Dicen que el dinero no da la felicidad. Tampoco da otras cosas. Por ejemplo, ganar al club de fútbol vecino, el cual es al mismo tiempo el máximo rival de cara a conquistar de nuevo la Premier League. Sobre todo cuando el dinero ha sido tan pésimamente invertido como en el caso del Manchester City.
Frente a este despilfarro absurdo y desmedido se encuentra un modelo económico que también requiere inversión, pero basado en el conocimiento y no en la astrología (es la única forma por la cual se puede entender que alguien pague 24 millones por Balotelli). Tres de los cuatro fichajes más caros de la historia del Manchester United fueron protagonistas de la victoria «red devil» sobre sus «ruidosos vecinos» del City: Rooney (27 millones), Ferdinand (27 millones) y Van Persie (24 millones). El mayor conocimiento y criterio que ha demostrado tener Ferguson a la hora de los traspasos es el mismo que le hizo acertar con la estrategia para vencer al City. Consciente de la superioridad de los Citizens en el centro del campo, el United aunó sus tres armas más poderosas para tomar ventaja: el contraataque, las bandas y la suerte.
La causa del fracaso del City actual es Roberto «bufandas» Mancini
Balotelli sólo tiene creatividad para incendiar su casa. Nasri ni eso.
Pero si bien la suerte influyó en que Van Persie anotara el gol de la victoria en el tiempo de descuento, el fracaso del City se viene fraguando desde tiempo atrás. Sin quitar responsabilidad al pésimo manejo de las inversiones del jeque Mansour, la principal causa de la situación actual del City tiene nombre, apodo y apellido: Roberto «bufandas» Mancini. Mientras que Ferguson ha logrado, por enésima vez, que para todos sus jugadores fuera más importante el colectivo que el individuo, fomentado el espíritu de equipo, Mancini está logrando todo lo contrario. Cada uno de los jugadores del City, formados evidentemente en otros clubes y por los que se ha pagado una millonada, corren por el campo anárquicamente. Sin sentido. Balotelli sólo tiene creatividad para incendiar su casa. Nasri ni eso. Agüero no está en forma. Silva tampoco.
Se supone que un buen entrenador de fútbol es aquel que logra explotar al máximo las habilidades de sus jugadores. Mourinho, Ferguson, Guardiola, Moyes o Wenger son un ejemplo. (Respecto a Wenger, el problema que le frena a la hora de lograr títulos no es que no sea capaz de sacar partido del talento de sus jugadores, sino la falta de talento de los jugadores que ficha, como es el caso de Gervinho o Giroud. De donde no hay, es imposible sacar nada).
Roberto Mancini sólo supera a los entrenadores citados en una cosa: la elegancia. Es innegable que, como buen italiano, Mancini tiene estilo a la hora de vestir. De hecho, su bufanda es ya un referente para Giorgio Armani. Una pena que el técnico del City no se dedique a la moda. Seguro que le iría mucho mejor en la vida. Quizá no ganaría tanto dinero como lo está haciendo en Manchester. Pero como mínimo haría bien su trabajo. En el mundo del fútbol, Mancini no puede siquiera considerarse un «entrenador». Eso sí, es un hombre innovador. Ha creado un cargo nuevo dentro de un club fútbol: el de «antrenador».
Este nuevo cargo es parecido al de «entrenador», pero tiene funciones distintas. Si bien el objetivo de un «entrenador» es explotar al máximo el talento de sus jugadores; el de un «antrenador» es el de destrozar la carrera de sus jugadores más talentosos: Emmanuel Adebayor en la primera campaña de Mancini en Manchester, Adam Johnson en la pasada y Scott Sinclair en la presente ya saben lo que es sentirse ninguneados por un entrenador. Si bien un «entrenador» anima a sus jugadores y les motiva; un «antrenador» hace lo contrario, llegando a echarles la culpa de las derrotas, como ha hecho Mancini a lo largo de su estancia en Manchester con sus mejores jugadores: Tévez, Hart y Lescott están sufriendo semejante martirio. Si bien un «entrenador» trata de fichar a jugadores infravalorados para lograr un mejor precio; un «antrenador» ficha los jugadores más sobrevalorados que encuentra: Jack Rodwell (15 millones), Kolo Touré (17 millones), Nasri (22 millones), Balotelli (24 millones), Dzeko (27 millones) son el perfecto ejemplo. Si bien un «entrenador» trata de fomentar el espíritu de equipo y la buena relación entre sus jugadores; un «antrenador» divide el vestuario: es exactamente lo que ha logrado Mancini al dar la quincuagésima oportunidad a Balotelli el pasado domingo. Si bien un «entrenador» es ambicioso y pretende dar esperanzas tanto a jugadores como aficionados; un «antrenador» hace lo contrario, de forma que incluso a pesar de haber invertido más de 250 millones de libras pueda ser justificable quedar eliminados de la Champions League tras lograr 3 puntos en 6 partidos.
Lo único positivo para Mancini de haber creado la figura del «antrenador» es que puede considerarse uno de los mejores. Como mínimo, el más estiloso. Sin embargo, para el título de mejor «antrenador» de fútbol del mundo Mancini tiene un rival duro de batir: Alex McLeish.