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La película de Mourinho

El entrenador portugués ha perdido su esencia. Su credibilidad, coherencia y honestidad particular se ven en entredicho ante la falta de títulos y triunfos. La situación del club, la de su plantilla y la relación con la prensa, los principales factores a tener en cuenta.

 
No sabemos cómo seguirían las historias en caso de no acabar las películas. Simplemente sabemos que los héroes o protagonistas acaban en el punto más álgido de la historia. Ya sea de forma triunfadora o trágica. Cumpliendo la proeza o hincando la rodilla en la más grande de las batallas. Podrían acabar como un ciudadano más entre la multitud, siguiendo sus exponenciales proyecciones o incluso, por qué no, cayendo a los estratos más bajos de la sociedad.
 
José Mourinho tuvo una carrera de película. Empezó como un individuo más dentro de su itinerario. De su mundo. Un segundo entrenador de un equipo menor en cuanto a títulos en aquella época, el Fútbol Club Barcelona. Por aquel entonces, el equipo blaugrana no formaba parte de la élite europea. Simplemente era uno de los equipos potentes de la liga española. Antes de la tremenda explosión resultadista del nuevo siglo.
 
Bobby Robson, el primer entrenador del Barcelona por aquel entonces, emigraría al Newcastle queriendo llevarse consigo al (por aquel entonces) segundo entrenador portugués. El técnico luso dijo no. Tras un paso irregular por el Benfica para sustituir a Jupp Heynckes y otro poco más prometedor con el Uniao Leiria (quinto puesto en liga), Mourinho llegó al Oporto.
 
Allí el protagonista de la historia se convirtió en héroe. Se ganó la atención del público a base de resultados y trabajo. Ganó la Champions con un equipo de una liga muy menor además de la Copa UEFA, dos ligas portuguesas y una Copa. Luego se marchó al Chelsea y lo convirtió en un equipo respetado y afamado en Europa. Referente en Inglaterra y fiel competidor de la Premier League. Ganó seis títulos en tres años antes de marcharse al Inter de Milán y lograr su mayor hazaña.
 
Su descomunal ambición le hizo ganar enteros de forma inapelable en el escalafón de entrenadores. No sólo a nivel mundial sino también histórico. Con la tenacidad y confianza en su método por bandera. Con el Inter de Milán ganó dos ligas, una Copa y la Champions League. El equipo neroazzurro no se alzaba con el cetro europeo desde hacía cuarenta y cinco años.
 
¿Cómo es posible que semejante fenómeno atraviese un bache como este? ¿Cómo puede ser que uno de los grandes de la historia se vea incapaz de revertir una situación cómo la actual en el Chelsea? ¿Qué está pasando en el Chelsea que se asemeja tanto a su última y mala temporada en el Real Madrid?
 
Partiendo de una interpretación de las causas en las malas fases del impresionante itinerario del entrenador portugués, se pueden extraer una serie de conclusiones y tres causas por encima del resto. La dimensión de los clubes, la influencia de la plantilla y el papel de los medios de comunicación respecto al equipo.
 

El entorno de Madrid y Chelsea en la segunda etapa no son propicios

Oporto, Chelsea en la primera e Inter se amoldaban a sus exigencias

Para empezar, es necesario discernir entre la dimensión de los equipos que ha entrenado Mourinho. Y sus épocas. Oporto, Chelsea e Inter no eran equipos ganadores. Al menos no en las esferas donde él les hizo ganar. Con los Dragoes conquistó la primera Copa UEFA de su historia y su segunda Champions en años consecutivos. Al Chelsea le pasó al primer plano nacional. Reformó su estructura de club y su mentalidad dotando de una identidad ganadora y competente con los equipos más grandes de la Premier League. Al Inter llegó en una senda ganadora para los neroazzurri. La mantuvo en el panorama nacional y devolvió al equipo transalpino a la gloria continental tras años de mediocridad en la Copa de Europa. Después de Helenio Herrera. Cuarenta y cinco años después. Casi nada.
 
