Alvaro Oleart

Engañarse a uno mismo es inútil

 
Engañar a los demás puede ser una muestra de astucia. Engañarse a uno mismo es síntoma inequívoco de estupidez. Sin ánimo de ofender, Arsene Wenger es culpable de lo segundo. Tras salir derrotado ante el Swansea, criticó a Nathan Dyer por provocar el penalti que supuso el empate a uno en el marcador, y que a la postre acabaría siendo decisivo para la derrota del Arsenal ante el Swansea. Si bien es cierto que la pena máxima señalada era inexistente, la realidad es que el problema del Arsenal es mucho más profundo que un puntual error arbitral.

 
«El Arsenal es el equipo que mejor juega al fútbol en Inglaterra». ¿Cuántas veces habremos escuchado esta afirmación en los últimos diez años? Millones. Por desgracia para los «gunners», dudo que volvamos a escuchar las citadas palabras en los próximos años. Los de Wenger llevaban ya unos años viviendo de la mítica temporada 2003-04, en la que Vieira, Henry, Ljunberg, Pires, Bergkamp y compañía lograron la Premier League sin cosechar una sola derrota. Eran «los invencibles». 
 
El único que queda de aquella gloriosa generación es Henry, pero el francés acaba de llegar y en marzo volverá a marcharse. Quizá ésa fuera la idea de Wenger: traer a Henry para intentar recuperar las sensaciones de aquella mágica campaña de los «invencibles». Sea como fuere, la contratación de Henry y las críticas de Wenger a Dyer esconden una evidente cuesta abajo, todavía más apreciable teniendo en cuenta la venta de Adebayor, Fábregas y Nasri, probablemente los tres mejores jugadores del Arsenal en los últimos años.
 
Se ha atribuido esta cuesta abajo al inferior poder económico del Arsenal respecto a Chelsea, Manchester United y Manchester City. Sin embargo, esta coartada no sirve. Bien que invirtieron 15 millones de libras por Arshavin, o, mejor dicho, por el doble del Arshavin que se vio en la Eurocopa de 2008; otros 12 por Oxlade-Chamberlain, un chaval de 18 años sin experiencia en la Premier League ni en el Championship; y 10 por Mertesacker, Koscielny, Arteta y Vermaelen. Es decir, el problema no es económico. Es filosófico.
 
Es más que loable que Wenger no quiera gastar fortunas para fichar jugadores por principios. Pero cuando esos principios afectan directamente a la competitividad, desde mi punto de vista, deja de ser loable. Y es que el Arsenal ha dejado de competir, prácticamente, por todos los títulos. A todo lo que aspira en la actualidad es a mantenerse en puestos de Champions League, algo deprimente recordando a los «invencibles». De hecho, ni siquiera aspiran a ser el equipo que mejor juega de Inglaterra, como quedó reflejado en el partido del pasado domingo ante el Swansea, en el que, además de perder, los galeses les ganaron con las armas que simbolizaban el juego «gunner» que pretende Wenger: posesión, juego en corto y combinación.
 
Wenger no hizo autocrítica tras el partido y se limito a criticar a Dyer. Así no llegará lejos. La única forma que tiene el Arsenal de volver a competir por la Premier League es cambiando radicalmente su política. No tanto por las inversiones millonarias como por mantener en el club a sus mejores jugadores. Es decir, lo contrario que hizo con Vieira, Kolo Touré, Adebayor, Fábregas y Nasri. Desde ahí, con unos pilares sólidos, es posible empezar a construir de nuevo un equipo competitivo, y con el que no sea necesario criticar a los rivales para justificar una derrota (la séptima de la temporada en liga). No vender a Robin van Persie sería un buen inicio.

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