Alvaro Oleart

Nos roban el fútbol (IV): La desfachatez de los dictadores del fútbol

¿Tener a multimillonarios extranjeros como propietarios de clubes de fútbol ingleses genera un impacto positivo o negativo para los clubes? Uno de los accionistas del Arsenal, el ruso Alisher Usmanov, cree que es lo primero. La opinión general, sin embargo, es más bien la segunda.

 
El siempre entretenido Nicolás Maquiavelo dijo que «al vulgo le guían las apariencias. No es, pues, necesario que el príncipe tenga todas las cualidades deseables (misericordia, fidelidad, humanidad, sinceridad…), pero sí lo es que parezca tenerlas». Es decir, el príncipe debe evitar todo lo que pueda suscitar el odio o hacerle parecer despreciable. Debe esforzarse para que la gente esté satisfecha con él.
 
La desfachatez actual de los dirigentes del fútbol es tan enorme que ni siquiera les preocupa no parecer buenos príncipes. Ni siquiera lo intentan. Joseph Blatter, presidente de la FIFA, previno a los homosexuales que quisieran viajar a Qatar en 2022. Allí la homosexualidad es delito. La solución para Blatter es sencilla: «Que se abstengan de mantener relaciones sexuales». El asunto de Qatar está podrido y merecería un artículo por sí solo. Los supuestos sobornos pagados a miembros de la FIFA para votar por el país desértico y los miles de trabajadores muertos en las obras de construcción de los estadios en el país deberían ser motivo más que suficiente para cancelar la celebración del evento mundialista en el país de Oriente Medio. Mientras sigan fluyendo los petrodólares, no será el caso.
 
Pero el caso del (anti)príncipe Blatter y su desfachatez no es único. En la Premier League hay unos cuantos ejemplos de los cuales Maquiavelo no estaría orgulloso, pues la osadía, descaro y jeta de los dirigentes llega a cotas extraordinarias.
 
Según Alisher Usmanov (uno de los accionistas del Arsenal), el tener propietarios extranjeros de clubes en la Premier League es algo positivo. Según él, una de las personas más ricas de Gran Bretaña, la influencia de los propietarios extranjeros no está arrancando la identidad de los clubes británicos. «Estoy seguro de que es bueno para el fútbol inglés[tener propietarios extranjeros]. Cuando los inversores vienen e invierten en la economía, en el fútbol británico, es una buena parte de la economía del entretenimiento en Gran Bretaña. ¿Qué hay de malo en ello?».
 
Alisher, yo te diré lo que hay de malo en ello. Para comenzar, el problema no es tanto el ser un propietario extranjero (Mike Ashley ya demostró en Newcastle que los propietarios británicos tampoco son ninguna joya), sino que los propietarios extranjeros suelen ser dictadores. Ese es el verdadero problema al que se enfrenta el fútbol inglés.
 
Empezaremos por el sureste asiático. Al dictador malasio del Cardiff City desde 2010, Vincent Tan, no se le ocurrió nada mejor que cambiar los colores de los ex-Bluebirds (como eran conocidos los jugadores del Cardiff). Ahora su uniforme ya no es azul, sino rojo. También su escudo se transformó para aumentar el atractivo del club entre los aficionados al fútbol en Asia. Pero esto no es lo peor. El Cardiff contaba con uno de los mejores entrenadores británicos, Malky Mackay, y uno de los mejores directores deportivos, Iain Moody, antes de que Tan decidiera que había que despedirlos. Cuando uno despide a la persona encargada de despedir y contratar (Moody, en este caso), es síntoma evidente de que algo va mal. Al experimentado Moody, Tan lo sustituyó por el amigo kazajo de su hijo, un chaval de 23 años llamado Alisher Apsalyamov. A Malky Mackay lo sustituyó por Ole Gunnar Solskjaer, un técnico sin experiencia alguna en la Premier League. Para colmo, si ahondáramos en cómo hizo fortuna Vincent Tan, los aficionados del Cardiff muy probablemente encontrarían cosas que no querrían en el líder de su club de fútbol. Lógicamente, el Cardiff acabó descendiendo. Y ni siquiera lo hizo de azul.