Pasamos al Real Madrid y a su segundo periplo en Stamford Bridge. Mourinho llegó a un Real Madrid manso y endeble. Cayendo en octavos de final de Champiions año sí, año también. Con una imagen de inferioridad respecto al Barcelona de Pep Guardiola descomunal. En la vuelta a Cobham, el Chelsea venía de vencer una insustancial Europa League. Aunque meritorio, un título muy menor en la actualidad para una entidad del calibre de los Blues.
 
¿Qué diferencias se pueden extraer de estas dos situaciones? Los tres primeros equipos eran planteles ávidos de títulos. Sin experiencia en grandes victorias. Con una gran voracidad de gloria, de fama, de contratos sustanciosos. Con deseo de comerse el mundo. Los jugadores de Oporto, Chelsea e Inter no sabían qué era jugar una final de la Liga de Campeones. No conocían la experiencia de ser candidatos al Balón de Oro. No habían sido portadas de periódicos futbolísticos a nivel internacional. Deco, Ricardo Carvalho, Paulo Ferreira, Maniche o Costinha emigraron a clubes de primera fila tras ser héroes con el Oporto. Petr Cech, Didier Drogba o Arjen Robben pasaron, de la mano de Mourinho, de jugadores prometedores en ligas menores, a realidades de primer nivel. En el Inter, hizo correr a veteranos de treinta años como Lucio, Walter Samuel, Javier Zanetti, Diego Milito o Samuel Eto’o como si fueran chavales de veinte para superar al Barça en semifinales y al Bayern en la final de la Copa de Europa.
 
Cuando llegó al Real Madrid, en cambio, ya tenía a Iker Casillas, Sergio Ramos y Xabi Alonso como campeones del mundo y de la Eurocopa con España. Al capitán como bicampeón de Europa con el Madrid a principios de siglo. Al centrocampista tolosarra ganador de la Liga de Campeones con el Liverpool. Cristiano con el Manchester United o Kaká con el Milán. Por citar algunos ejemplos. En definitiva, su gloria y fama ya estaba consumada. Sus contratos publicitarios ya eran sustanciosos y sus salas de trofeos ya tenían alguna que otra existencia de cierto calibre. Igual en el Chelsea. Con vestigios del campeón de Europa con jugadores como Branislav Ivanovic, el propio Cech, John Terry, Frank Lampard, John Obi Mikel, Ramires… La lista es larga. Los líderes del vestuario ya eran referentes y jugadores de primerísimo nivel. Sus cuentas en las redes sociales ya eran las más seguidas.
 
Una condición esencial para el éxito de Mourinho a través de la comunión con sus jugadores es: “Haced todo lo que yo os diga y os haré ganar todo”. En Oporto, Chelsea (primera etapa) e Inter funcionó. Porque antes no habían ganado sus jugadores. No habían tocado lo etéreo. El primer nivel. En el Real Madrid y el Chelsea (segunda etapa) no ha sido así. La experiencia previa en las victorias hace recelar de esa unión y lealtad con fecha de caducidad. Hasta que el entrenador se marche. El líder Mourinho es capaz de lograr que Nuno Valente en el Oporto obedezca sin rechistar en pos de un hito increíble pero real. O que lo haga Wesley Sneijder. Pero no es tan sencillo con Terry, campeón de la Champions League (y sin Mourinho). O con Kaká, Balón de Oro y campeón de Europa con el Milán de Ancelotti. No tiene el mismo significado ser campeón de Europa. El mismo sabor.
 

La dimensión de los clubes le ha superado, como la influencia de los jugadores

En Madrid no supo lidiar con los medios, como tampoco ahora en Londres

Otro de los problemas actuales del equipo del suroeste de Londres es la inflexibilidad de su entrenador. El mánager portugués tiene una capacidad camaleónica para adaptarse a todas las ligas e idiosincrasias. Sin embargo, está siendo incapaz de revertir la situación actual del Chelsea. No se ha visto en una situación tan adversa y, por ende, no ha tenido que recurrir a soluciones atípicas en su libro de estilo. Y, a día de hoy, sumido quizás en el peor momento de su carrera, no negocia la existencia del doble pivote, la línea de tres mediapuntas ni tan siquiera la rotación de sus jugadores. Es incomprensible que ante la sucesión de acontecimientos, no hayan innovaciones en el entramado táctico de los Blues. No existe reacción.
 
