En el fútbol es cosa común valorar a jugadores y entrenadores por sus prestaciones pasadas más que por las expectativas futuras. Es moneda corriente que los clubes desembolsen cantidades astronómicas por jugadores que han realizado una gran temporada. Lo cual no deja de ser una lógica perversa. La pregunta que deberían hacerse es: ¿cuál será su rendimiento la próxima temporada?
El caso de José Mourinho es un ejemplo. Su llegada a Stamford Bridge ha sido recibida con un entusiasmo desmedido por los aficionados de los Blues. El recuerdo de los éxitos logrados en su primer etapa en el club está todavía fresco en la mente de los seguidores, a pesar de que no fue hasta su marcha cuando el club logró su trofeo más preciado, la Champions League. Parece darse por sentado que Mourinho repetirá éxito en Londres. Al fin y al cabo, es el mismo equipo y la misma competición. Pero, ¿estamos seguros de eso?
Mourinho regresa al Bridge pero el equipo y la liga han cambiado
En su primera etapa, el músculo financiero de Abramovich fue clave
El técnico portugués llegó a Stamford Bridge en 2004. El año anterior, el Chelsea había acabado segundo con Claudio Ranieri detrás del Arsenal de los Invencibles. En su primera temporada, Mourinho invirtió más de 94,45 millones de libras en Paulo Ferreira, Petr Čech, Arjen Robben, Mateja Kežman, Didier Drogba, Tiago, Ricardo Carvalho y Jiří Jarošík. Gracias a esa descomunal inversión (la inversión neta del Manchester United aquella temporada fue de algo más de 20 millones de libras, el Arsenal no llegó a gastar ni dos), los Blues conquistaron su primer título de liga en 50 años.
La temporada siguiente, Mourinho añadió a Asier del Horno, Shaun Wright-Philipps y Michael Essien por unos 57,4 millones de libras. La siguiente llegaron Salomon Kalou, Andriy Shevchenko, Mikel John Obi, Khalid Boulahrouz y Ashley Cole por más de 60 millones de libras. Con todos esos jugadores, el Chelsea de Mourinho gobernó la liga inglesa con mano de hierro.
Los cambios en el equipo deberán ser limitados en esta ocasión
Las aspiraciones de Abramovich han cambiado: los triunfos no bastan
Con las nuevas normas de juego limpio financiero y la limitada capacidad de Stamford Bridge, Mourinho no podrá confeccionar esta vez un equipo a su imagen y semejanza. Los jugadores que desee incorporar deberán financiarse con las ventas. Demba Ba y Fernando Torres parecen poca pólvora para Mourinho. Es más que probable que uno de ellos se marche y llegue un goleador. El equipo necesita también un medio centro y un central si David Luiz se marcha. Aparte de eso, poca actividad más veremos en el Bridge.
Además, este Chelsea no es el del 2004. Con varias ligas y un par de títulos europeos en la mochila, Roman Abramovich espera algo más que victorias. Ahora quiere disfrutar con el fútbol, desea un equipo que apueste por la posesión, por el fútbol ofensivo. Algo parecido a, entre todos los clubes, el Barcelona.
Pero si el equipo ya no es el mismo, también la liga se ha transformado. Mourinho abandonó una competición donde el Arsenal de Wenger, el Liverpool de Benítez y el Manchester United de Ferguson eran los rivales directos. El Liverpool y el Arsenal están viviendo su peor momento del último lustro, mientras que el Manchester City ha irrumpido con fuerza y el Tottenham de su exsubordinado André Villas-Boas desea engancharse a los puestos de arriba. La competición hoy es mucho más feroz de lo que era hace una década. Nadie podía competir financieramente con el Chelsea entonces. Entre las normas de juego limpio financiero y la aparición de los petrodólares en el City, las cosas se antojan mucho más complicadas en esta ocasión.