El Bayern de Múnich posee una historia llena de contradicciones. Su emblema, Franz Beckenbauer, fue siempre un fanático del Múnich 1860. Y de todas las finales de Copa de Europa que jugó, perdió todas aquellas que mereció ganar, como la dramática de 1999 en el Camp Nou. Y todas aquellas que mereció perder, las ganó, incluida la de 1974 contra el Atlético de Madrid. O la que ganó al año siguiente al Leeds United en París.
Sí, el Leeds United. Si la providencia de Dios existe, es innegable que se cebó y de qué manera contra el equipo del West Yorkshire, posiblemente de los más odiados (si no el que más) de toda Inglaterra y del mundo del fútbol. Con el mítico Don Revie al mando, el equipo ascendió a primera división en 1964 y al poco de llegar, casi se proclamó campeón. Pero no son sus títulos, entre ellos las ligas de 1969 y la de 1974, los que darían fama inmortal al Leeds.
Cuando el fútbol era cosa de hombres de verdad, el Leeds era el más duro del barrio
Poseía un componente maquiavélico que los hacía los más odiados
En un tiempo en el que el fútbol era una cosa de hombres de verdad (para hacerse una idea, se puede buscar el Celtic-Atlético de semifinales de Copa de Europa de 1974), con campos de barro, balones de piedra, delanteros melenudos y aficionados literalmente amontonados en los fondos, el Leeds era el tipo más duro del barrio. A la cabeza, Norman Hunter, Johnny Gilles y el clan de los escoceses, con Joe Jordan, Peter Lorimer o muy especialmente Billy Bremner. Con el rubio escocés, los de Revie poco tenían que envidiar al Lazio salvaje pero campeón de Chinaglia y compañía. Si algún lector tiene curiosidad por ver cómo se las gastaban, puede echar un vistazo, por citar un par de ejemplos, a la monumental pelea entre Bremner y Kevin Keegan en la Charity Shield de 1974 en primer partido oficial de Brian Clough al frente del Leeds (a partir del minuto 5:00 del vídeo superior). O el mamporro que le soltó el central McQueen a Clares en la semifinal Barcelona-Leeds de ese mismo año (a partir del minuto 18:30 del vídeo inferior) ya con Jimmy Armfield, el sustituto de Clough, en el banquillo. Era un equipo durísimo, más no del mismo uso que aquellos biancocelesti, amantes de la violencia en toda su esencia, tanto dentro como fuera del campo. No, el Leeds poseía un componente maquiavélico que los hacía ser más detestados incluso.
Norman Hunter llegó a admitir que Don Revie les ordenaba que, nada más empezar el partido, patearan bien fuerte a su rival, para atemorizarlo y porque el árbitro no se atrevía nunca a amonestar en los primeros minutos. Zurraban de lo lindo pero, eso sí, siempre se disculpaban delante del árbitro. Y es que, entre un objeto redondo y blanco y una tibia, a ver quién era el listo que no se confundía nunca. Pese a su violencia, era un equipo que llegó a jugar muy bien al fútbol. Posiblemente a Bremner se le conozca más por sus broncas y peleas, pero era un más que diestro mediocentro, integrante de esa gran Escocia de mediados de los años 70 que, incomprensiblemente, nunca llegó a nada. Hablamos de un equipo muy duro pero no exento de capacidad técnica. Tan es así que, en innumerables ocasiones, no se contentaba con ganar o aplastar al oponente, sino que no se detenía hasta humillarle. Era común verles ganar por cuatro a cero y provocar al contrario con espuelas y taconazos, como en la eliminatoria de FA Cup contra el Swindon de 1971 donde, no contentos con golear al rival, hicieron lo posible por hacerles parecer un grupo de colegiales.
