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Pep Guardiola aterriza en la Premier League

El entrenador español recala en el Manchester City con un contrato de tres años. La supremacía del fútbol inglés continúa abriéndose paso a espuertas. Los Sky Blues presciden de Manuel Pellegrini cuatro meses antes del fin detemporada y con opciones a ganar todo.

 
El espectáculo debe continuar. Esa es una de las máximas que gobierna el fútbol a día de hoy. Ni el retiro de las grandes estrellas o de los solemnes capitanes, ni la consecución de los mayores logros ni las peores derrotas. El pasado es historia. El presente se está cocinando. El futuro nos espera.
 
Algo así debe pensar Manuel Pellegrini. El entrenador chileno se marchará del Manchester City a final de temporada. El año que mejores resultados está obteniendo. Octavos de final de la Champions League con un cruce asequible ante el Dinamo de Kiev, intactas opciones en Premier League en la carrera con el inexperto Arsenal en estas lindes y el impresionante Leicester. Finalista en Copa de la Liga ante el Liverpool y con paso firme en FA Cup. Tremendo, ¿no?
Y, sin embargo, cualquier aficionado Citizen, bueno, cualquier aficionado al fútbol, dará la bienvenida a este relevo sea cual sea el devenir de los Sky Blues de aquí al mes de junio. Llega Josep Guardiola al Etihad. Al fútbol inglés. A la Premier League. Y hay mucho que analizar.
 
Lo primero. El factor de la competición. El fútbol inglés ha sufrido una proyección imparable desde hace una década a nivel competitivo. La lluvia de millones propiciada por el vigente contrato televisivo, que se acrecentará con el que entra en vigor la próxima temporada, ha impulsado la igualdad en la Premier League es colosal. Cualquier rival tiene fundamentos y armas para ganar a los más poderosos. Cualquiera tiene opción de hacer algo grande. La impredicibilidad reina en el fútbol inglés. La emoción. Lo inesperado.
 
Esta serie de aspectos coyunturales (camino de ser estructurales por la permanencia con el paso de los años), convierten a la Premier a la liga más seductora para los entrenadores de primer rango mundial. Poder demostrar la superioridad o supremacía en la liga más equilibrada del mundo se ha convertido en la prueba del algodón defintiva para el currículum de cualquier técnico. Ser el rey de la selva. La razón en el caos.
 
El resto del panorama europeo es desolador. Los clubes italianos están sufriendo una recesión económica que se ha reflejado sobre los terrenos de juego transalpinos. El imperio del Bayern de Múnich en la Bundesliga, el dominio del Paris Saint-Germain en la Ligue 1 y la dualidad eterna entre Real Madrid y Barcelona (discutida ocasionalmente por el Atlético de Madrid) en la liga española restan competitividad a esas ligas. Un páramo continental de sequía de emociones ante el continuo diluvio inglés de idas y vueltas, y ambivalencia en su fútbol. En cuanto a resultados y pasiones. No a la rutina y la previsibilidad.
 
La llegada de Guardiola al Manchester City también supone un cambio de estrategia en su carrera. Tras el incontestable y soberbio paso por el Barcelona, tomó una decisión cuanto menos cuestionable: firmar por el Bayern de Múnich. Guardiola recibió de Jupp Heynckes una herencia pesada tras conquistar el triplete Bundesliga, Liga de Campeones y Copa Alemana, lo cual significaba que tenía poco que ganar y bastante que perder. Como así ha sido para los más escépticos.
 
Cierto es que Guardiola ha ganado las tres ediciones de la Bundesliga que ha disputado, incluyendo la actual. También ganó la Copa en su primer año. Sin embargo, los batacazos en la Copa de Europa, el verdadero baremo del Bayern, han sido demasiado estruendosos. Las eliminaciones en semifinales de la Champions League ante Real Madrid y Barcelona (ambos campeones en las respectivas finales) dejaron en Múnich una sensación de inferioridad preocupante. Más allá de bajas en partidos clave como el de la ida del año pasado en Barcelona, donde el Bayern cayó por 3-0.
 
El Bayern ha mostrado una imagen muy distinta en la competición doméstica y en la continental. El predominio local ha permitido a Pep realizar probaturas e invenciones futbolísticas. Pero en los cruces de Champions League fuera de casa, su cara ha sido la de un equipo buscando el empate a cero a través de la posesión del balón. Carente de profundidad, lento de ritmo y en bloque medio. Sin presionar en exceso. Entrenando al equipo muniqués. Notorio cuanto menos. Por el contrario, en sus partidos en casa en la Copa de Europa sí han permitido al equipo mostrar su ferocidad ofensiva y su carácter ganador. Esta elasticidad táctica no ha permitido dilucidar verdaderamente el real carácter de su equipo en los duelos trascendentes del conjunto de Baviera.
 
El entrenador español ha hecho al lobo menos feroz. No ha sabido representar o aceptar la idiosincrasia e historia del Bayern. Ese juego ambicioso, voraz y con una determinación extrema ha dejado paso a un equipo manso fuera de casa en los cruces europeos e incómodo cuando hay que bajar al barro. Algo inaudito en Múnich.
 
Sin duda, el próximo entrenador del Manchester City tiene una pléyade de virtudes infinita. Es un innovador del balompié. Con una amalgama de variantes tácticas superlativas aunque en ocasiones más efectistas que efectivas. Esa incontestable superioridad en el fútbol alemán ha producido un contexto favorable para que Guardiola transformara el equipo en un laboratorio de novedades del balompié a través de un plantel de primerísimo nivel. Sin embargo, en los partidos de más alto nivel, el Bayern solo ha podido lucir en cuentagotas todos estos fundamentos.
 
En una ocasión, su antítesis en el mundo del fútbol, Jose Mourinho (ganador con los métodos existentes y no experimentales) hizo unas declaraciones muy oportunas al respecto hace años: “El aspecto cultural es muy importante. Una vez dije algo que quizá paso inadvertido y que acaso sea una de las cosas más acertadas que he dicho sobre fútbol. Jugaba el Chelsea contra el Barcelona y las preguntas siempre eran las mismas. Quién es mejor. El Chelsea estaba muy fuerte, había sido campeón de Inglaterra, el Barcelona era el campeón de la liga española y jugábamos unos cuartos de final de Champions. Les dije: este Chelsea es campeón de Inglaterra y si jugara la liga española no la ganaría. Y el Barcelona es campeón de la liga española pero no ganaría la Premier. Y la construcción de los equipos debe realizarse de acorde a la cultura y con las cualidades que tienes para ganar. (…) Por eso es imposible que un entrenador llegue a un país y diga, esta es mi filosofía y este mi estilo de juego. (…) El aspecto cultural es muy importante”.
 

 
Este, señores, va a ser el mayor interrogante para saber si Guardiola triunfará como lo hizo en el Barcelona o en el Báyern de Múnich. Si es capaz de asimilar la idiosincrasia y rasgos del fútbol inglés o si va a persistir en su odisea de implantar un estilo de fútbol propio independiente de la historia y los principios del fútbol inglés.
 
Tanto Manuel Pellegrini como Roberto Mancini, sus dos predecesores en el banquillo del Etihad, ganaron la liga. Es lo mínimo que se le pedirá al entrenador español. Detrás estará su estructura socioafectiva en los entrenamientos, su 78% de victorias actual en partidos de liga y unos conocimientos rebosantes, originales, auténticos, propios y genuinos. El espectáculo continuará y a partir del curso que viene nos divertiremos más. Josep Guardiola recala en la Premier League.

 

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