Alvaro Oleart

Nos roban el fútbol (V): El colaboracionismo en el fútbol

Los aficionados al fútbol nos enfrentamos a una situación complicada, principalmente porque hay muchos intereses de por medio. Algunos de ellos se han dejado seducir por el dinero de los propietarios y de las empresas, así como algunos periodistas, jugadores y agentes. Ellos son los colaboracionistas.

 
Los gobiernos que apoyaron a Adolf Hitler (o que no se opusieron a él) en Europa fueron conocidos como «colaboracionistas», siendo el régimen francés de Vichy el más famoso. La transformación del fútbol, que ha pasado de ser un pasatiempo a ser un negocio, no habría sido posible sin un grupo de colaboracionistas. Ojo, el régimen de Vichy mató y torturó a miles de personas, algo que nada tiene que ver con lo que está ocurriendo en el mundo del fútbol. Pero sí tiene que ver en que, a cambio de dinero u otros incentivos, muchas personas han olvidado sus principios morales, incluyendo algunos aficionados y muchos periodistas, jugadores, agentes y directores de marketing.
 
Los aficionados colaboracionistas
 
Hace no mucho, una chica de 25 años se ofreció como esposa en un foro de internet. El único requisito para su futuro marido era que ganara más de 500.000 dólares al año. A cambio, ofrecía su belleza, estilo y buen gusto. El director general del banco de inversión JP Morgan le respondió diciendo que, desde el punto de vista comercial, sería una pésima decisión casarse con ella. ¿Por qué? Pues bien, al fin y al cabo se trata de un intercambio de «belleza» por «dinero». La persona A provee belleza y la B paga por ella, así de simple. El problema es que la belleza se va y el dinero, en teoría, no. «Yo ganaré más dinero cada año, pero tú no estarás cada año más bella». El dinero ganado por el director general de JP Morgan es un activo en revalorización, mientras que la belleza de la joven es un valor en depreciación que desaparecerá en diez años.
 
Algo parecido están haciendo algunos aficionados al fútbol con sus clubes. Los aficionados y clubes de fútbol son el director general de JP Morgan y los ricos dictadores la joven de 25 años. Los clubes de fútbol son un activo que siempre puede revalorizarse, mientras que el dinero de los dictadores durará poco. Los dictadores vienen y van, los clubes permanecerán. Si los dictadores no los arruinan, claro. Los aficionados están vendiendo sus clubes y sus tradiciones para que los dictadores traigan a jugadores que cobrarán una fortuna y que se marcharán a la que tengan una oferta mejor.
 
En esta serie ya hemos hablado en alguna ocasión de Vincent Tan. Los aficionados del Cardiff toleraron que el millonario malasio cambiara el escudo y los colores centenarios del club (de azul a rojo) porque a cambio ofrecería poner dinero y ascender a la Premier League. Los aficionados vendieron el alma de su club a cambio de un efímero paso sin pena ni gloria por la Premier League. Hoy se encuentran de nuevo vagando por la segunda división. Con una única diferencia: ahora visten de rojo.
 
Sería fantástico si los aficionados a cada club de fútbol pudieran decidir en el devenir del futuro de sus clubes o impedir que la dirección tomara decisiones contrarias a una mayoría social. ¿Hasta qué punto los aficionados al fútbol nos dejaremos seducir por bellas cazarrecompensas de 25 años? ¿Hasta qué punto permitiremos que un grupo de sinvergüenzas nos roben el fútbol? No nos engañemos.
 