Aparte del factor de las plantillas, existe también una influencia de los clubes. Parecida a la de los planteles. Tanto Oporto e Inter como Chelsea en la primera etapa, eran equipos acomplejados en sus diferentes escalas o panoramas. Pero el Real Madrid es una de las mayores institución del fútbol a nivel planetario. Y el Chelsea a día de hoy es también una de ellas (desde y por la llegada de Mourinho en su primer paso) a la altura de Madrid, Barcelona, Manchester United o Bayern Munich.
 
La irrupción de Mourinho supuso algo rompedor y valeroso en su inicio. Alguien en quien creer. Al que agarrarse. Confiado en sus facultades y sus fundamentos. Y que se veía capaz de todo y tenía la habilidad y los conocimientos para lograrlo.
 
En el Real Madrid fue un salvador. Durante la primera temporada se le vio como el redentor del equipo blanco en la época dorada del Barcelona. Y lo fue. Tan sólo dos más que polémicas actuaciones arbitrales en semifinales de Champions League privaron una vuelta por la puerta grande de la institución de Chamartín a Europa. Tras siete años cayendo en octavos de final, aquella derrota generó una ola de optimismo. El Madrid se había vuelto a equiparar al Barcelona. A la mejor versión del equipo blaugrana en toda su historia. Con el paso de los meses, aquello quedaría en el olvido y el peso de los títulos tuvo relevancia. Todo aquello quedó en el olvido con la consecución del título de liga y de la Copa de Europa por los culés.
 
Y por el factor de los medios de comunicación. En la primera temporada en el Santiago Bernabéu, Mourinho fue laxo con su rasero en relación con lo que vendría en las dos temporadas siguientes. Cerró de forma permanente el paso a los medios de comunicación a partir de la segunda, maniató la comunicación del club hacia fuera limitando al extremo las comparecencias de sus jugadores ante los medios de comunicación y limitó los mensajes hacia los medios a través de su persona. Más allá de actos públicos del club o de algún jugador.
 
Esto supuso un golpe durísimo para la prensa española. Socialmente, los medios de comunicación española están reflejando a la perfección la sociedad que hay en España. Fomentando la importancia del dinero, la falta de valores, la hipocresía, la falsedad y la incoherencia. Incluso la corrupción. Mourinho, a su manera, y desde su paradigma (esenciales ambas connotaciones), es un hombre íntegro, coherente y leal a su forma de pensar. No encajaba en España. Al menos no caía bien en los medios de comunicación. Y eso en un club de la dimensión del Real Madrid es una connotación realmente trascendente.
 
A un gran sector de los aficionados del Real Madrid no le importaba que Mourinho no saliera a la rueda de prensa. Pero a los periódicos, radios y televisiones sí. Esa presión mediática le fue consumiendo paulatinamente a nivel físico y mental al entrenador luso. Parece no haberse recuperado del periplo en la capital española. Su nivel de influencia en su plantilla, su capacidad para atisbar y actuar en el devenir de los acontecimientos no es el mismo.
 
La eliminación contra el Atlético de Madrid en las semifinales de la Champions League 2014 y el horroroso y ridículo traspiés del invierno pasado frente al París Saint Germain dejaron entrever las primeras grietas en el modelo de Mourinho que se han confirmado con una contundencia tremenda e inesperada con el paso de los meses.
 
Se podrían mencionar otros aspectos coyunturales como la mala pretemporada del Chelsea por el comienzo tardío de la prretemporada, la escasez y calidad de los fichajes u otros aspectos circunstanciales como el caso Eva Carneiro. Pero eso serían excusas para el protagonista. Que sigue siendo todavía un héroe de película.
 

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