El Exeter City ha sido agraciado con uno de los boletos premiados de la lotería nacional del Reino Unido. Se enfrentará en la tercera ronda de la FA Cup al mejor equipo del condado metropolitano de Merseyside, el Liverpool. Partido cargado de obligaciones para unos y de oportunidades para otros pero, sobre todo, cargado de emoción y de historias que muchos tardarán en olvidar. Una oportunidad para los Grecians de ocupar portadas, de darse a conocer, de ser escuchados.
Cuando tratamos sobre equipos de tan bajo nivel que se encuentran por una circunstancia u otra más cerca de abandonar el fútbol profesional que de consolidarse en él, siempre hay que aplicar un enfoque distinto. Un filtro que apela más a los valores humanos y a la consecución de hechos que, para unos, son simplemente meros hechos, pero que para otros son grandes hazañas.
La pareja de baile del bisoño en cuestión es vital. Es la que le da fuerza a la obra. En el caso del Exeter, la fortuna ha querido que sea el Liverpool el que deba viajar a la capital de Devon para la disputa del encuentro. En St. James Park (no confundir con St. James’ Park) no entrará un alfiler. Sus aficionados han tenido el privilegio de jugar en casa y arroparán a su equipo mejor que nadie, eso lo tengo claro. Y dirán ustedes, ¿por qué lo tiene claro un tipo que en su vida ha visto un partido del Exeter? No les falta razón, pero hay un par de cosas que les voy a contar que tal vez les haga cambiar de opinión.
El Exeter es un club que nació hace más de un siglo y que ha transitado toda su existencia por los escalones más modestos del fútbol inglés. Pero esa no es nuestra historia. Nuestra historia comienza cuando el siglo XXI apenas había dado sus primeros coletazos. Tras un partido frente al Shrewsbury Town en el que el Exeter cayó por dos tantos a uno, una parte de los aficionados decidió que era el momento del cambio. La relación con la directiva se había tornado nociva. Los aficionados eran conscientes de que los propietarios estaban en su ciudad por el dinero y no por ellos, por su Exeter. No les faltaba nada de razón, pero iremos con ello más tarde.
Surgió por tanto una nueva plataforma llamada Exeter City Supporters’ Trust (ECST), con el fin de hacerse con el control del club. El fútbol deber ser por y para los aficionados, al fin y al cabo, son el pilar maestro de este deporte. Ese fue su punto de partida. En el año 2003, los máximos dirigentes fueron detenidos por irregularidades financieras con el club que, por cierto, había descendido esa temporada a la quinta división, es decir, había caído fuera del fútbol profesional inglés. En este momento, se presentó su oportunidad. La organización había cogido la fuerza suficiente durante los tres años anteriores para que fuera considerada una opción real. Tras varios meses de arduas negociaciones, el 5 de septiembre de ese mismo año, el Trust adquirió en 53% de las acciones de Exeter por la suma total de 20.000 libras. En palabras textuales del actual representante de la organización: “Adquirimos el club por mucho más dinero del que teníamos”.
El principal problema había sido atajado, era hora de ponerse a trabajar por y para el club. Iba a costar esfuerzo y dinero, mucho. Pero no era el momento de echarse atrás, estaban comprometidos con su club, que ahora formaba una parte mucho más importante en sus vidas de lo que podían imaginar años atrás.
Con una deuda de 4,5 millones de libras, iba a ser necesaria toda la ayuda posible. La declaración de concurso de acreedores casi por unanimidad ayudó considerablemente a reducir la deuda de los Grecians. Aún así, tenían sus ases escondidos en la manga. Asociaciones paralelas como «Red or Death» o «1931 Fund» contribuyeron con 200.000 libras a la causa. Esta última, dirigida especialmente a financiar a un jugador de la plantilla con la condición de que luciera el 31 como dorsal. Hasta la fecha, han sido cinco los jugadores que han podido gozar de este magistral privilegio.
Otra de las principales fuentes de ingresos del club durante el periplo del Trust se dio en el año 2005 en un partido de tercera ronda de FA Cup frente al Manchester United. Un hecho puntual que precisamente podría repetirse exactamente once años después. Un empate sin goles en el feudo de los Red Devils supuso la repetición del mismo once días después en St. James Park. Se trataba nada más y nada menos que del United de Cristiano Ronaldo, Wayne Rooney, Ryan Giggs y Paul Scholes. Casi nada. La reverberación del encuentro supuso al club una inyección de casi un millón de libras, liberándole casi totalmente de su deuda. Se calcula que la ECST ha contribuido con algo más de dos millones de libras por y para el club desde su fundación en el año 2000.
Pero la historia no termina aquí. No solo los aficionados han aportado su granito de arena al tímido auge del Exeter. Su entrenador también ha tenido mucho que ver. Paul Tisdale lleva dirigiendo desde hace una década a los Grecians por los tortuosos caminos de la quinta, la cuarta y la tercera división inglesas. Se trata del segundo entrenador en activo con más años de servicio en un club del fútbol profesional en Inglaterra, únicamente superado Arsène Wenger, que está a punto de cumplir veinte años al mando de los Gunners.
En este fugaz viaje por las Marianas del fútbol inglés hemos podido comprobar que el Exeter es un club especial. Pionero en medidas de las que ahora se nutren conjuntos como Wrexham o Chester. Y es que hay veces que las lecciones más valiosas no llegan desde arriba. Los de más abajo también pueden demostrarnos que el límite es el cielo.