Ilie Oleart

Las chicas muestran el camino

El fútbol volvió a ser cruel con Inglaterra. Un gol en propia puerta de Laura Bassett en el tiempo de descuento de la semifinal de la Copa del Mundo de Canadá ante Japón hizo añicos las ilusiones de las Lionesses. Pero su actuación en Canadá supone un soplo de aire fresco para un país desencantado con su selección. 

 
«Nuestro objetivo en esta Copa del Mundo era obtener la medalla de oro e inspirar a todo un país. No logramos el primero pero estoy segura de que sí el segundo», afirmó Karen Carney en las redes sociales tras la derrota en semifinales ante Japón. Ese es el sentimiento imperante tras dos semanas de competición en Canadá, a lo largo de las cuales las Lionesses han conquistado el afecto de unos aficionados desencantados con sus selecciones y han dado un impulso decisivo al fútbol femenino en todo el país.
 
La expedición inglesa aterrizó en Canadá sin fanfarria, primeras páginas, peleas con la prensa o polémicas por nuevos contratos multimillonarios. Su impecable actuación en la fase de clasificación pasó totalmente desapercibida para el gran público. Pero no siempre fue así. En los años 20, un equipo femenino, Dick, Kerr’s Ladies, congregaba multitudes en los estadios (en 1920, 53.000 espectadores presenciaron un partido suyo en Goodison Park). Tal fue el éxito, que la federación inglesa decidió prohibir el fútbol femenino, al considerar que no es un deporte adecuado para mujeres. Un estigma que se ha propoagado hasta nuestros tiempos. La internacional Rachel Karney recuerda en ocasiones que fingía ser un niño para poder jugar cuando era pequeña. La prohibición se mantuvo hasta 1970.
 
Es justo reconocer, sin embargo, que la federación ha compensado este error histórico en los últimos años. En 2009, ofreció a las jugadoras unos contratos para que pudieran centrarse en el fútbol exclusivamente. Estos contratos les reportan 20.000 libras anuales. Es lo que gana un jugador medio de la Premier League… a la semana.
 
Y el público también ha respondido. En 2012, 70.000 personas vieron el Gran Bretaña-Brasil de los Juegos Olímpicos. En noviembre de 2014, 45.000 personas vieron un amistoso entre Inglaterra y Alemania en Wembley. Casi dos millones de espectadores siguieron a través de BBC1 el duelo de cuartos ante Canadá, que se prolongó hasta las dos y media de la madrugada.
 
Hoy, existen más de 6.600 equipos femeninos en Inglaterra y más de 250.000 mujeres juegan al menos una vez al mes, lo que convierte al fútbol femenino en el cuarto deporte colectivo más practicado (tras la versión masculina, rugby y cricket). La FA espera que se convierta en el segundo para 2018.
 
Una de las claves de este auge, fue la creación en 2011 de la WSL, la superliga femenina, rebautizada luego como Premier League femenina. La próxima edición ya estará formada por dos divisiones de 8 y 10 equipos. Los equipos de primera división reciben 70.000 libras de la FA y los de segunda, 35.000.
 
Ese incremento financiero ha tenido un efecto directo sobre la profesionalización de las jugadoras. Claire Rafferty, la lateral izquierda de las Lionesses, recuerda que en 2004, el equipo femenino del Chelsea entrenaba «cuando todos los demás habían acabado. Nos consideraban una molestia, básicamente». Hoy disponen de su propio campo, salas de fisioterapia y un equipo completo de preparadores y fisios. Muchas de las jugadoras son profesionales. «Antes entrenábamos dos días por semana, ahora lo hacemos cada día», cuenta Rafferty.
 

 
Uno de los obstáculos con el que se encontraban tradicionalmente las niñas era la ausencia de modelos, de ejemplos a seguir. Rafferty cuenta que «solía correr por el jardín imitando a Michael Owen». En aquel entonces no existían modelos femeninos, algo que podría cambiar tras esta Copa del Mundo.
 
La figura fundamental en Canadá ha sido la de Mark Sampson, un joven de 32 años que trabajó a las órdenes de Roberto Martínez en Swansea. «Lo primero que me impresionó sobre el fútbol femenino fue la actitud de las jugadoras. Refleja los elementos positivos de la sociedad en cuanto a honestidad, trabajo duro, juego limpio, deportividad. Son valores mucho más presentes entre las mujeres. No ves jugadoras presionando a los árbitros o haciendo trampas». Además, según Sampson, «las mujeres están más abiertas a la información mientras que los hombres esperan que les digas lo que quieres que hagan. Las mujeres quieren entender por qué están haciendo algo».
 
Además de ganar menos y disponer de menos medios, las jugadoras deben afrontar otras dificultades. Katie Chapman dejó el fútbol internacional en 2011 después de que considerara que no recibía la ayuda adecuada con sus tres hijos cuando se encontraba con la selección. De hecho, ella y Casey Stoney son las únicas madres entre las jugadoras de la selección.
 
Barreras para comenzar a jugar, sueldos bajos o pluriempleo, ausencia de modelos durante la fase formativa, reducida exposición mediática, la cuestión de la maternidad… muchos son los obstáculos que las jugadoras deben superar para practicar el fútbol. Quizás el mérito, a fin de cuentas, no sea alcanzar unas semifinales de la Copa del Mundo sino simplemente jugar. Afortunadamente, no parece que ese vaya a ser el caso para la siguiente generación. El fútbol femenino inglés ha pasado una página de su historia.
 

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Ilie Oleart