Josué Rubio

La impredecibilidad del Liverpool

Diezmado por las lesiones musculares y lastrado por la inactividad en el mercado de fichajes, el Liverpool navega sin rumbo fijo por la Premier League. Jürgen Klopp ha recuperado el optimismo en Anfield y el agónico 4-5 en Norwich supondrá una inyección de moral. Pero el equipo sigue a la misma distancia de la Champions que hace una semana.

 
Que la Premier League es, casi con total seguridad, la liga europea más divertida para el espectador neutral es tan cierto como que los aficionados del Liverpool, especialmente durante lo poco que llevamos de la era Klopp, corren el riesgo de acabar en el hospital cualquier día de partido si alguna enfermedad cardiovascular les aflige. Si algo caracterizó al Borussia Dortmund, con el que el bueno de Jürgen alcanzó el reconocimiento en la élite, era su ritmo vertiginoso tanto a la hora de atacar como de recuperar la posesión. Hoy debe hacer eso con una plantilla plagada de bajas y a la que, a 25 de enero, todavía no se ha incorporado ningún fichaje del gusto del teutón.
 
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Bajo estas condiciones, ver un partido del Liverpool es una completa moneda al aire, pues tan pronto es capaz de derrotar holgadamente a Manchester City y Chelsea como visitante (1-4 y 1-3 respectivamente) o vencer al entonces (y de nuevo) líder de la Premier, el Leicester, como de perder en casa contra un Manchester United bajo mínimos o, sin ir más lejos, ganar en el minuto 94 un partido que le habían empatado dos minutos antes y que, previamente, tuvo que remontar a pesar de haber empezado ganando. Los Reds subsisten con una defensa de chiste, un centro del campo ineficaz a la hora de generar juego y un goleador que no es un goleador al uso. Y es que, con los números en la mano, la temporada de Roberto Firmino puede no parecer gran cosa (cinco goles y tres asistencias), pero su fútbol está lleno de intangibles que no se reflejan en la fría estadística, y es quien lleva las riendas del equipo como falso nueve.
 
El esquema de Klopp, un 4-3-3 con Lucas Leiva cubriendo a la defensa, Emre Can y Jordan Henderson a su lado y sin delantero centro, sufre contra cualquier equipo que busque poblar el centro del campo, sin importar lo que haga mientras tanto o cómo llega a este objetivo. A pesar de que Jordan Ibe y James Milner aportan profundidad al equipo al partir como extremos, el sufrimiento en el repliegue es excesivo y, al recuperar el balón, no hay un Philippe Coutinho (lesionado) que conduzca una contra fulminante. El asunto del nueve es otra cosa que escama mucho en Anfield, y es que no se comprende la constante suplencia de Christian Benteke, máximo goleador del equipo en liga (seis goles) aún jugando poquísimos minutos, a pesar de la mareante cifra desembolsada. Quizá Klopp busque más movilidad arriba y el hombre fuese Daniel Sturridge, pero la sempiterna baja del inglés, sumada a los factores del juego del hercúleo belga, han terminado por beneficiar a Firmino.
 

 
Hoy por hoy, la Champions queda lejos, pero no por distancia en la tabla (ocho puntos), sino por las sensaciones que transmite el Liverpool, un constante temblor de piernas solo de pensar que encajarán cualquier tiro a puerta o que la defensa cuajará otro ridículo coral. Los Reds son el equipo que ha encajado más goles de saque de esquina esta temporada en Premier League, nada menos que ocho. Si queremos ver el vaso medio lleno, Klopp mantiene al Liverpool en la pelea por Europa, puede llegar a una final copera que tiene encarrilada y, en verano, podrá construir un equipo mucho más acorde a su idea de juego para, por qué no, preparar el asalto a la deseada Premier League. Es tal la ilusión que genera el extrovertido técnico alemán que Anfield está dispuesto a soportarlo absolutamente todo, al menos este año.
 

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Josué Rubio