El periodismo deportivo, otro colaboracionista
 
En abril de 2011, el tabloide británico The Sun publicó una serie de artículos relacionados con el comportamiento sexual de varios famosos, entre los cuales estaban Wayne Rooney y Ryan Giggs. A pesar de que el jugador galés logró una orden judicial que, en teoría, impedía publicar información en la prensa sobre un determinado asunto, la relación extramatrimonial que Giggs mantuvo con Imogen Thomas (una participante del Gran Hermano británico y Miss Gales) y con la esposa de su hermano (Natasha Giggs) se hicieron más que populares. Además del sensacionalista The Sun, otros muchos tabloides se lanzaron como buitres sobre la noticia y sobre Giggs. Olivier Giroud ha sido otro que ha sufrido a los sensacionalistas británicos. Sus relaciones íntimas con varias chicas en los hoteles de concentración del Arsenal han dado la vuelta al mundo gracias a los tabloides. El objetivo es encontrar el escándalo de turno. El fin justifica los medios. Todo lo que importa es vender periódicos y lograr audiencia, no importa cómo. Y la popularidad del fútbol y de los jugadores les convierte en una víctima más que propicia.
 
Este tipo de periodismo sensacionalista se ha convertido en el predominante en el mundo del fútbol. Escándalos de sexo, drogas y alcohol son el pan de cada día. No estoy sugiriendo que los diarios deportivos deberían hablar de Marcel Proust y Joseph Conrad, pero de vez en cuando estaría bien leer a periodistas que vean el fútbol como lo que es: un entretenimiento.
 
Otro ejemplo que muestra cómo muchos aficionados se han prostituido es el de Samuel Gardiner. Este chaval de 17 años creó dos cuentas ficticias, una haciéndose pasar por un periodista del Telegraph y otra por un periodista de Goal.com. Logró llegar nada menos que hasta los 20.000 seguidores sólo en base a inventarse rumores de traspasos.
 
Hace más de 200 años, el presidente de Estados Unidos George Washington recalcó la importancia de la prensa cuando dijo que «si tuviera que decidir entre un gobierno sin periódicos y periódicos sin gobierno, no dudaría en preferir lo segundo». La prensa juega un papel clave en la sociedad. Sin una prensa competente, es difícil promover cambios que vayan a mejor. De seguir con el periodismo sensacionalista que gobierna el mundo del fútbol (y no sólo el fútbol), las posibilidades de que el fútbol vuelva a sus raíces son nulas.
 
Los jugadores románticos están en extinción
 
Los jugadores que sienten pasión por sus clubes y les son fieles durante toda su carrera son ahora bien pocos. Tipos como los españoles Raúl y Xavi, los ingleses Paul Scholes y Ryan Giggs, o el italiano Gianluca Buffon están en extinción. Jugadores como Christian Vieri (el delantero ha llevado la camiseta de Torino, Pisa, Ravenna, Venezia, Atalanta, Juventus, Atlético de Madrid, Lazio, Internazionale, AC Milan, Mónaco, Sampdoria y Fiorentina), el citado en la primera parte Nicolas Anelka (ha jugado para doce clubes diferentes), Zlatan Ibrahimovic (Ajax, Juventus, Inter, AC Milan, Barcelona y PSG) o Ronaldo (Cruzeiro, PSV, Barcelona, Inter, Real Madrid, AC Milan y Corinthians) son los que ahora predominan. El dinero es el factor que suele ser decisivo a la hora de dirigir las carreras profesionales de futbolistas. El mito romántico del jugador que permanece en un mismo equipo durante muchos años cada vez es menos habitual.
 
La prioridad para los jugadores es hoy en día el dinero. Muchos futbolistas toman decisiones de carrera erróneas porque se dejan guiar por los cantos de sirena de un nuevo contrato mejorado. En muchas ocasiones, esos errores acaban suponiendo un declive imparable en sus carreras desde el punto de vista deportivo. Un enfoque que ya no resulta prioritario.
 
Por otro lado, la extinción de esta estirpe de jugadores no contribuye a fomentar la identificación de los aficionados con sus clubes. En los últimos años hemos asistido con cada vez mayor frecuencia a la imagen de aficionados quemando camisetas de antiguos ídolos fugados al eterno rival, como es el caso de Fernando Torres cuando dejó Liverpool para fichar por el Chelsea o el más reciente de Cesc Fàbregas fichando por el Chelsea después de haber jurado fidelidad eterna al Arsenal.
 
