La segunda etapa de Kenny Dalglish en el banquillo de Anfield concluyó. Y la presión sobre los propietarios estadounidenses del Liverpool, la empresa Fenway Sports Group, propiedad de John W. Henry, no hará más que aumentar.
El club ha invertido 120 millones en jugadores desde que llegó FSG
Sin embargo, ha finalizado 8º, su peor posición en 18 años
FSG compró el club hace 19 meses a cambio de los 200 millones de libras que los anteriores propietarios, Tom Hicks y George Gillett, pidieron prestados para comprar el club. Entonces, la Premier League y el Liverpool parecían un juguete divertido. Dos técnicos y muchas decepciones después, llegó el momento de que FSG comience a tomar decisiones: sobre el nuevo estadio, sobre el nuevo técnico, sobre la estructura organizativa, sobre la estructura deportiva.
FSG despidió a Roy Hodgson y contrató a Dalglish. Nombraron a Damien Comolli como director deportivo por recomendación del director general de un equipo de beisbol, Billy Beane. Dalglish y Comolli ya no están. Como tampoco Ian Cotton, director de comunicación del club durante 16 años.
Con FSG, el Liverpool ha invertido 90 millones de libras en Andy Carroll, Jordan Henderson, José Enrique, Charlie Adam y Stewart Downing. Una inversión aprobada por Henry muy difícil de justificar a tenor del rendimiento de todos ellos esta temporada.
La realidad es que Henry, aficionado al beisbol, no sabía nada de fútbol hasta que compró una de sus grandes instituciones. Además, los propietarios viven en Estados Unidos. No es fácil gestionar una empresa a 10.000 kilómetros de distancia, ¿verdad, Venky’s?
Y hay muchos temas pendientes. El objetivo de vender el Liverpool en primera instancia fue poder sufragar el coste del nuevo estadio en Stanley Park. El expresidente David Moores vendió el club porque era imposible remodelar Anfield, como su exdirector general, Rick Parry, descubrió rápidamente. Y FSG lleva 19 meses revisando borradores y planos sin sacar nada en claro.
Los dueños no saben de fútbol y viven a 10.000 km de Liverpool
A 2 semanas de que se abra el mercado, el club sufre un vacío de poder
Tema aparte es el de Dalglish. Una inversión de 120 millones de libras merece algo más que una octava plaza en liga (el peor resultado en 18 años). King Kenny se defenderá con el primer título en seis años, la Carling Cup, y una final de FA Cup. Exiguos méritos.
Para acabar de rematarlo, su gestión del affaire Suárez-Evra fue arcaica y no hizo más que alimentar la polémica. La visión del escocés luciendo una camiseta de apoyo a Suárez en Wigan fue triste. Como sus regates para evitar la pregunta del entrevistador sobre la negativa de Suárez a darle la mano a Evra en Old Trafford.
Existe un vacío de poder en Anfield. Una situación que contrasta con la primera salida de Dalglish del banquillo en 1991. En aquella ocasión, compareció en rueda de prensa rodeado por el presidente Noel White y el director general Peter Robinson. En esta ocasión ha sido despedido contra su voluntad, con el presidente Tom Werner en Estados Unidos, donde reside, y sin director general en el club.
A dos semanas de que se abra el mercado de fichajes, el Liverpool no tiene técnico, director deportivo, director general ni director de comunicación. Y seguimos sin conocer los planes sobre el nuevo estadio.
Se acabaron las excusas para FSG. Llegó el momento de poner algún plan en práctica. Y más vale que sea bueno. De lo contrario, el clamor de los aficionados se oirá hasta en Estados Unidos.