 

¿Es suficiente con este ejemplo, Alisher Usmanov? ¿No? Pues venga, vamos con otro. El propietario egipcio del Hull City, Assem Allam, ha decidido que «Hull City» no es un nombre suficientemente moderno para un equipo de fútbol inglés. Allam quiere llamarlo «Hull City Tigers». Según él, el nombre que lleva el equipo desde su fundación en 1904 «es irrelevante, es común. Quiero que el club sea especial. Es una cuestión de identidad». Para presionar a los aficionados a aceptar el cambio de nombre, amenazó con no invertir más dinero: «Tenía en mente invertir 30 millones de libras en las infraestructuras del club, incrementar la capacidad del estadio para que quepan unos 10.000 espectadores más y promocionar actividades comerciales alrededor del estadio, como cafeterías, tiendas y supermercados. Teniendo todo esto el club aumentará sus ingresos, de forma que en el futuro pueda autofinanciarse y no depender de mí. ¿Qué ocurriría si me olvido de estos proyectos mañana?». No contento con estas lamentables declaraciones, fue más allá: «En unos años, muchos clubes cambiarán sus nombres para ser más atractivos y yo demostraré ser el líder». Los aficionados del Hull City han organizado protestas en contra del cambio de nombre, a lo que Allam respondió que «nadie cuestiona mis decisiones en mi negocio». Como el propio egipcio dijo, el Hull City es ahora «su negocio».
 
Usmanov, ¿todavía no tienes suficiente? Sigamos, pues. Randy Lerner, propietario estadounidense del Aston Villa desde 2006, no contento con los fantásticos resultados de Martin O’Neill (en cuatro temporadas, una 11ª plaza y tres veces 6º clasificado en la Premier League, además de ganar una Copa Intertoto), tensó la cuerda con el técnico y este acabó por renunciar en agosto de 2010, a cinco días del inicio de la liga. Gérard Houllier llevó a los villanos a una digna novena plaza, pero seguía siendo insuficiente para Lerner. Creyendo que el Aston Villa estaba destinado a la Champions League, Lerner contrató a un mesías: ¡Alex McLeish! El pésimo entrenador escocés fue el elegido después de descender en la temporada 2010-11 al Birmingham City, archienemigo y vecino del Aston Villa, así como ganador de la Carling Cup 2011. El Villa de McLeish estuvo cerca de descender, logrando una mediocre 16ª plaza.
 
¿Más? ¡Ningún problema! Cuando Mohamed Al-Fayed vendió el Fulham al billonario pakistaní-estadounidense (curiosa mezcla) Shahid Khan en julio de 2013, se olían problemas para los Cottagers. Como todo dictador megalómano (es decir, como todo dictador), ha querido dejar rápido su estampa. En diciembre de 2013 despidió al holandés Martin Jol y lo sustituyó por otro holandés, René Meulensteen. En febrero, Meulensteen fue despedido y reemplazado por el alemán Felix Magath. Como era previsible, el Fulham acabó por descender y esta temporada cambió de nuevo de entrenador. Los Cottagers se arrastran ahora por la segunda división gracias a la visión de Shahid Khan.
 
Sigamos. La cosa se está comenzando a poner divertida. El estadounidense de raíces irlandesas Ellis Short tomó el control total del Sunderland en mayo de 2009. Steve Bruce fue el técnico del equipo desde el verano de 2009 hasta diciembre de 2011, logrando dos temporadas bastante exitosas: una 13ª plaza y una 10ª. Sin embargo, no era suficiente para Short (un apellido que refleja el tipo de visión que tiene para el club… más bien a corto plazo). Una mala racha de resultados provocó la destitución de Bruce y la llegada de Martin O’Neill. El excelente técnico irlandés llevó al Sunderland a una cómoda 13ª posición en la temporada 2011-12. Sin embargo, en marzo de 2013 el Sunderland de O’Neill ocupaba la zona baja de la tabla y Short le reemplazó porPaolo di Canio. ¡Paolo di Canio! Los primeros tres meses del italiano fueron un éxito inesperado, logrando una milagrosa salvación. Pero no fue más que un espejismo. Los métodos absurdos de Di Canio y la peor planificación veraniega de la historia provocaron un inicio de temporada 2013-14 terrible, lo cual llevó al despido de Di Canio y a la contratación de Gus Poyet, que logró salvar al club. Sea como fuere, el problema real está en la estructura y la visión a largo plazo. Con Ellis Short, sin un proyecto a largo plazo y un cambio de entrenador anual (o más de uno), el Sunderland acabará descendiendo más pronto que tarde.
 
