Quizá no sea fácil, pero la vida es simple. Exactamente así era la misión que le encargó Roman Abramovich a André Villas-Boas en verano: renovar una plantilla que llevaba ya muchos años en la élite. Sin embargo, han transcurrido siete meses desde la llegada del portugués a Stamford Bridge y, no solo lleva una temporada desastrosa a nivel de resultados, sino que tampoco ha renovado la plantilla.
La misión de Villas-Boas no era fácil, pero era simple
No solo no ha cumplido con la misión, sino que tampoco ha cosechado resultados
El encuentro ante el Bolton es la más clara muestra de ello. Tras sucumbir en la ida de los octavos de la Champions League frente al Nápoles, la situación era límite. El trabajo de Villas-Boas estaba en peligro. En esas circunstancias, Villas-Boas recurrió a los de siempre. Cech, Cole, Essien, Lampard y Drogba, todos titulares ante el Bolton, formaban parte de la columna vertebral del Chelsea de Mourinho, y siguen siendo la de los «blues» en la actualidad. Con todos ellos sobre el césped, el Chelsea no jugó bien, pero ganó. Lo hizo tras una primera parte mediocre y aburrida, en la que Mata volvió a ocupar la banda y unos poco creativos Essien, Lampard y Ramires el centro del campo.
De hecho, con toda la paradoja histórica que conlleva, tuvo que ser un brasileño el que salvara a un portugués del naufragio. Apenas habían transcurrido un par de minutos del segundo tiempo cuando, en una de sus habituales incorporaciones al ataque, David Luiz abrió el marcador con una gran jugada y una mejor definición. Sin embargo, el gol de David Luiz no esconde una realidad evidente: ¿dónde están Lukaku, McEachran, Bertrand, Romeu y Courtois, los que en teoría son los encargados de renovar la plantilla?
Otros entrenadores, como Ancelotti, pueden excusar la no renovación de la plantilla con los resultados cosechados. Pero no Villas-Boas, que a este paso ni siquiera alcanzara la cuarta plaza. Para llevar a cabo una buena tarea en el Chelsea, un entrenador no necesita ganar un título, pero sí por lo menos renovar la plantilla. O, si no se renueva la plantilla, al menos lograr buenos resultados. Pero Villas-Boas, ni una cosa ni la otra.
Y es que, a pesar de la victoria, la situación del Chelsea, y concretamente la de Villas-Boas, es poco mejor que calamitosa. Sí, se llevaron los tres puntos, pero la sensación de falta de creatividad en el centro del campo no remite. Ramires volvió a correr una maratón, Lampard volvió a marcar y Essien volvió a imponerse físicamente a los rivales, pero a nadie se le ocurrió crear juego a partir de pases precisos e inteligentes. Los únicos capaces de hacerlo, Mata y Romeu, estaban en el sitio equivocado. Mata, como siempre, situado demasiado escorado en la banda. Y Romeu, en paradero desconocido. No estuvo en el campo y tampoco en el banquillo. Una pena. Podrían ser la primera piedra de un nuevo Chelsea.