Los agentes, los colaboracionistas de lujo
 
En todo este juego empresarial hay una figura que suele pasar desapercibida: los agentes de jugadores. El rol que juegan es siniestro. Sin que los aficionados percibamos su presencia en las negociaciones ni cuánto dinero se embolsan, los agentes suelen embolsarse cantidades indecentes de dinero. La falta de transparencia en las transacciones permite que hayan casos muy sospechosos, como el de Jorge Mendes.
 
He definido a los agentes como «colaboracionistas de lujo» porque cuentan con el lujo de que la prensa difícilmente les nombra. La mayoría conocemos a los presidentes de los clubes, a los periodistas deportivos y a los jugadores de fútbol. Pero pocos conocen a los agentes. Trabajar en la sombra y la opacidad de las cuentas financieras de los clubes de la mayoría de países de Europa (no en Inglaterra, donde las comisiones abonadas a los agentes son públicas y se incluyen en los estados financieros) les permite hacer y deshacer a su antojo.
 
Es cierto que todavía existen agentes profesionales que tratan de aunar lo mejor para el club al que venden y el jugador al que representan. Pero es una clase en peligro de extinción. El principio que guía la actuación de la mayoría de ellos es el lucro. Aunque sea a costa de arruinar a clubes y destrozar carreras. Y asestar una puñalada al corazón del fútbol.
 
Las empresas: todo con tal de vender
 
Preparando la estrategia comercial para Brasil 2014, a Adidas no se le ocurrió otra cosa que poner a la venta dos camisetas con evidentes tintes sexuales. La primera tiene la inscripción «Lookin’ to score», junto a una bella mujer en bikini. La segunda… bueno, no hace falta describirla. Adidas fue uno de los patrocinadores principales del Mundial 2014 y el proveedor del balón con el que se jugó la competición. Sabiamente, estas camisetas fueron retiradas del mercado. La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se pronunció al respecto: «Brasil está encantada de dar la bienvenida a los turistas que lleguen gracias a la Copa del Mundo, pero está también preparada para combatir el turismo sexual».
 
Ojo, Adidas no es la única marca deportiva que lleva a cabo estrategias comerciales cuestionables moralmente. Nike, rival de Adidas, no es mejor. Nike patrocina a la selección inglesa. Por tanto, las camisetas que usó Inglaterra en el Mundial fueron fabricadas por la empresa estadounidense. Hasta hace poco, una camiseta oficial de la selección inglesa (cuando era patrocinada por la originalmente inglesa Umbro) podía valer unas 30 libras y el modelo de camiseta cambiaba cada 18 meses aproximadamente. Con Nike, el precio de la camiseta oficial que usó la selección inglesa ascendió hasta las 90 libras. Sumando los pantalones y las medias, ¡127 libras! No contentos con esto, Nike cambia cada dos por tres de modelo oficial, reduciendo el tradicional plazo de 18 meses a menos de un año, al estilo de lo que ocurre en la NBA con las nuevas camisetas con mangas. Cuantos más modelos, más productos y posibilidades de vender hay.
 
Lo que revelan los casos de las camisetas de Adidas y Nike no es nada que no conozcamos: todo vale con tal de hacer más dinero. Los aficionados al fútbol, el deporte más popular del mundo, se han transformado en clientes a los que todos quieren expoliar. Los periódicos aumentan sus tamaños de fuente, afinan sus titulares y escarban en busca de historias macabras para vender más periódicos. Los agentes tratan de cambiar a sus representados de club cada mercado para embolsarse su jugosa comisión, sin importarles lo más mínimo cuál será el futuro del jugador o del club. Las empresas quieren vender más botas, más camisetas, más balones y no les importa la forma de hacerlo, creando y eliminando iconos. Y en medio, el cliente, el aficionado de antaño, que se dedica a comprarlo todo. O hasta donde alcanza.
 

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Alvaro Oleart