Dentro de los erráticos contextos de ambos equipos entraba otra hipótesis más descabellada y rocambolesca que no tuvimos en cuenta. Sumando el despropósito que tienen ambos planteles al talento de varios jugadores de ambos onces resultaba una ecuación explosiva. Locura de partido. Y esta si acertó.

 

Marcó primero el Manchester United tras un discutible penalti por mano de Chancel Mbemba. Wayne Rooney lo transformaba y el equipo mancuniano se adelantaba en Newcastle-upon-Tyne. Con el campo cuesta abajo el equipo de Louis Van Gaal se vio recompensado con el 0-2 tras un magnífico contragolpe conducido por Rooney y culminado por Jesse Lingard entre las piernas de Robert Elliott.

 

Este mísero detalle del gol de caño al portero simbolizaba a la perfección la abulia que se apodera de los jugadores del Newcastle. Es un conjunto sin carácter, sin garra. Sin nadie que pegue un grito. Ni tan siquiera un maullido. Fabricio Coloccini apaga los fuegos que puede pero la falta de carácter y contundencia en el mediocampo es alarmante. Quizá Jonjo Shelvey sea el toro que sacuda el árbol de las Urracas.

 

Afortunadamente, un balón largo despejado por Marouane Fellaini justo antes del descanso, caía a los pies de Georginio Wijnaldum que recortaba distancias batiendo a David De Gea. Esta acción, también resumió el partido del belga del Manchester United. Bueno, y su temporada. ¡Dejémonos de nimiedades! ¡De toda su estancia en el equipo de Old Trafford! Mala, desafortunada y poco precisa. En definitiva, 1-2 al descanso.

 

El Newcastle carácter no tiene. Pero si una gran historia a sus espaldas. Y con esa leyenda en el escudo de su camiseta se vino arriba en el segundo tiempo además de un penalti de Chris Smalling a Aleksandar Mitrovic. La pena máxima era transformada por el ariete serbio para empatar el partido.

 

Con ello, el equipo de Steve McClaren se activó en un partido loco, basado en un fútbol atávico, irracional y descontrolado. El Manchester United, tras unos minutos de ser zarandeado recuperó el tempo del partido y bajó el ritmo. Este es el gran problema de los Magpies. No poder contrarrestar el poder del rival para imponer el suyo. Le pasó con el Chelsea tras ir venciendo 2-0 a los Blues en su campo.

 

En estas marcó Rooney el 2-3 tras una jugada individual de Memphis Depay (sorpresa), rematada contra un defensor en primera instancia y remachada a la escuadra por el ariete inglés finalmente. The White Pele culminaba su gran actuación.

 

Al Newcastle ya no le quedaba ni la épica, la había gastado para igualar el 0-2 inicial. Un último arreón deparó un rebote en los pies de Paul Dummett que mandó el balón a la escuadra derecha de David De Gea con un soberbio zurdazo. Todo esto en noventa y seis minutos de fútbol un miércoles de enero cualquiera. Ni tan mal.