Alvaro Oleart

La soledad Mata

 
«La soledad es muy hermosa… cuando se tiene alguien a quien decírselo» – Gustavo Adolfo Bécquer
 
Pocas cosas asustan tanto en la vida como quedarse solo. Éste es el motivo por el cual hay tantos matrimonios en los cuales existe una falta de amor evidente. «Mejor asegurarse una compañía a estar solo», deben pensar los conformistas matrimonios que acabo de citar. También existe la soledad en el fútbol. Ya lo demostró Gary Speed, un hombre que decidió quitarse la vida teniendo una vida exitosa y una familia. 

Pocas cosas asustan tanto en la vida como quedarse solo

Mata está rodeado de gente, pero está solo

Speed estaba rodeado de gente, pero estaba solo. Exactamente esto es lo mismo que le ocurre a Juan Mata en el Chelsea, aunque solo dentro del terreno de juego. El español, un auténtico jugadorazo, es, junto con David Silva, probablemente el hombre que mejor lee los partidos. Cuando el Chelsea tiene oportunidad de contragolpear, es el primero en soltar el balón, consciente de que éste es más veloz que cualquier jugador. Cuando el equipo necesita pausa y posesión, también es el primero en buscar el pase fácil, asegurando no perder el balón. 
 

Sin embargo, para desgracia de Mata, es el único en el Chelsea que sabe leer los partidos. Mata está rodeado de otros diez compañeros con su misma camiseta, pero está solo. Ni siquiera Villas-Boas le hace compañía. El domingo esto quedó más patente que nunca. Con 3-0 a favor a falta de 40 minutos, el Chelsea había fundamentado su ventaja en esperar el momento adecuado para atacar, conscientes de que un intercambio de golpes entre ambos equipos beneficiaría a los «red devils», tal y como ocurrió en Old Trafford meses atrás. Con la línea defensiva atrasada y un buen posicionamiento de todos los defensores, habían sido capaz de aguantar las acometidas de los atacantes del United en la primera parte. Ni siquiera Valencia logró crear peligro encarando a Bosingwa, que jugaba a pie cambiado en el lateral izquierdo.

 
Todo cambió tras el tercer gol. Lo que el Chelsea necesitaba era posesión de balón, calmar el partido. Es exactamente lo que ofrecía Juan Mata. Bajando a recibir el balón, nunca lo ponía en peligro. Todo lo contrario hicieron sus compañeros, buscando siempre el pase vertical y precipitándose constantemente. Los «blues» no dieron cuatro pases seguidos tras su tercer gol. Regalaron el balón al United y defendieron más por acumulación que por posición. El resultado es bien conocido: 3-3. 
 
Villas-Boas no pareció hacer autocrítica tras el encuentro, cuestionando la actuación del árbitro. El técnico portugués se equivoca. Su mejor jugador, Mata, está solo. La posición desde la que arranca, en una banda, no ayuda a la fluidez del equipo. Tampoco ayuda tener a jugadores como Essien, Meireles, Malouda o Lampard al lado, hombres que buscan acabar las jugadas lo antes posible, faltos de paciencia. A lo Mourinho. La solución podría pasar por dar a Mata libertad absoluta de movimiento, como ocurre con Silva en el City. Otra posibilidad sería situarlo de medio centro, formando el doble pivote con Oriol Romeu, una opción que mejoraría considerablemente el trato dado al balón por los «blues». Además, como mínimo, en palabras de Bécquer, Mata tendría alguien a quien contar lo solo que se encuentra.

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