Unos datos serán reveladores para explicar cómo el fútbol se ha convertido en un negocio cuyos clientes somos nosotros, los aficionados.
La asistencia a los estadios ingleses en 2014 es igual o más alta de lo que ha sido nunca. Los datos recopilados por el profesor Stefan Szymanski de la City University London y publicados por el Parlamento británico en enero de 2011 son reveladores.

El evidente renacimiento del fútbol inglés puede parecer extraño teniendo en cuenta la descontrolada subida de los precios vivida desde hace 30 años. En 1985, cuando la asistencia a los encuentros estaba bajando, una entrada para un partido de la primera división costaba 2,80 libras, mientras que un abono para toda la temporada en el Manchester United costaba 70 libras. En los 80, con los precios bajos, la asistencia era baja.
Los precios empezaron a subir a una media anual de un 10%, hasta llegar a un coste medio de entrada que ronda las 30 libras para un partido de la Premier League. El abono anual más barato para ver los partidos como local del Arsenal cuesta más de 1.000 libras. Uno puede pensar que la inflación ha jugado su parte y así es. De haber subido los precios únicamente en base a la inflación desde 1985, una entrada de Premier League costaría 6,60 libras y un abono anual en Old Trafford 166 libras en lugar de las 532 actuales. Y es que a pesar del desmesurado aumento de los precios, las listas de espera para convertirse en abonado del Arsenal, Chelsea o Tottenham son largas. Siguiendo la lógica capitalista, los precios seguirán subiendo siempre y cuando la demanda sea mayor que la oferta.
¿Cómo puede ser que la asistencia suba al mismo tiempo que los precios? Es decir, ¿por qué la demanda es inelástica (relativamente insensible a los precios)? La asistencia ha crecido un 66% desde 1989. En Championship, los precios no han subido tan espectacularmente, pero sí la asistencia. En la temporada 2009-10, la asistencia fue un 180% mayor que durante la temporada 1985-86, la cual batió el récord negativo de posguerra en cuanto a asistencia. Se suele comparar la asistencia en Inglaterra con la asistencia en la Bundesliga alemana. Los precios son tres veces más bajos en Alemania y la asistencia es igual de alta. La diferencia entre la Premier League y la Bundesliga es que si los alemanes pusieran los precios al nivel de la Premier League, los estadios estarían medio vacíos, mientras que los ingleses necesitarían construir estadios que doblaran o triplicaran el tamaño actual.
Las bases para este crecimiento espectacular de la asistencia nacieron en 1983, cuando se publicó el segundo informe Chester (Sir Norman Chester ya escribió un informe anterior como presidente del Comité sobre fútbol comisionado por el Departamento de educación y ciencia en 1968). En dicho informe, Norman Chester afirmaba que «los clubes tendrán que dirigirse de forma más comercial en el futuro» y que «los clubes de la liga son empresas comerciales: su éxito financiero dependerá de lograr saciar las necesidades de sus clientes. Sin embargo, hasta hace muy poco los clubes han mostrado muy poco interés por dos herramientas que la mayor parte de industrias encuentra indispensables: el estudio de mercado y la publicidad».
Hasta 1981, estaba prohibido que los directivos de los equipos cobraran y cosecharan dividendos. Esta reforma se combinó con el informe Taylor, publicado tras la tragedia de Hillsborough en 1989. A partir de entonces, se produjeron profundas remodelaciones en los estadios, de forma que estuvieran mejor equipados y fueran más seguros.
Asimismo, la creación de la Premier League en 1992 y su comercialización, en especial televisiva, generó una cascada de dinero nunca antes soñada. Los contratos de televisión meritocráticos (cuanto más arriba en la tabla de la liga logre un equipo establecerse, más derechos de televisión cobra) han permitido crear una liga como la que existe en 2014. La diferencia entre equipos ricos y pobres no es enorme, principalmente gracias al reparto equitativo de los derechos de televisión. Como la liga más rica del mundo, la Premier League ha logrado unir en un mismo torneo a los mejores jugadores del mundo. Es, sin duda, el mejor producto futbolístico del mundo, y la competición más vista en todo el mundo. El papel jugado por los derechos de televisión y el nuevo contrato que ha entrado en vigor esta temporada (contrato que supera los 5.500 millones de libraspor tres temporadas) ha contribuido en gran medida en hacer de la Premier la liga más rica y vista del mundo.
