Salía publicado esta semana un artículo en el diario inglés The Guardian respecto a la escuela del fútbol holandés. Y su antítesis. O el líder de esa ideología o cultura futbolística. Es decir, José Mourinho. En él, se ponía de relieve el triunfo a largo plazo que ha cosechado el fútbol holandés. Su escuela. De cantera y de fútbol de toque. De forma pionera en el Ajax y de forma más significativa en el Barcelona. En la década de los 90, más concretamente.
Cuatro de los equipos cuartofinalistas de la actual edición de la Champions League están entrenados por técnicos que fueron jugadores del Barcelona en 1996. A saber, Laurent Blanc en el Paris Saint-Germain, Julen Lopetegui en el Oporto, Josep Guardiola en el Bayern de Múnich y Luis Enrique en el Barcelona. Es también reseñable que aquel equipo estaba dirigido por Louis van Gaal y en el cuerpo técnico culé se encontraba Ronald Koeman, actual entrenadores de Manchester United y Southampton, respectivamente.
Sin embargo, cabe destacar la presencia de José Mourinho como segundo entrenador. Dentro del vestuario blaugrana se encontraba el que luego sería el principal detractor de la ideología holandesa-culé como profesional de los banquillos. El que posteriormente se erigiría en el estandarte de la corriente contraria a la que empezaba a surgir con cierta relevancia y fuerza.
Curiosamente, Mourinho no llegó al Barcelona de la mano de Louis van Gaal. Lo hizo con Bobby Robson tras ser su segundo entrenador en el Oporto. Pero lo más reseñable de todo es que el testarudo holandés, al llegar a Can Barça, despidió a todo el equipo técnico que quedaba de la etapa de Robson exceptuando a Mourinho. De hecho, Van Gaal expuso ante sus jugadores la razón por la cual valoraba y respetaba la presencia y opinión de José Mourinho por aquel entonces. Argumentó que el todavía desconocido Special One era el único que le decía lo que pensaba, no lo que el propio holandés quería escuchar.
Reflexionando un momento sobre esto hallaremos una de las claves para comprender las diferencias de estilo entre la escuela holandesa y el itinerario individual del técnico portugués. El fútbol y la filosofía neerlandesa se centran únicamente en la armonía dentro del campo y un modelo de fútbol perfeccionista y evolucionista. Dejando de lado los principios de juego tradicionales y dejando paso a las novedades y pruebas con el fin de mejorar un modelo existente. El de fútbol de toque y de buena percepción para el aficionado medio. Donde todo lo que es trascendente sucede dentro del terreno de juego y lo único que queda en la historia es ese modelo. Se puede identificar que el fútbol de toque para ellos es la totalidad del mundo, mientras que Mourinho acapara la totalidad del universo.
El entrenador portugués quiere controlar (y controla) muchos más aspectos de los clubes en los que entrena. Desde el diseño de las ciudades deportivas (suprimió la zona VIP de Valdebebas al llegar al Real Madrid) hasta las relaciones entre sus jugadores (provocó adrede una disputa entre Frank Lampard y John Terry en su primera etapa en el Chelsea). Pasando por la presencia ante los medios de comunicación (como el episodio de las esposas en Italia sin aparecer tampoco en sala de prensa durante los partidos de sanción o los desplantes a Aitor Karanka en el Real Madrid). Para Mourinho, siendo lo más importante lo que sucede dentro del terreno de juego, también lo de fuera es significativo y relevante. Para él, las ruedas de prensa previas y posteriores al partido son el partido. Mourinho decide si anuncia la alineación ante los periodistas en función de los partidos. Total o parcialmente. Responde de forma explicativa o tajante. Todo tiene un significado. No hay nada al azar.