En cuanto a los equipos grandes de la Premier League, encontramos dos casos bien conocidos. El primero es el del jeque Mansour bin Zayed, miembro de la familia que gobierna Abu Dhabi y medio hermano del presidente de los Emiratos Árabes. Tras cosechar una enorme fortuna gracias al petróleo, en 2008 se hizo con el poder del Manchester City. De todos los propietarios mencionados, Mansour es el que ha manejado mejor cómo desarrollar un club. Evidentemente, ha invertido muchísimos millones en jugadores, pero lo ha hecho al tiempo que ha dado continuidad a sus entrenadores (sobre todo a Roberto Mancini), ha desarrollado la academia de jóvenes jugadores y ha bajado los precios de las entradas. Sin embargo, no nos olvidemos de la parte negativa. Tras la implantación de las normas de juego limpio financiero de la UEFA, el Manchester City ha empezado a hacer trampas. Etihad Airways, su principal patrocinador, infla la partida de patrocinio para así dar más margen económico a Mansour. Además, Mansour está utilizando el Manchester City para hacer publicidad de los Emiratos Árabes, diciendo que «comparten valores». ¿Seguro que los aficionados del Manchester City quieren «compartir valores» con los Emiratos Árabes, un estado dictatorial en el que no existe libertad de expresión ni se cumplen los derechos básicos del hombre?

 

Por último, está el dictador futbolístico que nos ha dado más juego en los últimos años: Roman Abramovich. El millonario ruso, conocido cercano de Usmanov, lleva desde el verano de 2003 como el jefe indiscutible del Chelsea. En algo más de una década, ha logrado tener a diez entrenadores distintos, uno de los cuales (José Mourinho) ha trabajado en dos períodos distintos. A eso se llama tener un proyecto a largo plazo y unas ideas claras. Ha elegido técnicos de siete distintos países con filosofías completamente distintas. No se puede decir que en cuanto a resultados haya sido un fracaso, pues tres ligas, cuatro FA Cup, dos Copas de la liga, una Champions League y una Europa League no está nada mal en ese periodo de tiempo. Sin embargo, este resultadismo provoca que sea muy difícil ser del Chelsea. Los aficionados al club difícilmente se sienten identificados con un club propietario de un millonario ruso que gana trofeos a menudo pero con diferentes estilos de juego y entrenadores. La última idea brillante de la dirección del Chelsea es la producción a gran escala de cesiones internacionales. El club se dedica a fichar jóvenes promesas y a distribuirlas por todo el mundo con la esperanza de que alguno se convierta en un gran jugador y pueda acceder al primer equipo, como Thibaut Courtois,o dejar dinero en las arcas del club, como Romelu Lukaku.
 
La multipropiedad: otro ejemplo de que los aficionados al fútbol tenemos un grave problema
 
Giampaolo Pozzo, un hombre de negocios italiano, es propietario del Udinese italiano desde 1986, del Granada español desde 2009 y del Watford inglés desde 2012. Su modelo de negocio es simple. La jugada es fichar a jugadores baratos, formarlos en uno de los tres clubes (o en los tres) y venderlos lo más caro posible. Pozzo compró a Alexis Sánchez, Gökhan Inler y Cristian Zapata por menos de cuatro millones de euros. Los vendió en el verano de 2011 por 62. Lo cierto es que los Pozzo (el hijo de Giampaolo, Gino, también participa activamente en el negocio) están teniendo un éxito considerable. El Udinese logró una meritoria quinta plaza en la Serie A en 2012-13 y se ha afianzado entre la élite del fútbol transalpino. El Granada, un equipo que estaba a punto de desaparecer en 2009, ha logrado el ascenso a la Primera División española y se ha asentado también en la máxima división hispana. Por último, el Watford está luchando por ascender a la Premier League desde hace tres temporadas y lo acabará logrando a buen seguro.
 
