Ilie Oleart

Hay cosas que el City no puede comprar. Para todo lo demás, Sheik Mansour.

El sábado fue un día grande para Manchester. Para todo Manchester. Los aficionados del United pudieron por fin celebrar su 19º título de liga, superando los 18 del Liverpool, lo que los consagra como el mejor equipo inglés de todos los tiempos. Los «citizens» pudieron ver cómo su equipo levantaba un trofeo después de 35 años. Toda una generación de aficionados no había visto nunca a los suyos ganando un título, como les recordaba constantemente el infausto cartel en Old Trafford donde los vecinos les recordaban, año tras año, que sus años de sequía seguían aumentando.

 

Pero en el fútbol, las alegrías y las tristezas (afortunadamente) duran poco. En unas semanas habrán remitido los ecos de estos triunfos y llegará el momento de pensar en fichajes y fijarse nuevas metas. ¿Las del United? Fácil, las de cada año. A saber, Premier y Champions League. Y si cae un triplete para reeditar el del 99, mejor que mejor, ya que este año no pudo ser. El problema lo tendrá el City.

 

Como bien recordaba Alan Hansen en The Telegraph, lo realmente difícil para el City comienza ahora. Es cierto que han acabado con la sequía, pero también lo es que 400 millones de euros por una FA Cup no es precisamente una ganga. Al jeque Mansour le llueve el dinero (bueno, más bien le sube, porque lo suyo es el petróleo) pero eso no significa que, como hombre de negocios que es, no espere un retorno de la inversión. Aunque sea mínimo.

 

Dicho esto, ¿a qué debe aspirar el City entonces el año que viene? Es evidente que su situación financiera y sus jugadores le permiten codearse con los grandes de Europa, así que llegó el momento de exigir a este equipo que luche por el título y que sea una presencia firme en Europa. El problema es que le falta algo que no se puede comprar con dinero y que sus odiados vecinos sí tienen: espíritu de equipo.

Al City le falta algo que sus vecinos sí tienen: espíritu de equipo

Adebayor, Santa Cruz, Balotelli y Dzeko costaron 112 millones

 

Se trata de un concepto manido, viejo, quizás hasta caduco en los tiempos que corren, en que los jugadores no son más que cromos que viajan de ciudad en ciudad sin siquiera molestarse en echar un vistazo al escudo que portan en su pecho. Pero todavía existen equipos, como el United, que lo utilizan para ganar títulos.

 

Ha habido momentos a lo largo de esta temporada, en que el City ha podido encaramarse a lo alto de la tabla de la Premier League, pero en cada ocasión, fracasaron. Como dijimos, no se trata de falta de jugadores. Lo que separa a los hombres de Sir Alex Ferguson de sus vecinos es su unidad, su trabajo en equipo y su capacidad para lograr resultados.

 

Cuando el City se pone por detrás, al igual que muchos equipos, es incapaz de reaccionar. Por el contrario, el United ha demostrado una y otra vez su capacidad para sobreponerse las adversidades y sacar puntos en los últimos minutos o remontar los partidos. Tienen una camaradería forjada por el propio Ferguson y son un equipo. Eso es lo que el City debe lograr.

 

Ese espíritu de equipo tiene otra vertiente, vinculada con la integración de los recién llegados. Un ejemplo: en dos años, el City ha fichado a Adebayor (30 millones de euros), Roque Santa Cruz (21), Balotelli (30) y Dzeko (31). Ninguno ha sido capaz de igualar los méritos de un pequeño mexicano con apodo de legumbre que costó seis millones de libras. En parte, es cierto, se debe a la visión de Sir Alex y de su equipo de ojeadores. Pero en parte se debe también a que el «chicharito» ha aterrizado en un equipo, no en una banda de megaestrellas sin un objetivo común. ¿Qué habría sido del «chicharito» en el City? Mejor no pensarlo.

 

El United ha sido el peor campeón fuera de casa desde el Liverpool del 77. Solo ha ganado 5 partidos fuera de Old Trafford en toda la temporada. Y sus actuaciones, en general, han dejado mucho que desear, comenzando por el partido del Blackburn del sábado. Y, sin embargo, han sido los campeones.

 

Hay cosas que el City no puede comprar. Para todo lo demás, Sheick Mansour.

 

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Ilie Oleart