Alvaro Oleart

La importancia de ganar

 
¿Existe alguien en este mundo al que no le guste ganar? Lo dudo, aunque bien es cierto que multitud de personas priorizan otros elementos a ganar. Clara muestra de ello es la marcha de Samuel Eto´o al Anzhi ruso, ya que el camerunés, quizá cansado de ganar (es el único jugador en la historia que ha logrado dos tripletes consecutivos), ha antepuesto los 20 millones de euros anuales que percibirá a poder jugar la Champions League con el Inter, o, simplemente, fichar por uno de los numerosos pretendientes asentados en la cumbre del fútbol europeo que quería hacerse con sus servicios.

 
Lo contrario ocurre con Samir Nasri y Cesc Fábregas, los dos mejores jugadores del Arsenal hasta la temporada pasada, que, más allá de lo que pueda parecer, se han fugado del Emirates Stadium por no ganar. Nasri se ha marchado al Manchester City, y algunos, como su propio compañero Frimpong, han acusado al joven francés de pesetero. Pese a que cobrará la nada despreciable suma de 175000 libras semanales, al igual que Fábregas y al contrario que Figo en su momento, su fichaje por los petroleros poco tiene que ver con el dinero.
 
A diferencia del jugador francés, a Fábregas nadie puede tacharle de pesetero, pues cobrará menos en el FC Barcelona que en el Arsenal. Su fichaje por el equipo dirigido por Pep Guardiola ha sido argumentado como un «retorno a casa», ya que Fábregas dio sus primeros pasos en su actual equipo, el mismo que lo dejó marchar a los 16 años con destino a Londres. Sin embargo, su fichaje, sin ser conocedor de la situación personal de Fábregas, tiene menos de «volver a casa» de lo que parece.
 
Y es que cuando uno invierte largas y pesadas horas estudiando antes de un examen o completa duros entrenamientos durante un año para luchar por algún título, las expectativas, inevitablemente, se disparan. Esto es lo que ha sucedido con el Arsenal, un equipo que no cuenta con el mismo potencial económico que United, Chelsea y compañía, o, simplemente, su filosofía no se lo permite. Para subsanar este déficit económico, los «gunners» han trabajado más y mejor las categorías inferiores, de ahí que hayan salido jugadores como Wilshere y Fábregas, que con 18 años ya habían dado sus primeros pasos con el primer equipo.
 
El hecho de trabajar más duro que los demás puede provocar efectos contrarios. Por un lado, la sensación de que el trabajo duro ha sido recompensado es brutal, probablemente, tras el sexo, la mejor sensación que uno puede sentir, y no hay más que observar las caras de éxtasis de los jugadores de la selección española tras el triunfo en la Copa del Mundo. Por contra, la no llegada de esta deseada recompensa provoca una impotencia que, irremediablemente, finaliza con la siguiente cuestión: ¿Tanto trabajar para acabar, una temporada más, sin ganar?
 
Esto es lo que ha ocurrido con las dos exestrellas del Arsenal. En Londres los trataban como a dioses, y su entrenador, Arsene Wenger, los ha adorado como si de sus hijos se tratara, a tal punto que Fábregas ha llegado a declarar que Wenger ha sido como un segundo padre para él. Sin embargo, si el precio por ello era no ganar, ambos han decidido irse a equipos donde tendrán más competencia por un puesto (Fábregas pugnará con Xavi, Iniesta, Keita, Thiago y Afellay por jugar en la medular del Barça, mientras que Nasri hará lo propio con Yaya Touré, Adam Johnson, Tévez, Silva y Milner en el Manchester City), pero han recalado en equipos que, por lo menos a priori, son favoritos a alcanzar algún título.
 
Y es que, más allá de que los «gunners» hayan completado seis temporadas en blanco, no da la impresión de que esto vaya a cambiar en los próximos años. Primero por la falta de inversión económica, y segundo por la mala inversión. Wenger ha dejado marchar a dos de los tres laterales que más partidos jugaron la temporada pasada, Eboue y Clichy, y ahora a sus dos mejores jugadores, Nasri y Fábregas. A cambio, han contratado a Carl Jenkinson, jugador de 19 años que la máxima categoría en la que ha jugado hasta ahora es la League One, la tercera división inglesa; a Alex Oxlade-Chamberlain, un prometedor extremo de 18 años; a Joel Campbell otro prometedor delantero de 19 años; y la gran estrella del verano ha sido Gervinho, un hombre que fue expulsado en su primer partido de la Premier League. Pese a la importancia de la juventud en el mundo del fútbol, no es un deporte en el que un equipo con una media de 15 años pueda ganar algún título profesional. Es importante mirar al futuro, pero también lo es el presente.
 
En conclusión, ganar cambia poco, no ganar o perder lo cambia todo. De ahí que Mourinho se dedique a meter el dedo en el ojo a un colega de trabajo, y que Nasri y Fábregas hayan zarpado hacia equipos con más posibilidades de ganar títulos.
 

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