¿Cómo no va a funcionar semejante táctica? La temporada pasada, el Granada jugó con seis jugadores propiedad del Udinese. Hasta que la Football League limitó las cesiones internacionales este verano, el Watford jugaba con once jugadores cedidos, siete de los cuales eran propiedad del Udinese (un brasileño, un checo, un argentino, un italiano, un sueco y dos suizos). Tras el empate a dos entre Watford y Crystal Palace el 8 de febrero de 2013, Ian Holloway (entrenador del Palace), dijo: «Sin faltar al respeto, creo que Gianfranco (Zola, entrenador del Udinese en aquel momento) está haciendo un trabajo brillante. Pero nosotros sólo tenemos permitido tomar prestados dos jugadores del mismo equipo en este país. Quizá tomo un avión a Barcelona e intento tomar como jugadores cedidos a su filial. Pero eso no está bien, pues permite a la gente comprar los clubes ingleses y traer a todos sus jugadores aquí. ¿Dónde deja eso a los jóvenes locales que querrían seguir aprendiendo en su propio país?». Más claro, agua.
 
Esta situación no solo es injusta para los jóvenes británicos, también lo es para el resto de competidores. ¿Cómo puede ser legal que tres equipos de diferentes equipos se pasen jugadores entre ellos de forma gratuita? ¿Es eso competir en las mismas condiciones que sus rivales?
 
Antes de los Pozzo, hubo un intento por parte de ENIC de hacer lo mismo. ENIC es una compañía de inversiones deportivas y de medios de comunicación británica que tiene su base en las Bahamas. ¿Por qué Bahamas? ¿Porque es un centro cultural y comercial? ¿Porque es allí donde están las empresas en las que invierten? Evidentemente, no. Las Bahamas es un paraíso fiscal y, como buen patriota que es Daniel Levy, prefiere pagar los bajos impuestos de un paraíso fiscal que los de su país de residencia. ¡Los impuestos que los paguen los pobres!
 
ENIC compró a finales de la década de 1990 acciones del Tottenham, el Vicenza, el Basilea, el AEK de Atenas, el Glasgow Rangers y el Slavia de Praga. No fue hasta que el Tottenham y el Slavia se enfrentaron en una competición europea que la UEFA impuso la ridícula solución de no permitir que dos equipos con los mismos propietarios pudieran enfrentarse en la misma competición. Esta solución no arregla nada, pues Udinese, Granada y Watford siguen compitiendo en superioridad con respecto a sus rivales nacionales.
 
Además, este trust (o holding, si se prefiere su eufemismo) aleja todavía más a los aficionados de los clubes. Sobre todo porque el manejo de estos clubes es un desastre. Desde 1986 (cuando los Pozzo compraron el club), el Udinese ha tenido 23 entrenadores diferentes. Desde 2009, el Granada ha contado con cinco entrenadores diferentes. Por su parte, el Watford vio cómo su entrenador, el italiano Gianfranco Zola, «dimitió» tras una racha de malos resultados en diciembre de 2013, tras perder la final del play-off de ascenso a la Premier League en mayo de 2013. ¿Cómo pueden los aficionados a uno de estos tres clubes (sobre todo de las sucursales de Granada y Watford) identificarse de alguna forma con ellos? Tienen dueños extranjeros, jugadores extranjeros y la filosofía es evidente: a la que un club grande ofrezca mucho dinero por un jugador, ¡adiós!
 
La FIFA introdujo hace años una reglamentación para evitar que una misma persona o empresa ostentará más de un 1% de las acciones en dos o más clubes. Sin embargo, el caso de los Pozzo o del fútbol de algunos países lationamericanos, como México, demuestra la (nula) eficacia de la normativa. La multipropiedad, además de convertir el fútbol en un mero negocio de compraventa de jugadores, representa una grave amenaza para el juego limpio. ¿Qué sucede cuando dos equipos propiedad de la misma persona se enfrentan y uno de ellos se está jugando un título o evitar el descenso?
 
Por todo ello, parece evidente que tener a un dictador (sobre todo si es extranjero) como propietario y gestor de un club de fútbol es contraproducente. No sólo para los aficionados al fútbol, sino también para el fútbol en sí mismo. Alisher, no nos cuentes historias.
 

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Alvaro Oleart