El fútbol europeo cuenta con grandes competiciones ligueras, principalmente por historia y nivel competitivo. Pero si hay un torneo que destaca por encima de todos, a pesar de muchos, ese es la Premier League inglesa. Su historia es corta, sólo 21 años, pero la tradición viene de lejos. Como en toda gran competición, siempre hay jugadores o entrenadores que dejan huella, y quién mejor que un francés asilvestrado para demostrarlo. Él es Éric Daniel Pierre Cantona.
El fútbol británico andaba en plena transición cuando Cantona decidió abandonar su Francia natal. Llegó al mítico Sheffield Wednesday para probar pero, para variar, el de Marsella se hartó de esperar una respuesta para formalizar un contrato por parte de los directivos de los Owls. En la recámara estaba el Leeds United deseando que Cantona se decidiera por ellos. Los de Elland Road estaban en plena lucha por el título de la antigua Division One, en la pugna con el Manchester United de Alex Ferguson, otro mito de esta competición. Así llegó el controvertido Cantona a Inglaterra.
Como se suele decir en estos casos, fue llegar y besar el santo. En su primer año en Inglaterra consiguió el título liguero para Leeds, acabando así con la sequía de 18 años sin que el club consiguiese el trofeo de liga. No contento con ello, Cantona decidió abandonar el club y apareció Ferguson. Éric llegaba a un United falto de aire fresco, y a una competición totalmente renovada.
El francés enamoró a todos los aficionados de los red devils y crispó a los de los equipos rivales, principalmente en sus últimos años. La grada de Old Trafford le nombró como The King, el rey de Manchester. Consiguió volver a romper una sequía de ligas, que esta vez era de 26 años. Sumó cuatro ligas con el United, se convirtió en el niño mimado de la marca deportiva Nike y dio brillo a la recién estrenada Premier League. Parecía que todo había cambiado en la cabeza de Cantona y por fin volvía a disfrutar del fútbol, como dejó de hacerlo en Francia. Pero en el 95 llegó el punto de inflexión, la acción que marcó la decadencia del gran jugador, ese patadón en el pecho del aficionado del Crystal Palace que le insultó. Esa imagen dio la vuelta al mundo y pronto tuvo repercusiones para el francés. Volvió a surgir aquel Cantona que tuvo que abandonar Francia.
Tras este incidente, llegó la pertinente sanción competitiva (8 meses) y la jurídica, 2 semanas de prisión, reducidas a 120 horas de trabajos para la comunidad. Esto hizo que Cantona se planteara en repetidas ocasiones la retirada del fútbol, sin embargo en el 96 volvió, marcó y ganó su última Premier con los de Old Trafford. En el 97, se acabó el fútbol para Cantona. Cerró su carrera empañada por una esperpéntica patada sobre un aficionado, pero atrás quedaban los goles, las asistencias, los títulos, los contratos publicitarios y la fama de ser el bad boy del fútbol mundial.