Aaron Cabado

La tormenta arrecia en Dean Court

El recién ascendido Bournemouth ha entrado en una dinámica negativa que les ha situado en posiciones de descenso en la Premier League. Las bajas de larga duración de Callum Wilson, Tyrone Mings y Max Gradel, claves para entender el declive del club sureño.

 
El azar como elemento decisivo en el fútbol está gravemente infravalorado. Un momento concreto de fortuna o fatalidad puede jugar un papel vital para decantar el devenir de un encuentro o incluso de una temporada. Existen múltiples parámetros que tienen una incidencia más o menos relevante en el desarrollo de un partido y, por lo general, escudarse en la mala suerte para justificar un resultado negativo es una evasiva poco convincente. Sin embargo, es evidente que las desafortunadas lesiones de larga duración sufridas por Callum Wilson, Max Gradel y Tyrone Mings suponen una catástrofe para el Bournemouth, un equipo debutante en Premier League que está viviendo en primera persona el embate de la mala suerte.
 
La pasada campaña, la primera posición lograda en Championship significó el mejor año deportivo del club del condado de Dorset. Los de Eddie Howe eran un recién ascendido desde League One al cual, evidentemente, nadie ubicaba en la terna de favoritos para acceder a la máxima categoría del fútbol inglés. Sin embargo, contra todo pronóstico consiguió promocionar de forma directa. Este año el Bournemouth sí partía, como es lógico, entre los favoritos para descender en Premier League, ya que es el equipo más humilde de la división.  De todos modos, el nuevo contrato televisivo de la competición ha permitido que los Cherries hayan podido invertir más de treinta millones de euros en fichajes.
 
Así, la temporada 2015/16 ya se vislumbraba, desde los albores de la misma, compleja para los sureños, dada su nula experiencia contra equipos de máximo nivel. Si a esto le sumamos las consecuencias provocadas por las lesiones acaecidas a tres de sus mejores jugadores (uno por línea), la lógica señala al Bournemouth como claro candidato al descenso. Los de Eddie Howe pagaron más de 11 millones de euros al Ipswich por la contratación del lateral zurdo Tyrone Mings, que ha disputado, en lo que parece una broma macabra del destino, un total de 11 minutos. Después se rompió el ligamento cruzado,  lo que le obligará a mantenerse alejado de los terrenos de juego prácticamente toda la temporada.
 

 
La otra gran contratación del periodo estival realizada por los el plantel de Eddie Howe fue la del internacional costamarfileño Max Gradel, que llegó a la Premier League desde el Saint-Étienne francés a cambio de 10 millones de euros. El mediocentro africano disputó las cuatro primeras jornadas, en las que le dio tiempo a repartir tres asistencias antes de caer lesionado, precisamente con la misma dolencia que Mings: rotura del cruzado. Lo mismo le sucedió al joven Callum Wilson, que hasta entonces era el hombre más en forma del Bournemouth. Con cinco goles, el de Coventry era el máximo goleador del equipo y su máxima esperanza para mantener la categoría, pero su inoportuna lesión fue un auténtico jarro de agua fría para las aspiraciones del club. Sin Wilson, el Bournemouth no ha conseguido ganar ninguno de los seis encuentros que ha disputado, perdiendo posiciones consecuentemente hasta caer, con la derrota frente al Newcastle el pasado sábado, hasta la decimoctava plaza que ocupa actualmente.
 
Con los tres jugadores mencionados de baja para toda la temporada, el conjunto sureño se está mostrando deficitario a la hora de marcar goles, algo que debe solucionar si quiere lograr la permanencia. Sin Wilson ni Gradel, el peso ofensivo del equipo recae en Matt Ritchie. El internacional escocés, excelso en el golpeo de balón, es el principal foco de peligro de un Bournemouth mermado. Los de Howe son un equipo bien estructurado y equilibrado, con unos cimientos estables (el guardameta Artur Boruc, el capitán y central Tommy Elphick o los medio centros Harry Arter y Andrew Surman ya fueron claves en el ascenso de la temporada pasada) y saben a lo que juegan. 
 
Sin embargo, carecen de otras cualidades muy importantes: experiencia, efectividad y sabiduría a la hora de gestionar los partidos. A los Cherries les cuesta ser pragmáticos, muestran serias dificultades para traducir su dominio en goles, y sin ellos, sobra decirlo, la salvación se antoja complicada. Con la baja de Gradel y, especialmente la de Wilson, la capacidad ofensiva de los de Dorset ha menguado notablemente. Sin ellos, los mismos mecanismos que el equipo tiene interiorizados no generan el mismo resultado. La situación comienza a ser crítica, y el Bournemouth debe decidir si la permanencia pasa por reinventarse y explorar nuevos caminos o reafirmar su fe en el estilo que le ha llevado a la Premier League.
 

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Aaron Cabado