Escribo estas líneas desde París, donde ayer acudí a una boda de un buen amigo que solía ser agente FIFA. Como tantas veces en la vida, su plan era bueno pero lo que falló fue el «timing». Montó una pequeña agencia de representación de futbolistas en el preciso momento en que su hundió el mercado de traspasos, hacia 2002-2003. Hasta entonces, había dinero a espuertas para todos, vendías a un jugador de National (tercer escalafón del fútbol francés) y te llevabas un dineral. Pero llegaron las vacas flacas, los clubes medianos se negaron a pagar más dinero en traspasos y muchos agentes tuvieron que dejar el negocio, como el caso de mi amigo.
En la boda, tuve ocasión de reencontrarme con mucha gente que trabaja en el mundo del fútbol. Entre los rumores que no puedo contar y los que no son interesantes, me queda poca cosa que compartir. Quizás lo único un comentario que me hizo el director de marketing del Rennes sobre Sylvain Marveaux, el último fichaje del Newcastle: «Es demasiado frágil y no tiene la cabeza bien amueblada, no le irá bien». Pobres «urracas», pierden a Nolan y fichan a una medianía.
En el hotel donde me hospedé tenían las consabidas revistas internacionales, entre las que me llamó la atención el Newsweek estadounidense, que traía en portada el siguiente titular: «Barca! The best football team ever?» ilustrado con una foto de Guardiola manteado por sus jugadores (http://www.newsweek.com/2011/06/03/is-barcelona-the-greatest-soccer-team-ever.html). Ya había oído hablar de este artículo pero no me interesó lo suficiente como para leerlo antes. Aburrido en el hotel mientras esperaba que empezara el Rwanda-Inglaterra de la Copa del Mundo sub-17 que se está jugando en México, decidí darle una oportunidad. El resultado: confirmé una vez más que los estadounidenses no tienen ni idea de fútbol.
Para empezar está el tema del titular. El FC Barcelona es conocido popularmente como Barça, así con una «c rota» que dicen los catalanes. No es «Barca» ni «Barsa» ni «Barza». Si fuera el director de marketing me preocuparia que la mitad de la población mundial deletreara mal el nombre de mi producto. ¿Cuánto durarían los directivos de marketing de Coca-Cola o McDonald’s si los clientes conocieran el producto como Coca-Loca o MdConard’s? Poco.
Dicho esto, el artículo está plagado de inexactitudes. No las enumeraré todas, bastará con un par. Para empezar, hay una foto de Alfredo Di Stefano con el siguiente pie de página: «Real Madrid’s Argentine wonder Alfredo Di Stefano». Solo hay un pequeño problema: ¡en la foto aparece con el uniforme del Espanyol, donde acabó su carrera!
En el cuerpo del artículo, que básicamente consiste en dos páginas de elogio al juego del Barça (lo cual no es una sorpresa teniendo en cuenta que el responsable del artículo no es otro que el autor de «Barca: a people’s passion») y una tercera en que lo compara con otros equipos míticos de la historia, también existen varias incorrecciones graves. Una de ellas hace referencia al estilo de juego favorito de los italianos: «Two decades later, Italian football’s AC Milan…won two successive European Cups (1989–90) with a rare combination of attacking soccer imported by its Dutch players and the strict “pressing” of Italian defense known as catenaccio«. Precisamente, el catenaccio no consiste en presionar, sino en acumular jugadores detrás, colocar un libre por detrás de la defensa y esperar al contrario.
No es sorprendente tal retahíla de errores teniendo en cuenta que la revista y el autor son estadounidenses. Los yanquis nunca han entendido el fútbol. Para empezar, su formato no se adapta al gusto del espectador medio. En primer lugar, son dos partes de 45 minutos. Demasiado largo. No se pueden poner anuncios en televisión, no se puede ir al baño, no puede uno ni siquiera acercarse al MdConard’s a por una hamburguesa de siete pisos. Y lo que es peor: no pasa nada. A los estadounidenses (por larga que sea la palabra, me resistiré a escribir «americanos», que al fin y al cabo incluye a todos los países del continente) les gusta que pasen cosas. Tomen el baloncesto. En un partido de la NBA deben haber unas 40 canastas por equipo. Eso hace 80 momentos de celebración, de alegría. En la NFL, pueden haber en un partido, entre touchdowns y anotaciones unos 10-15 eventos. Un partido de fútbol puede (suele) acabar con menos de tres goles. Pocas cosas para una hora y media de atención.
Dicho esto, esta situación ya nos va bien. No a la FIFA, que lleva dos décadas tratando de convencer a los pobres gringos de que el fútbol es el mejor deporte del mundo. Amigos de la FIFA, déjenlos tranquilos. Así, al menos una vez cada cuatro años, los europeos, los latinoamericanos y los países del tercer mundo podrán humillar a los estadounidenses ante los ojos de medio mundo y resarcirse por los agravios acumulados. Y siempre recordaremos a algunas de las estrellas de las que el fútbol estadounidense nos ha permitido disfrutar: el cowboy Alexi Lalas (¡que pasó por los reservas del Arsenal!) y posiblemente el mayor fiasco de la historia del fútbol, Freddy Adu (por si les interesa, no está sirviendo Coca-Locas en un bar de mala muerte, está cedido en un equipo de segunda división en Turquía. No sé qué es peor).