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Italia e Inglaterra empatan a goles y a mediocridad

Graziano Pellè y Andros Townsend firmaron los tantos del encuentro amistoso de Turín. Ninguno de los dos equipos dio síntomas de poder competir al máximo nivel. Los de Roy Hodgson siguen sin identidad en su juego.

 

Amistoso internacional

Italia 1
Inglaterra 1
Ficha técnica
1 – Italia: Buffon, Ranocchia, Bonucci, Chiellini (Moretti, 72), Florenzi (Abate, 60), Parolo, Valdifiori (Verratti, 67), Soriano, Darmian (Antonelli, 73), Citadin Martins (Vázquez, 61), Pellè (Immobile, 61).
1 – Inglaterra: Hart, Clyne (Walker, 45), Smalling (Carrick, 44), Jagielka, Gibbs (Bertrand, 88), Henderson (Mason, 74), Jones, Delph (Townsend, 70), Rooney, Walcott (Barkley, 55), Kane.
Goles: 1-0, m.29: Pellè. 1-1, m.79: Townsend.
Es cierto que el fútbol de la selección española durante el sexenio 2008-2014 fue un cambio que revolucionó el fútbol a nivel planetario. Sin duda, La Roja llevó el fútbol hasta el máximo exponente. Hasta límites desconocidos. A raíz del triunfo del combinado español en Austria y Suiza, muchas selecciones trataron de imitar su fútbol. Alemania hizo más horizontal su juego, Francia empezó a cultivar más jugadores de toque que los habituales Patrick Vieira y Claude Makelele (por citar algún ejemplo reciente) e incluso la pétrea selección italiana abandonó la férrea defensa en favor de la creatividad.
 
En definitiva, varias de las grandes selecciones perdieron cierta identidad. En el caso de la azzurra, quiso vestir de traje cuando siempre había ido en chándal. Quiso empezar a bailar claqué cuando su estilo no está en las pistas de baile. Sino en el barro. Y sigue en esas. Busca producir un fútbol sin la materia prima esencial. Incluso con los mejores ejemplares transalpinos no podría asemejarse a aquello. Ni con Andrea Pirlo y Marco Verratti sería capaz de competir ante aquel modelo.
 
Y mucho menos con un mediocampo de menor rango. Como el formado por Mirko Valdifiori, Marco Parolo y Roberto Soriano. La azzurra tiene un problema de idea de fútbol, no sólo de futbolistas. Que también.
 
Antes de indagar más en los problemas de los italianos vayamos con el panorama inglés. Qué tampoco es nada alentador. Roy Hodgson tampoco sabe a que juegan los Three Lions. Y tampoco tiene una gama de recursos como para poder realizar pruebas. Aúna jugadores de gran calidad ya contrastada o jóvenes con gran proyección con jugadores que jamás han cumplido las expectativas o que, directamente, son mediocres. Por un lado, el talento de Harry Kane, la regularidad de Wayne Rooney y la mejoría de Joe Hart y, por el otro, el incierto rendimiento de Chris Smalling, Theo Walcott o Phil Jones. Dudas y más dudas.
 
El partido fue un fiel reflejo de todas estas carencias por parte de ambos contendientes. Italia jugó a algo que no sabía e Inglaterra directamente no jugó a nada. Se adelantaron los de Antonio Conte por medio de Pellè tras un centro de Giorgio Chiellini con la derecha (pueden leerlo las veces que quieran que es cierto, pasó).
 
Tras el descanso y la entrada de Ross Barkley en los Three Lions, los ingleses tomaron el control del partido y se sucedieron las ocasiones de Rooney y un temeroso Kane. Buffon sigue siendo uno de los grandes. De los más grandes. Su seguridad bajo los palos sólo fue quebrada por Townsend en un disparo cruzado desde fuera del área. Lo más racional ante tal despropósito de ambas escuadras era el empate.
 
El problema de Italia es de nivel individual también. Ya no tienen cracks. Más allá del talento de Verratti y el intermitente Mario Balotelli no existe un factor diferencial. Una línea defensiva cumplidora pero lejos de zagueros del nivel de Paolo Maldini, Fabio Cannavaro, Alessandro Nesta o Marco Materazzi. No hay medios correosos y trabajadores como Gennaro Gattuso, Massimo Ambrosini o Simone Perrotta. No queda ningún vestigio del ingenio de Alessandro Del Piero o de Francesco Totti. Se amontonan los jugadores del montón y sin rasgo diferencial.
 
En Inglaterra al menos no existe un recuerdo reciente por el cual sentir nostalgia. Sigue existiendo un equipo competitivo pero no ganador. Que continúa sin poseer una idea clara de juego ni un entrenador que parezca tener argumentos para revertir la situación.
 
Dos equipos con problemas de identidad. Y de jugadores. Se vieron las caras y a pesar del empate, perdieron los dos. La mediocridad de dos grandes de Europa.
 

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