jones, Jamie Carragher, Andre Wisdom, Glen Johnson, José Enrique, Daniel Agger, Raheem Sterling, Steven Gerrard, Nuri Sahin (Suso, 60), Joe Allen, Luis Suárez. |
Goles: 1-0, m.20: Terry. 1-1, m.73: Suárez. |
Un Chelsea-Liverpool es, en los tiempos futbolísticos en los que nos movemos, uno de esos acontecimientos futbolísticos que hacen que cualquier aficionado de pro al deporte balompédico pierda su miedo y su vergüenza y se atreva a levantarse de la mesa, en medio de la comida familiar dominical, dejando a la suegra de turno al borde del síncope por tamaña muestra de grosería y desfachatez. Si ese valiente y aguerrido aficionado de pro hubiera siquiera previsto el espectáculo con el que se iba a encontrar en Stamford Bridge quizá hubiera abandonado, para mejor ocasión, gesta tan valiente y reseñable.
Brendan Rodgers llegó a Anfield como garante del juego de toque, alegre y animoso,que había practicado con sus chicos de Swansea la pasada campaña. Llegó con un crédito mayúsculo a Liverpool y, aunque aún goza de gran parte de él, la prima de riesgo Rodgers frente al bono de riesgo de The Kop ha experimentado hoy un ascenso inusitado, casi al borde del colapso: tres centrales, dos carrileros, tres centrocampistas y Sterling por detrás de Suárez han sido los causantes de la brutal ascensión de tan temído índice de riesgo.
Y más, si cabe, cuando en el minuto 19, John Terry se coló, tras un saque de esquina ejecutado por Mata, entre la extensa población de centrales y, con un Agger de espectador de excepción, consiguió cabecear el 1-0. La renuncia a sus principios futbolísticos solo le habían dado 19 minutos de sosiego a Rodgers: hasta Pilatos disfrutó de más tiempo.
No tuvo que hacer demasiado el Chelsea: ya tenía su gol y, con presionar mínimamente a un desconocido Allen y a Sahin, su socio en el limbo futbolístico de Rodgers, tenía más que suficiente. Esa poca necesidad de esfuerzo provocó que el Chelsea se acomodara, limitándose a dar latigazos como en el que Torres remató al centro de la portería de Jones, tras jugada de Hazard, en el minuto 26.
El respetable, medio adomilado ya, sufrió un sobresalto y la pérdida de su capitán en el minuto 34: Suárez se dirigió con el balón controlado hacia la puerta de Cech y, tras recibir un sutíl empujón de Ramires, cayó sobre Terry, lesionándolo, parece, de cierta gravedad. Así, al menos, lo entendió la fisioterapeuta de los londinenses Eva Carneiro, que solicitó rauda el relevo del bueno de John al banquillo. Y es que, si Eva lo dice…
El tiempo transcurría y el mediocampismo sin eficiencia ni profundidad del Liverpool seguía sin molestar al Chelsea: Mata, el mejor de los blues, arrancó con el balón en el 48 y, tras llevarse puestos a dos de los centrales reds, disparó por encima del larguero. Tan anodino era el encuentro que ni Howard Webb pudo encontrar momento para su lucimiento personal hasta que decidió poner fin a tan insufrible primera parte: poca ópera para tan afamado barítono.
La segunda parte fue un calco de la primera: el Liverpool no renunciaba a su equema galáctico y el Chelsea las veía venir: Mata, en el 52, envió un disparo desviado sobre el marco de Jones; en el 56 falta que lanzó Oscar, remató Torres y, nuevamente Jones, alejó el peligro. Muy cómodo el Chelsea, bochornosamente desaparecido el Liverpool.
En el minuto 59, Rodgers movió ficha: retiró a Sahin del terreno de juego y entró Suso, adelantando a José Enrique al centro del campo y metiendo a Sterling en la banda. Igual hubiera sido más fácil sacar del campo a Wisdom pero hoy Rodgers tenía el cuerpo fiestero…sorpresa,sorpresa…
Y así se le debió quedar la cara al bueno de Di Matteo cuando, en el minuto 70, Suso botó un córner, Carragher prolongó y la pelota le quedó franca a Suárez para empatar el partido. Nunca tan poco dio tanto rédito y nunca un futbolista salvó tantos muebles a su equipo ni dio tanto aire a un entrenador. Suárez está en racha, trabaja, corre, incordia. Es una pesadilla para los defensas y, además, está con el santo del gol de cara. Aunque Anfield se pregunta quién marcará los goles cuando Suárez falte. Que faltará.
Poco más dio de sí el partido. El Liverpool pareció desperezarse con el gol aunque fue solo un espejismo; por su parte, Di Matteo (aún sorprendido) dio entrada a Moses y Studrridge para ver si podían enderezar el resultado, pero hoy no era el día; el Chelsea dejó escapar dos puntos que le alejan de la conexión de Manchester y el Liverpool pescó uno que le sabe a gloria aunque no le sirva más que para vagar por la zona media-baja de la tabla.
Y es que, cuando no se almacena grano en agosto, el otoño y el invierno se hacen muy largos. Ya se lo decía la hormiga a la cigarra y Esopo al mundo. A ver si Rodgers se compra la fábula del griego en el mercado de invierno y almacena algo de grano, aunque no sea ni tan bueno ni tan abundante como el que hay en verano.