Sin embargo, en los últimos años la cosa se está descontrolando. Las políticas neoliberales que en 1992 tuvieron buenos resultados (la retirada de las prohibiciones gubernamentales con respecto al cobro de dinero por parte de directivos de los clubes de fútbol tuvo el efecto inmediato de profesionalizar comercialmente los clubes de fútbol) están empezando a generar efectos negativos, como toda política neoliberal. El mercado no se regula solo, por mucho que los políticos quieran engañarnos, como la crisis económica demuestra. Por ejemplo, el Manchester City firmó un contrato de patrocinio con Etihad Airways por el cual la compañía aérea propiedad del antidemocrático gobierno de Abu Dhabi pagará 400 millones de euros. El estadio de los Citizens ha cambiado su nombre por el de «Etihad Stadium» y Etihad se ha convertido en el principal patrocinador del equipo de Manchester. Estas acciones son en teoría ilegales, puesto que Etihad Airways ha pagado un precio muy por encima del precio de mercado e incluso Arsène Weger ha criticado tales acuerdos. Pero claro, quien tiene el dinero manda. Toda esta campaña de publicidad que hace el Manchester City sobre los antidemocráticos Emiratos Árabes es probablemente algo que los aficionados del Manchester City no comparten. ¿Seguro que un aficionado del City está a favor de que su equipo haga propaganda de un país gobernado dictatorialmente?
Además, ¿qué otros efectos ha producido esta desregulación total del mercado? De entrada, ir al fútbol se ha convertido en un lujo. Personas famosas acuden a los estadios como si de una pasarela de moda se tratara, más que por propio interés en el fútbol. Los aficionados de la vieja escuela simplemente no pueden permitirse pagar los abonos anuales. Su única salida es acudir al pub a ver a su equipo por televisión.
El segundo efecto es que los aficionados al fútbol han perdido todo poder en sus clubes, mientras que un grupo de ricos inversores ha asumido el control total de los clubes de fútbol. Desgraciadamente, como demuestra la siguiente tabla, el éxito deportivo es directamente proporcional a las cantidades que se invierten en él, lo cual irremediablemente sitúa a los aficionados ante una duda de difícil resolución: ¿prefiere vagar sin pena ni gloria por la liga o vender el club a un millonario y aspirar a títulos?

Las grandes cantidades de dinero manejadas por los clubes proceden de los contratos de patrocinio, televisión y la asistencia a los estadios. Los números son inimaginables, llegando a cientos de millones de libras. Sólo en salarios, los clubes gastaron 1.600 millones de libras en la temporada 2011-12. La falta de transparencia en la mayoría de clubes sobre las cuentas hace difícil que los aficionados sepamos lo bien o lo mal gestionados que están los clubes. Lo que sí sabemos es que algunos clubes cuentan desde hace años con una deuda galopante sólo explicable por la incompetencia de sus dirigentes. La cuestión es clara: ¿seguro que los ricos compradores de clubes son los mejor dotados para gestionar los clubes de fútbol ingleses? Clubes controlados total o parcialmente por sus aficionados como Swansea, Wrexham, Portsmouth o Wimbledon demuestran que la inclusión de los aficionados en la gestión del club puede resultar beneficiosa. Lo mismo se puede decir de los clubes alemanes, que obligatoriamente deben estar en manos de sus aficionados al 51%. Quizás llegó el momento de poner freno al neoliberalismo futbolístico y regular el mercado antes de que se hunda en una crisis parecida a la que ha arrasado el planeta la última década.