Dicho de otra forma, el modelo holandés fomenta la creatividad y la genialidad del individuo. La iniciativa del jugador dentro de un sistema definido y que tiene como principal idea el juego asociativo y ofensivo. Por su parte, el modelo de Mourinho defiende la racionalidad del fútbol y prioriza los principios de juego a los sistemas de juego. Donde todo está calculado y programado. Las zonas selectivas de pressing, las zonas en las cuales los futbolistas tienen la potestad de arriesgar. Es metodológicamente inigualable.
Tampoco es correcto argüir que Mourinho es el único “detractor” del modelo holandés. Dentro de los otros cuartofinalistas de Champions League, Diego Pablo Simeone, Carlo Ancelotti, Leonardo Jardim o Massimiliano Allegri estarían más cerca del bando del portugués que de la escuela tulipán. Es la referencia temporal la que hace destacar (una vez más) a José Mourinho en esta comparativa.
Siguiendo con el argumento, podemos destacar que el modelo holandés, ha tenido sucesivos referentes, pero ninguno ha prevalecido en la historia como principal propulsor o artífice. Rinus Michels, Johan Cruyff, Van Gaal, Frank Rijkaard, Guardiola… Muchos son los nombres que han influido en la doctrina futbolística de mayor deleite para el aficionado. Sin embargo, sólo el último tiene un hueco en la historia (a expensas de cómo concluya su incierta aventura en el Bayern).
Sin duda, Guardiola fue el colofón a un modelo que esperó dos décadas para alcanzar su punto más álgido. Pero muchos defienden la importancia de Rijkaard antes de su llegada. Él fue el entrenador que dio paso a piezas fundamentales como Xavi Hernández, Carles Puyol, Víctor Valdés o Andrés Iniesta en aquel formidable equipo.
Pero en 2013 llegó al Bayern de Múnich y malogró un modelo ya construido por Jupp Heynckes basado en el empuje y el fútbol vertical. Donde tenía poco que ganar y mucho que perder. El equipo de Baviera no tiene rival en la Bundesliga y raro es que no consiga también la Copa. Tan sólo revalidar la Champions League podría aumentar su leyenda como entrenador. De momento no lo ha conseguido.
Mourinho, por su parte, se dirige a equipos con escasez de triunfos en los últimos años. Donde él remodela la mentalidad del club y de los jugadores. Donde cambia la dinámica resultadista. Consolidó al Chelsea como un equipo grande de Inglaterra, el Inter volvió a ganar una Copa de Europa 45 años después y el Real Madrid equilibró su balanza frente al mejor Barcelona de la historia (precisamente de Guardiola) y pasó la barrera de los octavos de final ocho años después.
Los dos eligen desafíos difíciles. Uno busca el seguir triunfando con un equipo ya de por sí ganador (el Bayern) y el otro, cual nómada, viaja como Mary Poppins hacia aquellos clubes que necesitan su cobijo. El de los triunfos.
La escuela holandesa prioriza la posesión del balón y su utilización. La finalidad es el deleite del aficionado. Como símil podemos utilizar la poesía y la rima. La magia de la inventiva y la creación. Mourinho se sitúa en el lado oscuro (de la opinión general), de lo terrenal de la prosa. Donde la magia se halla en los resultados. En los triunfos. Donde la posesión es secundaria. Y que siempre lo será, ¿o alguien imagina un equipo entrenado por el técnico luso buscando un fútbol similar al Bayern de Jupp Heynckes? ¿O al Barcelona de Guardiola? Pero mirando la otra cara de la moneda, ¿qué entrenador de la historia puede asemejar su palmarés al de Mourinho?
Es una guerra de estilos de fútbol, sin duda. Pero en el trasfondo, también diferencias en la forma de ver la vida, la realidad y los elementos que rodean al mundo del balompié. No hay un bueno ni un malo por mucho que se intente descontextualizar a través de los medios de comunicación o de los puristas. Hay dos paradigmas, cada uno con sus armas. Y luego, todo se reduce a 22 jugadores jugando un partido durante 90 minutos. La dimensión del fútbol.