No está siendo una temporada satisfactoria para el Everton de Roberto Martínez. En una liga tan competitiva como es la Premier League no se le podría exigir a los Toffees luchar por entrar en la Champions, pero el decimosegundo puesto que ocupan actualmente es extremadamente decepcionante. Lo es más, incluso, si tenemos en cuenta que este equipo, con una plantilla muy similar (y la misma columna vertebral) finalizó quinto en la temporada 2013/14, primera de Martínez en el cargo. El año pasado no fue positivo, pero se esperaba que en la presente campaña, sin competición continental y con una plantilla joven pero experimentada, el Everton se reafirmase como un club con aspiraciones europeas.
Sin embargo, a falta de ocho jornadas (aunque a los Toffees les restan diez partidos por disputar) se encuentran en zona de nadie, sin mayor pretensión que la de sumar puntos para finiquitar la temporada lo más dignamente posible. Realmente, es difícil explicar el porqué de la mala campaña del Everton, un equipo que se caracteriza por ser dominante, por proponer un fútbol vistoso y por buscar la portería rival. Genera muchas ocasiones, más de las que le generan. Anota muchos goles (51, el cuarto de la Premier, pese a haber disputado menos encuentros), aunque también recibe una cifra cuantiosa (39, el séptimo con más tantos encajados). Tiene, por lo tanto, una diferencia de goles de +12, siendo superado en este aspecto únicamente por los cuatro conjuntos que ocupan las cuatro primeras posiciones. Además, los de Merseyside están empatados en la tabla con el Bournemouth, que tiene una diferencia de -9, y se encuentran por debajo de equipos como el West Brom (-6) o el Stoke City (-4).
Estos datos estadísticos muestran una verdad apodíctica: al Everton le cuesta mucho ser contundente. Cuando los partidos son igualados, la balanza, generalmente, acostumbra a inclinarse del lado de su oponente, mientras que cuando vence, lo hace de forma ostensible. De sus nueve victorias, en siete la diferencia ha sido de dos goles o más. Por el contrario, de sus ocho derrotas, seis de ellas se produjeron por la mínima.
El problema principal del Everton es su desquiciante ineficacia en ambas áreas. A pesar de que marca numerosos goles, en ocasiones se atasca y, ante entramados defensivos bien ejecutados, no encuentra el modo de crear peligro (como sucedió recientemente en su enfrentamiento ante el West Brom). Además, a esto debemos añadir el hecho de que cuentan con una de las defensas más flojas del campeonato, pese a contar con una nómina de zagueros bastante notable (Coleman, Baines, Stones, Jagielka o Funes Mori). Sin embargo, ninguno de ellos está exhibiendo un nivel acorde a su calidad futbolística, y el equipo se está viendo lastrado por sus irregulares actuaciones.
Además, ha habido varios encuentros en los que la fragilidad del Everton le ha hecho perder puntos en los instantes finales, en los cuales los de Roberto Martínez han adolecido de la falta de solidez y de clarividencia necesaria para disminuir el ritmo de juego. Por ejemplo, tanto en Bournemouth como en Stamford Bridge, los Toffees vencían con claridad (0-2), y vieron como les empataban, en ambos casos, en idéntico minuto: el 98.
Ni siquiera jugando en Goodison Park, con resultados a favor y la presencia de sus aficionados, han sido capaces de sentenciar partidos en los que el viento soplaba a su gusto. En el enfrentamiento contra el Stoke City, los de Roberto Martínez vencían 3-2 a falta de quince minutos y acabaron claudicando (3-4). En su último encuentro liguero, sucedió algo semejante: venciendo por 2-0 al West Ham, realizando un partido convincente e incluso errando un penalti, el Everton vio como los londinenses les superaron en un cuarto de hora vertiginoso para acabar llevándose la victoria (2-3).
En ocasiones, los detalles o los matices deciden partidos de fútbol. Si creas más ocasiones que el rival y pierdes, la mala suerte puede justificarlo. Pero si esa dinámica se convierte en frecuente, en mal endémico, debe analizarse la situación y buscar el por qué de esa falta de contundencia. Es, sin duda alguna, la asignatura pendiente de un Roberto Martínez que no ha sabido dotar al Everton de ese punto de pragmatismo que se necesita en ciertos escenarios. Esos cuatro partidos que se han nombrado podrían haberse traducido en 12 puntos que finalmente se quedaron en 2. Una diferencia abismal, pues, aunque quizás sean elucubraciones absurdas, de haber sumado dicha puntuación, ahora el Everton ocuparía la quinta posición de la tabla clasificatoria.
Obligado ya a deambular tambaleante por la Premier, sin ningún objetivo por el que luchar, el Everton debe ahora centrar sus esfuerzos en alzarse con la FA Cup. Tras quedarse a las puertas de la final en la Capital One, le toca luchar por el otro torneo copero. Para ello deberá vencer en semifinales al ganador del West Ham – Manchester United. Debería ser el escollo más duro. En una hipotética final, bien contra Crystal Palace o Watford, los de Roberto Martínez serían los favoritos. Aunque el favoritismo en una final de FA Cup no te garantiza nada, como ya bien sabe el técnico ilerdense.
Conseguir la competición más vetusta del planeta sería una buena forma de resarcir el mal curso realizado por el Everton. Alzarse con el título contribuiría indudablemente a reforzar el maltrecho vínculo entre el equipo y una afición que no está nada contenta con el desempeño de los suyos. Los evertonians elogiaron la propuesta futbolística de Martínez durante su primera temporada, cuando ésa fue fructífera, pero en la segunda adoptaron una postura un tanto resultadista, abogando por un juego más directo. Quizás la estancia del técnico español en el banquillo de los Toffees dependa de lo que suceda en la FA Cup. Además, su consecución conllevaría la clasificación europea, algo que podría ser fundamental para garantizar la permanencia de los mejores futbolistas de la plantilla. Parece complejo, por ejemplo, que Romelu Lukaku acceda a continuar en un conjunto que no dispute competiciones continentales, y más teniendo en cuenta los excelsos números que el delantero belga está realizando en la presente campaña. Por plantilla, por nombre y por masa social, el Everton está obligado a dar un paso al frente. Ya es la segunda temporada en tierra de nadie para un club que necesita progresar urgentemente. Y la paciencia no es una cualidad abundante a orillas del Mersey.