No se contentaban con ganar. No se detenían hasta humillar al rival
Revie fracasó en la selección y el Leeds descendió en 1982
Los éxitos de Revie fueron tales que la selección inglesa no tardaría en contratarle en 1974. Su sustituto fue Brian Clough, campeón con el Derby County en 1972 (un capítulo retratado de forma más o menos fidedigna en la película The Damned United). Pero tan indomable era este grupo, que es aquí, querido lector, donde usted puede encontrar otra acepción del vocablo castellano “cama”. A Brian Clough y sus intenciones de jugar de otra manera, más limpia y honesta, lo acabaron por devorar vivo dentro del vestuario en 44 días y un empate en casa contra el todopoderoso Huddersfield Town. Pero tras este episodio, el karma, definido como ley cósmica de retribución y causa/efecto, decidió cobrarse su parte correspondiente. Tras el despido de Clough, el Leeds, sí, llegó a la final de Copa de Europa de 1975, contra el campeón, el Bayern de Beckenbauer, Maier, Müller o ese central de nombre impronunciable que le marcó aquel gol al Atlético de Madrid en el último segundo de la prórroga. El Leeds fue mejor, mucho mejor, pero los bávaros encarnaron el enunciado de Lineker sobre ese juego de un balón, once contra once y donde ganan los alemanes. La venganza de las Parcas no quedaría ahí, ni mucho menos. Para Revie y el Leeds, a partir de entonces todo sería vinagre sobre la herida sangrante.
Ni para la Eurocopa de 1976 ni para el Mundial de 1978 fue capaz Revie de clasificar a Inglaterra, siendo despedido apenas tres años después de su flamante nombramiento como seleccionador inglés. El destino se empeñó en frotar la piel del Leeds con esparto y Brian Clough no solo logró ascender al Nottingham Forest y hacerle campeón de Inglaterra, sino que lo llevó hasta lo más alto de Europa en 1979 y 1980. Hoy, la carretera que va de Derby a Nottingham lleva su nombre. Para el Leeds, comenzaba el descenso a los infiernos, a la Second Division en 1982. Si algún ente poderoso había maldecido los destinos del club de Elland Road, campo que hasta el mismo Sir Alex Ferguson temía, desde luego que lo hizo con saña.
Sin embargo, la carne del Leeds, a fuerza de cabezazo en el pecho y patada en la espinillera, es dura como el rostro de Bremner. Si hay algo a destacar en la historia del Leeds, más allá del carácter de jugadores citados o de los Kaiser Chiefs, es esa personalidad marmórea e indesmayable, capaz de soportar terremotos para a continuación ir a tomar una cerveza en el pub de la esquina. Solo un equipo así, es capaz de sobreponerse a golpes como los que recibió el Leeds en el mentón a lo largo de su historia. En 1988, justo cuando Bremner era despedido como mánager, regresaba a la élite. Y de la mano de otro tipo muy especial, marsellés y apellidado Cantona, los de Leeds volvían a campeonar, en la última edición de la liga inglesa antes de pasar a denominarse Premier League. Con Wilkinson y Hart, aunque con Eric Cantona ya en el rival más odiado, consiguieron mantenerse en la Premier para posteriormente dar un paso adelante con George Graham y fichajes como Hasselbaink. El United volvía a Europa y en 2001 conseguía alcanzar las semifinales de la Champions para ser eliminado por el Valencia, permitiéndose incluso fichajes como el de Ferdinand al West Ham por 18 millones de libras.
Pero de nuevo, vuelta a las profundidades de la tierra, algo que también parece formar parte de la idiosincrasia del Leeds, gracias a la magnífica gestión de Peter Ridsdale y las deudas contraídas por préstamos adquiridos de los derechos de televisión. Ni las ventas de jugadores como Harry Kewell, Robbie Keane, Rio Ferdinand o Robbie Fowler evitaron que el Leeds comprase el billete de vuelta al averno. Una travesía por la League One y la Championship y desiertos como los campos de Hartlepool, Peterborough o Carlisle. Demasiado para un club tan orgulloso, excesivo para la arrogancia que un día demostró. La condena parecía ser perpetua. O no.
De un pozo tan negro y profundo solo un equipo con la férrea determinación del United puede sacar la cabeza y derrotar a su odiado Manchester United en Old Trafford en la FA Cup de 2010 y dejar a toda Inglaterra pasmada y, por qué no, con una cierta mueca de miedo. Desde esa misma temporada, el Leeds navega por la Championship, retorciendo su estómago y buscando demostrar que por aciago que pueda ser su destino y por muchas piedras que se encuentre en el camino, él es mucho más duro y que nada ni nadie va a conseguir enterrarlo. Porque es él, el Leeds United.