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Hasta la vista, capitán

Steven Gerrard, la leyenda de los Reds, disputa su último partido en Anfield Road. Triste despedida para el eterno ocho del Liverpool. Próxima parada, la MLS, Los Ángeles Galaxy.

 
Final de temporada. Tiempo para la reflexión y el análisis. Para las celebraciones y los silencios. Algunas ciudades se copan para festejar con sus equipos. Otras, permanecen inalterables ante los fracasos de sus escuadras. Madrid y Barcelona en España. Turín y Milán en Italia. Londres y Manchester en Inglaterra.
 
Los últimos partidos de la temporada pueden ser los más decisivos del año. O los más intrascendentes. Desafortunadamente para Steven Gerrard, su equipo recala en la segunda hipótesis. El Liverpool ha vuelto a realizar una temporada mediocre. Tras la prometedora y emocionante temporada pasada, esta campaña ha sido un paso atrás en el tiempo para los Reds. Steven se va de Anfield Road con la cabeza gacha.
 
Podríamos establecer un par de clasificaciones dentro de los one-club man, esa rara estirpe de futbolistas que dedican toda su vida a un solo club. La primera. En referencia a si este prototipo de jugadores terminan su carrera en el club de su vida o realizan un itinerario cuestionable en busca de sustanciosos contratos en ligas menores como la Major League Soccer o Qatar. Y dentro de la segunda, podríamos destacar si esos jugadores emigran en un buen momento de forma o si, por el contrario, están ya en un pronunciado ocaso de sus carreras.
 
Dentro de la primera clasificación, podemos incluir entre los jugadores que se retiraron en el club que jugaron toda su vida a Paolo Maldini, Jamie Carragher, Ryan Giggs, Gary Neville o Paul Scholes. Sin duda, la lealtad mostrada en estos casos es digna de mención. Ese escudo y ese dorsal que representaron durante tantos años no se mancilló posteriormente con la camiseta de un desconocido y adinerado club. Recibieron las ovaciones de sus respectivos estadios como despedida no sólo de su club, sino también del mundo del fútbol.
 
En la otra vertiente se puede reseñar a jugadores como Roberto Carlos, Gabriel Batistuta, David Beckham, Alessandro Del Piero, David Villa o Raul González. Han experimentado el balompié en otros países, otras culturas futbolísticas. Donde son ídolos sea cual sea su rendimiento y se aseguran importantes sumas de dinero cuando su rendimiento empieza a decaer. Menos poético. Pero más práctico. Y, económicamente, más inteligente.
 
Dentro ya del segundo encasillado, se establece la comparativa de los jugadores que se marcharon de sus clubes habituales con aún un nivel aceptable y los que se largan en un estado físico cuando menos cuestionable. En el primero podemos enmarcar a Rafa Márquez, Gennaro Gattuso o Pierre Van Hooijdonk. Y en los que suscitan bastante recelo por su rendimiento una vez abandonado el primer nivel se puede incluir a Alessandro Nesta, Andrey Arshavin o Radamel Falcao (aunque sigue en una institución del calibre del Manchester United).
 
Si necesitamos localizar al eterno Steven entre estas clasificaciones, podemos situarle como un jugador que no permanecerá hasta el final de sus días como futbolista en su club de siempre y que se va de Anfield Road con un estado de forma que suscita cierto murmullo. Pero existen ciertos matices dentro del caso del aún capitán del Liverpool. La entidad no le ofreció la renovación a su centrocampista emblema. El ocho no tuvo la oportunidad de renovar. Y dentro de su rendimiento, es correcto argüir que el de Gerrard venía siendo decadente desde hace unas temporadas. Jugando cada vez en una posición más retrasada del campo y reciclando sus virtudes. Menos recorrido pero más inteligencia. Menos gol pero más presencia. La caída del Liverpool en la actual campaña ha destapado la realidad de su capitán. La actual.
 
De cualquier modo, Gerrard tiene un lugar en la historia de los más grandes. Uno de los centrocampistas más influyentes que ha visto el siglo XXI y quizá el mejor jugador de la historia de una institución como es el Liverpool. Que si algo tiene es historia.
 
El cuatro de la selección inglesa nunca ha necesitado peinados extravagantes para ganarse ese hueco en la eternidad. Ni botas de colores llamativos. Sólo su entrega como futbolista, su respeto como jugador hacia el fútbol y hacia el aficionado. Su carisma y modelo a seguir. Su conducta. Su verdad.
 
Ganó la Champions League tras marcar un gol y 120 minutos de antología en los que acabó de lateral. Y una FA Cup con dos de los mejores goles de la historia de la competición de fútbol más antigua de la historia. Pero nunca ganó la Premier League. Su espina clavada. La temporada que viene, cuando haya un penalti en Anfield, no estará él. Cuando repasen las alineaciones prepartido, el inquilino de la camiseta número ocho no será él. Para cuando seamos conscientes de la pérdida, Steven Gerrard se habrá marchado. Gracias por todo, Steven.
 

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