Ilie Oleart

Los clubes están echando a toda una generación

El anuncio de los precios de los abonos y entradas para la próxima temporada del Liverpool ha puesto en pie de guerra a sus aficionados. Una ola de indignación recorre el país por unos precios que se consideran abusivos y que podrían provocar que una generación entera dé la espalda al fútbol. 

 
Uno de los principales motivos que impulsó la creación de la Premier League en 1992 fue el deseo de los clubes de maximizar sus ingresos por derechos de televisión. El primer contrato que firmó la recién nacida liga con los operadores tenía una duración de cinco años y un valor total de 191 millones de libras (solo en Reino Unido). El contrato que finaliza esta temporada permitió a los clubes repartirse unos 5.500 millones de libras por tres años. El que entrará en vigor la próxima temporada y que tendrá la misma duración superará los 8.500 millones de libras, es decir, un aumento de más del 50% respecto al contrato anterior.
 
Según el último estudio de Deloitte, de los 30 clubes con más ingresos en el mundo, 17 compiten en la Premier League. Cuatro de ellos tuvieron ingresos la temporada pasada superiores a los 400 millones de euros (Manchester United, Manchester City, Arsenal y Chelsea). La temporada pasada fue la primera en la historia de la Premier League que los veinte clubes de la liga obtuvieron beneficios al cierre del ejercicio, gracias a la lluvia de millones procedentes de la televisión y al tope salarial acordado por la liga. Esta última medida ha evitado que, como había sucedido en el pasado, el aumento de los ingresos por televisión acabara en los bolsillos de los jugadores.
 
¿Y qué ha sucedido mientras con los precios de las entradas? También han experimentado un aumento exponencial. Aunque según el estudio anual de la BBC sobre el precio del fútbol descubrió que los precios se habían mantenido en la presente temporada, el curso pasada el aumento global fue del 15%, muy por encima del aumento del coste de la vida. En 2011, dos clubes de la Premier League ofrecían entradas a diez libras mientras que la más cara era la del Liverpool a 39. En 2015, la entrada más barata la ofrece el Leicester a 22 libras, mientras que la más cara es la del Arsenal a 97.
 
En 2013, la Federación de Aficionados al Fútbol inglesa (FSF, por sus siglas en inglés) organizó una protesta ante la sede de la Premier League en Londres contra los precios de las entradas. Ese año, la Federación también lanzó la campaña Twenty’s Plenty para pedir a los clubes que pusieran un precio máximo a las entradas para los aficionados visitantes de 20 libras. Por supuesto, los clubes hicieron caso omiso.
 
La pasada semana, el Liverpool hizo públicos sus precios para la próxima temporada. El precio de algunos partidos en la remodelada Main Stand ascenderá a 77 libras, lo cual provocó que sus aficionados organizaran una protesta en el partido contra el Sunderland, en el que unos 10.000 de ellos abandonaron Anfield en el minuto 77. Pero ese precio no es ni siquiera el más escandaloso. Las entradas para aficionados con minusvalías en la zona inferior del Main Stand han aumentado un 56,13%. Un aficionado minusválido que comprara entradas para todos los partidos de liga pasaría de pagar 640,50 libras a pagar 1.000. El abono de temporada para estos aficionados en esa zona ha aumentado en 134,50 libras, de 637,50 a 772. Son aficionados a los que les cuesta más encontrar trabajo, tienen que superar dificultades para desplazarse al estadio y ahora, además, tendrán que rascarse todavía más el bolsillo si quieren seguir viendo a su equipo en directo.
 
Periodistas, comentaristas y exfutbolistas se han unido para condenar los precios abusivos de la Premier League. Jamie Carragher, en su columna en el Daily Mail, explicaba por qué había abandonado Anfield en el minuto 77 y pedía que los precios fueran simplemente “justos”. El periodista Owen Gibson afirmaba en su artículo sobre el tema en el Guardian que los clubes de la Premier League “han menospreciado a los aficionados durante demasiado tiempo”.
En este clima de crispación entre los aficionados, el jueves pasado los veinte clubes de la Premier League se reunieron en Londres para debatir varias cuestiones, entre ellas, la idea de limitar el precio de las entradas para aficionados visitantes. Para adoptar una decisión, debe alcanzarse una mayoría de 14 votos de los 20. No se alcanzó ante el rechazo generalizado de los clubes, incluidos los grandes.
 
Algunos clubes han dado muestras de sensibilidad con sus aficionados y han adoptado medidas para aliviar la presión sobre sus economías. El Stoke ofrece transporte gratis a todos sus aficionados que acompañen al equipo en sus desplazamientos. El Newcastle ha anunciado que congelará los precios la próxima temporada y fue uno de los primeros en firmar acuerdos bilaterales con los demás clubes para ofrecer un precio reducido a los aficionados visitantes.
 
La FSF ya ha mostrado su indignación y, en respuesta, ha convocado una reunión con organizaciones de aficionados de todos los clubes para orquestar una respuesta conjunta como, por ejemplo, boicotear todos los partidos de una jornada. No es esa precisamente la imagen que los clubes y la liga quieren dar a los millones de aficionados de todo el mundo que pagan por ver sus partidos.
 
La Premier League argumenta que los estadios siguen rozando el 100% de capacidad semana tras semana. Pero obvia que el aumento de precios ha transformado el perfil del espectador tipo a los partidos de fútbol. Hoy en día, asistir a un partido de la Premier League es una actividad reservada para las clases medias-altas de la sociedad y cada vez resulta más prohibitivo para las clases obreras, que durante todo el siglo XX fueron las que abarrotaron los estadios ingleses. La liga se ha convertido en la más seguida y competitiva del mundo gracias a la distribución equitativa de sus ingresos entre los veinte clubes. Sin embargo, los clubes no están dispuestos a desviar parte de esos cuantiosos ingresos hacia sus aficionados. O «clientes», como el dueño del Liverpool, la compañía estadounidense FSG, les considera.
 
Al anunciar sus precios para la próxima campaña, el portavoz del Newcastle advertía de que “corremos el riesgo de apartar del fútbol a toda una generación de jóvenes”. En este sentido, la pancarta que exhibieron los aficionados durante su protesta ante la sede de la Premier League en 2013 plasmaba en una imagen ese riesgo. En ella, aparecía un padre cogiendo de la mano a su hijo. Mientras el niño apuntaba en dirección al estadio, el padre le dirigía con resignación al pub. Si los clubes no toman acciones drásticas en breve, la próxima generación no verá los partidos en los estadios sino en el pub o en su casa. O, peor aún, no los verá.
 

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Ilie Oleart